Los elefantes marinos luchan a veces hasta la muerte por posesión de hembras, los hombres también hacen eso |
Al contemplar las imágenes de televisión sobre la violencia
producida en varias partes del mundo, alguien exclama “¡qué animales!”, y
alguien responde “no compares, los hombres son mucho peores, pues los animales
sólo matan para comer”. Pero si se reflexiona sobre el asunto, se llega
fácilmente a la conclusión de que los animales no sólo matan para comer, sino
que, esencialmente, matan por las mismas causas que los humanos: por comida,
por territorio y por hembras; unos y otros quitan vidas por otras cosas, pero
esas son básicamente las principales
.
Los animales matan por comida: los carnívoros a sus presas o
entre ellos para robarse la carroña; por territorios, con el fin de adueñarse
de los dominios de otro; por hembras, disputándose a veces hasta la muerte el
derecho a aparearse. Los hombres matan por dinero, el equivalente a la comida;
por territorios, con guerras, asaltos, invasiones…; y por hembras o a causa de
ellas, cosa que viene sucediendo desde hace milenios. En fin que las causas de
agresión mortal más importantes son comunes a hombres y bestias.
Pero aun se puede ir más lejos para acabar con la creencia
de que el animal ‘es bueno’ y no mata más que para comer (idea progre,
bienintencionada, angelical, pero absolutamente errónea). El animal no es bueno
ni malo, sólo hace lo que le dicta su instinto, y a veces ese dictado resulta
extremadamente violento, tanto como para llamar animal a una persona violenta.
Y por esa causa (el instinto) el león macho mata a otro león
para arrebatarle su territorio, e inmediatamente acaba con los cachorros de la
manada que acaba de usurpar, con el fin de que las hembras se pongan
inmediatamente en celo y así procrear sus propios retoños. Las cachorros de
hiena se quedan todos juntos (a veces más de 50) cerca de las madrigueras y al
cargo de unos pocos adultos; muchas veces, una cría coge a otra con la boca y
empieza a jugar con ella, sumándose rápidamente todas las crías al juego, de
modo que, lógicamente, la escogida como juguete termina muerta…, sin que los
adultos intervengan. Prácticamente todas las especies de carnívoros tratarán de
matar sistemáticamente a las crías de los otros, para eliminar así la
competencia. Muchas especies de aves sólo ponen dos huevos, pero los padres
apenas dan comida a uno de los pollos, generalmente el más joven, que se
convierte en algo así como un seguro por si al mayor le pasa algo; el pollo más
joven morirá de hambre o será arrojado del nido por su hermano…, sin que los
progenitores hagan otra cosa que mirar. Las orcas, una vez que han capturado
una foca, suelen jugar con ésta arrojándola al aire y cogiéndola antes de que
llegue al agua mientras la víctima está viva, siendo una conducta lúdica, de
juego, pues no tiene utilidad práctica; también es habitual que los adultos de
especies cazadoras dejen a la víctima malherida al alcance de sus crías para
que éstas las maten y vayan así entrenándose.
Los elefantes marinos pelean a veces hasta la muerte por el control de las
hembras, de forma que los perdedores se pelean entre ellos durante horas aunque
ya no haya por qué, terminando, muertos o con gravísimas heridas; pero en
muchas ocasiones, un perdedor (que no pueden acercarse a las hembras adultas)
ataca a una cría (que no le interesa al dueño de harén) y consuma una violación
y muerte por aplastamiento (el macho pesa cuatro toneladas y la cría no llega a
cien kilos). Los chimpancés son los animales más parecidos al hombre, y por
tanto, presentan conductas fáciles de reconocer; así, hay documentales que
muestran partidas de caza de chimpancés (que comen más carne que lo que se
piensa), cómo acosan y atacan a otros primates y cómo reparten la presa según
la escala social; pero una de esas filmaciones registró una batida de caza
fallida, de modo que los chimpancés regresaron con las manos vacías y una
frustración tal que, una vez llegados a donde estaba el resto del clan,
atacaron y mataron a una madre con su cría (probablemente uno de los agresores
fuera el padre), más para acallar su frustración que su hambre. No pocas
especies de ratas y otros roedores se comen a sus cachorros al mínimo peligro o
cuando aparece la escasez. Y si se entra en el reino de los insectos la cosa se
multiplica. En resumen, los comportamientos bestiales son habituales entre las
bestias, donde también hay abundancia de infanticidio, endogamia, fratricidio,
canibalismo…
Evidentemente, los animales matan a sus semejantes por
muchas razones, casi tantas como las que esgrimen los humanos para matar a su
prójimo (el bicho no mata por odio, venganza, envidia, ideología…), por tanto,
llamar animal a una persona no es un insulto al animal. La diferencia reside en
que la bestia no puede hacer otra cosa, pues su conducta está inexorablemente
determinada por el instinto, las hormonas, la bioquímica de su organismo, de
modo que es incapaz de sustraerse a lo dispuesto por su propia naturaleza; sin
embargo, el hombre, que también es empujado por instintos y hormonas, posee
racionalidad, conciencia, moralidad, inteligencia, conceptos que, al menos en
teoría, le dan la ocasión de elegir, de poder optar por matar o no. Es decir,
un asesino o un maltratador, en realidad, tiene más culpa que un animal, pues éste
no tiene elección a la hora de actuar.
CARLOS DEL RIEGO
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