Jóvenes, dispuestos a todo, valientes y decididos, inteligentes y con ganas de trabajar, pero abandonan su tierra y, aterrorizados arriesgan su vida. |
Las terribles consecuencias de la crisis, el asunto de los
nacionalistas, los millones de parados, los políticos, los bancos, las huelgas
y manifestaciones…, llevan lejos de las primeras páginas las tragedias de las
pateras y los naufragios, las desapariciones en el mar y los inmigrantes que,
muertos o medio muertos, llegan a esta ribera del Mediterráneo; se producen día
sí día también y son, a todas luces, algo intolerable por más que cada vez
ocupen menos espacio en los informativos. Y es que hay que ponerse en
situación. Piénsese en los chicos y chicas (a veces con niño en su vientre o
sus brazos) que sacan dinero de donde sea para comprar su ‘pasaje’ en un bote
ínfimo y frágil que hace agua por todas partes, cuyo ‘capitán’ está dispuesto a
lo que sea con tal de salvar el pellejo, de modo que si tiene que echar ‘la
carga’ al mar no lo dudará; irán ateridos de frío, hambrientos, apretujados,
aterrorizados en la oscuridad y ante su incierto futuro. Han dejado su casa empujados
por la necesidad y, en el mejor de los casos, llegan a tierra desconocida en la
que, lejos de lo que les han dicho, irán directos a las calles.
El problema de la inmigración (de esta emigración) es una
auténtica catástrofe tanto para el individuo como para su país de origen,
puesto que quienes se atreven a emprender tan arriesgada aventura son los más
decididos, jóvenes, inteligentes y capaces de encontrar dinero con que pagar el
viaje hasta debajo las piedras, emprendedores, dispuestos a trabajar duro en lo
que sea…, es decir, el país que emite emigración está viendo marchar a su
máximo valor, a su más preciado recurso, que no es otro que su juventud, y
dentro de ésta, a los que más podían hacer por su tierra…, si tuvieran
oportunidad de hacerlo. De este modo, esos países pueden llegar a perder
generaciones enteras, quedándose apenas con los viejos, los niños, enfermos y
discapacitados; y eso sin contar que si las tierras no se cultivan y cuidan, si
los pueblos van quedando abandonados, el desierto y la erosión irremediable se
irá haciendo cargo de más y más territorios. Esto también es una gran tragedia.
Y por otro lado, si las cosas le salen bien al inmigrante y
alcanza una vida ordenada y estable, tratará de volver, aunque sea
temporalmente, para hacer algo por su pueblo, pero sus hijos, crecidos en la
sociedad de consumo, no querrán regresar ni de visita a las desoladas aldeas de
sus padres, donde no hay wi-fi.
Entonces, ¿qué se puede hacer para evitar esa indeseable
emigración? Lejos de enviar dinero, comida, medicinas…, y poner más y más
parches, lo lógico sería conseguir que desapareciera el impulso de emigrar para
buscar una vida mejor, pues nadie abandona su tierra por gusto. Pero ¿cómo? Lo
primero tiene que haber una voluntad poderosa y decidida, luego ganas de
trabajar y, evidentemente, ideas. Por ejemplo, podría proponerse a las cien
empresas más poderosas del mundo que construyan otras tantas grandes
infraestructuras en los países más pobres y necesitados; lo harían sin coste
para el país y a cambio de importantes exenciones fiscales (más barato que
enviar dinero cuando se producen las catástrofes), pudiendo aprovechar el tirón
publicitario que tan generoso gesto conllevaría (las empresas que se negaran
quedaría públicamente señaladas en todo el mundo). La construcción sería al
margen de gobiernos y políticos (para que la cosa no degenerara ni menudearan
los sobornos y fraudes o algunos quisieran apuntarse tantos), de forma que
estos sólo se encargarían de aspectos como la seguridad y de que las empresas
tuvieran todas las facilidades. Así, se construirían vías de transporte
(carreteras, ferrocarriles, puertos y aeropuertos), servicios básicos
(hospitales, escuelas…), se potenciarían bienes y servicios propios de cada
país o territorio, se harían fábricas y factorías según los productos
autóctonos, se ordenarían y pondrían en valor atractivos característicos de
cada lugar…, y claro, se contrataría sólo mano de obra nativa, que también se
iría formando hasta que un día quedaran sólo los autóctonos para hacer
funcionar todo lo construido. La cosa no sería tan simple y habría que superar
infinidad de obstáculos y sería un proyecto a largo plazo, pero sin duda daría
resultado.
Es sólo una idea, pero cualquier cosa antes que ver los
cadáveres de los muchachos ahogados o las caras de terror de los ateridos
supervivientes.
CARLOS DEL RIEGO
No hay comentarios:
Publicar un comentario