La portada mira al pasado y juega con 'los viejos tiempos'. |
El nuevo disco del gran David Bowie, después de la sorpresa
que supuso la publicación de los adelantos que anunciaban nuevo lanzamiento, es
una de las noticias musicales de lo que va de año (este 2013 ha sido elegido por no
pocos viejos dinosaurios para regresar a escena). Apartado de los focos desde
que en 2004 sufriera un ataque al corazón en plena gira, el viejo camaleón ha
vuelto al estudio junto al que fuera durante muchos años su brazo derecho, el
productor Tony Visconti. El resultado es ‘The next day’, un disco que al menos
le ha devuelto a primera página en todo el mundo, algo que rara vez había
conseguido el Duque Blanco en toda su carrera; de hecho, pocos de sus 26
álbumes de estudio (incluyendo este) han sido tan analizados, tan comentados,
tan publicitados.
‘Al día siguiente’ es, vaya por delante, un trabajo muy
meritorio; es original, toma riesgos y explora, aprovecha virtudes del pasado,
contiene mucho talento e inteligencia, está muy logrado… pero se antoja algo
frío, puede que distante. Da la sensación de que es la creación de un gran
artista que se ve atenazado por la responsabilidad de estar a la altura, la
obra de un compositor agarrotado por la obligación de no desmerecer un pasado
tan glorioso, de un músico contrastado, emblemático, que no desea defraudar a
los millones que llevan años pendientes de él. Podría afirmarse que a Bowie y
Visconti les ha salido un álbum demasiado cerebral, un poco rígido y puede que
excesivamente tallado, repulido y retocado. Pudiera ser, en fin, que el peso de
la leyenda haya restado lucidez.
Se abre con ambientación aparentemente primitiva, pero que
oculta mucha producción, con guitarras crudas y directas y profusión de voces;
la saturación parece recordar sus evocados primeros setenta del siglo pasado. ‘Dirty…’resulta
un tanto extraña, aunque no deja de mostrar a ese Bowie en continua búsqueda.
‘The Stars…’ ofrece un ritmo más ágil y una parte vocal cargada de pasión,
ideal para una melodía intensa, pero la cosa no acaba de funcionar. ‘Love’
adquiere matices blues, la ya conocida ‘Where are…’ mantiene el enigma con su
tono pausado, calmoso y lánguido, ‘Valentine`s’ hace un guiño a los años
dorados al rememorar el sonido de la guitarra de ‘Ziggy Stardust’ al principio,
es de lo mejor del disco, pero la cosa se diluye. ‘If you…’ es caótica,
inquietante, opresiva, quizá hasta sicodélica, pero no acaba de enganchar, ‘I´d
rather…’ comienza de modo prometedor aunque luego se distrae, ‘Boss’ es
nuevamente muy años setenta, con matices jazz e incluso funk…, y ‘You feel…’ puede
que sea el mejor corte del álbum, la pieza más sólida y contundente, la que
muestra formas mejores y más definidas y, además, es muy muy Bowie en todos los
aspectos: vocal, instrumental, ambiental.
Las letras son en general muy poéticas, melancólicas, muy de
persona de edad (66 cumplidos). Y los diversos matices de voz que exhibe el
inconfundible artista británico siguen siendo tan Bowie que producen una
sensación reconfortante por la grata vibración del reconocimiento, sobre todo se
agradece algún que otro delicioso falsete glam, pero la modulación carece del
descaro y la arrogancia ingenua que tuvo (lógico).
Los arreglos son muy abundantes, recargados en varias
ocasiones, y sorprendentemente no aparecen sólidos, sino que se antojan
retenidos, como si la principal intención fuera no molestar.
Sin embargo, el mayor problema de este nuevo trabajo de
David Robert Jones son las canciones, que siendo buenas no producen gran
sensación más allá de la curiosidad y atención que merece una nueva creación de
un artista de esta talla. Él pone todo su talento, pero melodías y estribillos,
materias en las que él siempre fue brillante, aparecen un tanto apagadas,
mates.
Da la impresión de que su alejamiento de la calle le ha
arrebatado chispa, quizá la lejanía del exceso, la madurez, las preocupaciones
e inquietudes vitales han sido perjudiciales para su espíritu creador. Escuchando
el disco se reconoce a la primera que son canciones Bowie, tienen la marca de
la casa, pero va a ser difícil que alguna de estas sea recordada al lado de las
que todos recuerdan.
A pesar de todo ‘The next day’ es el mejor disco de David
Bowie en más de treinta años, desde que en 1980 publicara el arrebatador ‘Scary
monsters’; y sin la menor duda supera de modo aplastante a la mayoría de lo que
se graba, se edita y se escucha.
Sea como sea, este regreso
presagia una nueva etapa (hay que esperar que sea larga) en la trayectoria de
uno de los artistas más singulares de la historia del rock. Es una gran
noticia.
CARLOS DEL RIEGO
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