OPINIÓN

HISTORIA

jueves, 29 de noviembre de 2012

ESTUDIO GENERAL DE MEDIOS, UNA MENTIRA CON CREDIBILIDAD Periódicamente se publica la correspondiente ‘oleada’ del Estudio General de Medios, una cosa que se construye de manera estimativa pero que se publica como algo prácticamente exacto. Una trola que incomprensiblemente se traga tanto el público como el profesional

El Estudio General de Medios es lo que se dice una engañifa, una filfa, una patraña

Pocas mentiras tienen tanta credibilidad entre público y profesionales (hay excepciones) como eso del Estudio General de Medios, y es así porque éste se basa en la estimación, en la extrapolación de datos, es decir, en algo absolutamente inexacto. Y se puede afirmar sin temor a errar que los resultados que se dan son embuste, ya que nadie ha probado jamás de modo irrefutable, empíricamente, que tales cifras sean exactas; tal vez un día se pueda recoger cada maniobra que se haga con cada receptor de radio o televisión, y entonces se sabrá algo de qué es lo que más éxito tiene en cada radio y televisión, pero ni siquiera ese día se tendrá cantidad exacta de cuánta gente mira o escucha. Sin embargo, las empresas que venden la patraña se atreven a afirmar que ésta o aquella cadena ha ganado 82.750 espectadores y que el programa tal fue visto por el 20% de los que en ese momento miraban a la pantalla. En realidad, lo único que pueden decir es que de los diez mil o veinte mil aparatos que controlan otras tantas televisiones, tantos eligieron este canal y tantos otros aquel, nada más.

No se tienen en cuenta infinitas variantes, empezando por que ha de ser una persona la que, al final, tiene el mando, y por tanto decide qué dato dar; además se pueden presentar muchos otros casos, como que si hay tres personas ante la tele tal vez dos estén mirando y atendiendo al ordenador y otra al whatsapp o leyendo el periódico, o se deja puesta a la vez que se viaja varias veces a la cocina para vigilar la tortilla, o se come sin prestarle atención, o se practica el alemán sin mirar lo que se emite, o se discute airadamente sobre Mouriño ajenos a la teleserie; por no hablar de la imposibilidad del cómputo de televidentes en colectivos como bares y hoteles, cárceles, internados, hospitales, donde el número de mirones varía constantemente.

Por su parte, lo de los números que se anuncian para las emisoras de radio es lo que se dice una paparrucha, más falso que un euro de madera. En teoría preguntan a la gente (que, por otro lado, debería exigir algo a cambio de dar esa información) sobre lo que han escuchado, lo que más les gusta o nunca se pierden, y con base tan birriosa e inestable deciden cifras, porcentajes, subidas y bajadas. Y muchos afirman que son datos matemáticos olvidándose de que las Matemáticas son por definición exactas, algo lejano a sus resultados.   

Capítulo aparte merecen los que están ante micrófonos y cámaras, que se dan jabón cuando les viene bien el dato y lo dan por seguro, pero reniegan y desprecian el estudio el día que vienen mal dadas. Asimismo llama la atención comprobar que hay algunos que son escépticos, incrédulos con la religión, con la llegada a la luna, con el deterioro del medio ambiente o con que un día se terminará el petróleo, y sin embargo se tragan a pies juntillas la bola de los estudios de audiencia en medios audiovisuales, e incluso los hay que viven pendientes de los comunicados de las empresas que los construyen y los veneran como dogma de fe.

No deja de sorprender lo cándido e inocente que se es a veces y respecto a algunos temas, y lo inquietantemente humano que resulta el hecho de que opiniones e interpretaciones contrapuestas habiten la misma mollera.

CARLOS DEl RIEGO
                                                                                               

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