OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 28 de noviembre de 2012

MELCHOR RODRÍGUEZ, EL ÁNGEL ROJO, UN TIPO VALIENTE Y HONESTO Hace cuarenta años moría el anarquista Melchor Rodríguez, llamado El Ángel Rojo por el bando franquista, pues consiguió salvar la vida de miles de presos falangistas, derechistas, fascistas…, en aquel Madrid de 1936. Su valentía eintegridad a toda prueba llega a emocionar, pues es rarísimo encontrar bondad tan desin teresada

Melchor Rodríguez, un modelo de integridad, de principios y valores inquebrantables

Desgraciadamente no abundan las personas como Melchor Rodríguez, sobre todo en momentos como los actuales (en realidad siempre ha sido así), en que la mayoría de los que tienen un mínimo de poder están dispuestos a vender su honor y dignidad por poco más que un plato de lentejas. Sin embargo, también ha habido grandes hombres que incluso han puesto en peligro su propia vida por defender sus principios y convicciones, por mostrarse dignos de principio a fin, personas íntegras, sin dobleces, de una pieza, hombres que jamás comerciarían con su honor, ni por todo el oro del mundo, ni por la poltrona más deseada.

Así, la trayectoria del  anarquista y sindicalista sevillano Melchor Rodríguez es una continua demostración de nobleza, de honor, de rectitud e inflexibilidad ante la injusticia; casos como el suyo se produjeron, afortunadamente, también en el otro bando, como es el del poeta Luis Rosales, que escondió a su colega Federico García Lorca hasta el último momento e hizo lo que pudo para salvar la vida a su amigo (la barbarie fue habitual en ambos bandos, en uno promovida desde arriba, en el otro permitida mirando hacia otro lado y haciéndose el sueco), o el de Ángel Briz, que se las ingenió para cobijar y salvar de una muerte atroz a miles de judíos en la Hungría ocupada por los nazis (la Gestapo y las SS no bromeaban), donde era embajador del régimen de Franco.

El 10 de noviembre de 1936 El Ángel Rojo es nombrado Director de Prisiones de Madrid, impidiendo inmediatamente las sacas de presos (la mayoría no habían sido acusados de nada) con destino al paredón de fusilamiento, así como las palizas y linchamientos; por ello, hubo de enfrentarse a muchos republicanos deseosos de sangre y sufrir insoportables presiones por parte de sus superiores políticos, de modo que cuatro días más tarde dimitió, reanudándose inmediatamente el transporte de internos de Alcalá o la Modelo a Paracuellos del Jarama. En diciembre de aquel año se le designó Director General de Prisiones, cesando al punto los asesinatos de cautivos en las cárceles madrileñas. Pero su celo (“es mi deber” solía decir) le llevó a enfrentarse con los que, tras los ataques de los nacionales, corrían a las cárceles en busca de una estúpida venganza (casi siempre promovida por comunistas); implantó toque de queda de 7 de la tarde a 7 de la mañana para que resultara imposible acceder al interior de las prisiones, mantuvo el tipo ante una avalancha de salvajes que le pusieron una pistola en la barriga exigiendo acceder a las celdas para linchar a unos cuantos, denunció la existencia de cárceles privadas ilegales y totalmente descontroladas, llegó a defender pistola en mano a los prisioneros…, aunque su arma estaba descargada, pues siempre defendió que “hay que morir por las ideas, pero jamás matar por ellas”. Por todo, fue acusado de fascista, insultado y amenazado (hasta su mujer lo abandonó), pero no cedió ante el instinto de supervivencia, y como el auténtico héroe, no echó a correr para ponerse a salvo porque “nadie se hubiera ocupado de los 15.000 presos que había en Madrid, los 1.500 de Alcalá y las 28 personas que tenía escondidas en mi casa; ninguno de los republicanos me ayudó nunca, estuve solo siempre”. Él mismo había sido preso con la dictadura y en la República, de modo que no puede extrañar que afirmara que “me reconozco en la cara de cada recluso”. Resulta prácticamente imposible encontrar en la Historia reciente de España un ejemplo de comportamiento y honestidad, de entereza y valentía, de decisión y coraje, de solidaridad y fraternidad como el que dio este héroe casi olvidado. Entre los miles de personas que se libraron de la muerte gracias a su postura incorruptible están desde el futbolista Ricardo Zamora hasta los falangistas Sánchez Mazas y Fernández Cuesta, desde los militares Muñoz Grandes o Serrano Súñer hasta los hermanos Luca de Tena; eran presos a su cargo y él defendió sus vidas poniendo en peligro la suya. Hay que ponerse en su lugar en aquel momento para comprender el tamaño de sus acciones. Resulta emocionante y gratificante encontrar españoles de esta categoría.

Tras la guerra, el ingrato y crudelísimo bando ganador (el perdedor no hubiera sido mejor de haber ganado) lo acusó y condenó varias veces a la cárcel a pesar de que Muñoz Grandes (y otros que seguían vivos gracias a este verdadero ángel) luchó en los tribunales a su favor. Ya en libertad, rechazó cargos cómodos que le ofrecieron peces gordos agradecidos. No abandonó sus ideas, y reivindicó reformas democráticas en los años duros de la dictadura. Era un tipo austero, componía letras para pasodobles y cuplés y escribía artículos de prensa y poemas; de joven había sido torero.
A su entierro, en 1972, acudieron tanto anarquistas como falangistas y se cantó ‘A las barricadas’ sin que nadie pronunciara una palabra de protesta.
Si existen héroes auténticos, este es uno, y es necesario recordarlo, sobre todo teniendo en cuenta lo fácilmente que pierden su dignidad la casi totalidad de los que alcanzan algo de poder.
Tiene que haber un cielo para tipos como El Ángel Rojo.

CARLOS DEl RIEGO
                                                                                               



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