OPINIÓN

HISTORIA

lunes, 3 de septiembre de 2012

CRISTIANO RONALDO: TRISTEZAS DE NIÑO MIMADO Incomprensiblemente, un deportista de éxito y con facultades extraordinarias, que gana millones y tiene la admiración del mundo, se dice triste, sin darse cuenta de que su problema es que nunca ha afrontado verdaderos problemas

Ronaldo, ese pobre hombre a quien la vida maltrata y que tantas desgracias soporta, tuvo que ver cómo otro se llevaba un premio que le pertenece.

“La princesa está triste. ¿Qué tendrá la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa”. Los célebres versos de Rubén Darío están escritos para las mujeres que se sienten princesas, pero se ajustan como guante a la actitud que muestra el futbolista del Real Madrid Cristiano Ronaldo, quien declaró (IX-12) que no celebra los goles porque está triste. En realidad, el problema que entristece al jugador es el típico problema de las personas que no tienen verdaderos problemas. Como lo tiene todo, le asalta la insatisfacción de quien quiere más sin saber exactamente qué. Uno se siente triste cuando tiene problemas de salud, familiares, de pareja, económicos o laborales, pero al portugués, de momento, ninguna de esas causas pueden producirle ese desconsuelo que él declara; además, al parecer se trata de problemas profesionales.

Así, puede deducirse que lo que realmente enfada al excelente delantero es que el público (excepto el suyo y el de su equipo) le silba y abuchea mucho más que a otros jugadores rivales, pero él no quiere caer en la cuenta de que eso es algo que él mismo se busca con sus desplantes, sus actitudes y gestos chulescos cuando anota, su soberbia cuando se encara al público, sus miradas de autosuficiencia y perdonavidas hacia sus rivales, sus altisonantes declaraciones, su egocentrismo desmedido; sin embargo, piensa que quienes le silban lo hacen por envidia, ya que él es “guapo, rico y un gran jugador”, como el propio deportista afirmó públicamente.

Asimismo, irrita e indigna al “guapo” pelotero el hecho de que, en los últimos años, los más preciados trofeos individuales que se otorgan en el planeta futbolístico van a su más encarnizado rival en la cumbre futbolística, Messi, al que ha tratado de menospreciar a la mínima ocasión (como hizo en la Eurocopa 2012); y cuando el premio no ha sido para el argentino ha sido para otro rival tan alejado de sus formas como es Iniesta. Esto lo entristece, seguro, pero también le causará una rabia tremenda, pues su vanidad es tal que no asume la posibilidad de que otro exhiba una corona que él entiende de su propiedad, o sea, cuando el galardón va a otro, se siente robado, y eso contribuye a su estado de insatisfacción.

Tampoco hay que descartar que el “rico” jugador quiera también más dinero, pues actualmente hay otros tan bien pagados como él, y eso es una pesada carga sobre las espaldas de quien está convencido de que no hay nadie mejor que él y que, por ello, todos los demás tienen que tener unos ingresos muy inferiores; no es que él se sienta mal pagado, no, lo que ocurre es que él quiere ser el que más cobre y que cada año sea revisado al alza su contrato. En realidad el jugador de Madeira no quiere más dinero, sino más que los demás, más que el que más.

Este “gran futbolista” tampoco soporta que su público aplauda demasiado a un compañero, pues ahí aparecen los celos del que no quiere competencia a la hora de la admiración. Y no digamos si a alguno de los que defienden su misma camiseta se le ocurre lanzar algún elogio a otro que no sea él, pues se sentirá traicionado por todos sus compañeros. Esto se ha comprobado en numerosas ocasiones cuando, al ser otro quien anota para su equipo, el 7 del Real Madrid apenas acude a festejar y felicita sin mostrar mayor alegría, de un modo rutinario.

En resumidas cuentas, lo que él quiere para no estar apenado es más mimos, como hacen todos los niños mimados, más alabanzas, más reconocimientos, más aplausos, más premios, que no se ponga en duda que él es el mejor, es más, que él es el único y, por eso, nadie tiene derecho a restarle elogios ni a premiar a otros, pues absolutamente nadie está por encima, y por tanto, cualquier distinción para otro es una gran injusticia. Está tan endiosado, tan convencido de su total superioridad, que dentro de su pensamiento no hay espacio para nadie más, no hay lugar para el reconocimiento de los méritos de otros. Y por si faltara algo, al soltar una como la de su sospechosa tristeza, consigue lo que quiere: cámaras, focos, portadas…, alimento para su ego descomunal.

Para la aplastante mayoría de los mortales, Cristiano Ronaldo es un auténtico privilegiado, por lo que las causas de su equívoco abatimiento son nimiedades, caprichos de niño mimado que, a falta de auténticos problemas, pone mohín de disgusto para que se le haga caso, se le den mimos y se le insista en que no hay nadie como él.

CARLOS DEL RIEGO

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