Paul Collins, imprescindible del power-pop.j |
En los casi sesenta años de vida que tienen el rock y el pop
ha habido muchos grandes creadores que apenas han obtenido algo de
reconocimiento, músicos cuya valía artística no se ha correspondido con su
popularidad y niveles de ventas. Y esto ha sucedido en prácticamente todas las
décadas; de este modo se pueden recordar nombres desconocidos para el gran público
y apenas recordados por los grandes especialistas, como Duane Eddy, Phil Ochs,
Chris Farlow, Nick Lowe, Graham Parker, Michelle Schoked, Billy Bragg y
muchísimos otros, personajes que en su momento tuvieron unos minutos de gloria
limitada, pero nunca alcanzaron cifras y presencia significativas ni en las
listas ni en directo ni en los medios especializados. Muchos de ellos pasaron a
engrosar el capítulo de ‘malditos’ o el de ‘músicos de culto’, aunque algunos
ni siquiera eso. No pocos continuaron su camino en un discreto segundo plano encajando
su propuesta en los circuitos de salas de pequeño aforo; los menos optaron por
quitarse de los focos y poner su talento al servicio de otros; e incluso hubo
quien simplemente desapareció del universo musical.
El cantante, compositor y guitarrista neoyorquino Paul
Collins tuvo unos minutos de fama mundial, siendo durante unos instantes una de
las puntas de la ‘new wave’ americana para, en poco tiempo, pasar a un segundo
y dignísimo escalón en el terreno de las ventas, pero manteniéndose siempre en
la primera división del pop-rock si se atiende sólo a la calidad artística. Su
primer álbum con The Beat es un modelo, un ejemplo perfecto de cómo deben
combinarse las más inspiradas melodías pop con las guitarras más enérgicas y
los ritmos más contundentes para conseguir canciones absolutamente
irresistibles, tanto hoy como cuando vieron la luz por vez primera (hace más de
tres décadas); prácticamente todas sus canciones son singles sin discusión,
pero si hubiera que elegir, impagables son ‘Rock & roll girl’, ‘Don´t wait
up for me’, ‘Different kind of girl’ (pieza a la altura de, por ejemplo,
Lennon-McCartney), ‘Work a day world’ o ‘Let me into yuor life’; son melodías
muy pegadizas, sencillas y directas con estribillos encantadores, con un sonido
poderoso y muy dinámico, ritmos casi siempre ágiles y arreglos muy
guitarreros…, un trabajo ejemplar. Ese primer disco sigue estando entre los
mejores de su estilo, y aunque aquel momento fue su momento, lo cierto es ni
siquiera entonces alcanzó las ventas que sin duda merecía. Los siguientes
mantuvieron al grupo en buena posición, pero nada más, y eso que ‘The kids are
the same’ es extraordinario y el mini Lp ‘To beat or not to beat’ vuelve a
regalar otros dos pares de delicias power-pop como ‘All over the world’ o
‘Always got you on my mind’.
Paul Collins Beat desaparece como grupo al terminar los
ochenta del siglo pasado, aunque Paul ha mantenido la banda siempre viva al
estar permanentemente de gira, recorriendo el mundo de escenario en escenario,
su hábitat natural, donde se muestra explosivo y donde más lucen sus canciones.
Eso sí, en solitario ha ido publicando discos en los que demuestra ese talento
natural para escribir estrofas y estribillos brillantes, hechizantes, chisporroteantes,
algo sólo al alcance del verdadero genio.
Curiosamente es en España donde más reconocimiento y aplauso
ha obtenido; aquí se ha casado un par de veces, aquí tiene su segunda
residencia y su base de operaciones para Europa, españoles son los integrantes
de su banda cuando gira por el viejo continente, y en Madrid fue donde
protagonizó un hecho que aun hoy se sigue recordando con verdadera emoción.
Resulta que The Beat estaba en España de promoción (hicieron un play back en
televisión), de modo que durante una entrevista Paul afirmó que le encantaría
tocar en vivo, a lo que alguien respondió que podían pasarse por un local
llamado Escalón, donde actuaban Ejecutivos Agresivos, y si les apetecía…; allí
se fueron y, ante la sorpresa general, subieron al escenario y se pusieron a
tocar, con instrumentos y equipo de sonido ajenos e insuficientes, sin prueba
de sonido, sin contrato, sin cobrar y como teloneros de un grupo que daba su
segunda actuación…, quienes allí estaban no creían lo que estaban viendo: ¡artistas
profesionales improvisando una actuación, con material prestado y por amor al
arte!, era la prueba fehaciente de que quien lleva el rock en el alma no
necesita gran cosa para ofrecer un gran concierto.
Nunca fue Paul Collins Beat (o The Beat) un gran vendedor,
pero la ilusión por la guitarra, la pasión por el escenario y la confianza y
convencimiento de estar haciendo buena música le proporcionan combustible de
muchos octanos para continuar dando alta energía a quienes gustan de lo mejor,
a los que quieren rock de verdad, no cuentos de hadas.
(A la memoria de Javi Morán)
CARLOS DEL RIEGO
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