OPINIÓN

HISTORIA

sábado, 13 de diciembre de 2025

LA INMORALIDAD NECESARIA PARA METERSE A ÁRBITRO DE DEPORTES

 



 La injusticia e inmoralidad son consustanciales a quien decide meterse a árbitro, es decir, a perpetrar injusticias a sabiendas de que va a cometerlas, aunque sea involuntariamente

Cuando una persona decide meterse a árbitro (de fútbol, baloncesto, balonmano, waterpolo…) sabe que va a equivocarse y que cada equivocación se traducirá en una injusticia, es decir, quien comienza en el arbitraje entiende perfectamente que va a cometer abundantes injusticias: voluntaria o (en el mejor de los casos) involuntariamente va a ser injusto. Por eso, no es atrevido afirmar que quien se mete a árbitro tiene que tener una moralidad laxa y elástica, una moral ajena a conflictos de conciencia por el daño causado

El que comienza sus ‘estudios’, su preparación para convertirse en juez de deportes no puede desconocer que caerá en el error, y sin embargo eso no lo disuade, sino que continúa aun a sabiendas de que va a perjudicar, que va a ser injusto. Habitualmente quien está o ha estado en el arbitraje suele esgrimir el argumento de que ‘todo el mundo se equivoca’, sin embargo, no tiene en cuenta que no todo el mundo se mete a juzgar eventos deportivos ni tiene obligación de hacer justicia. Igualmente  se disculpan argumentando que ‘también los jugadores se equivocan’, un razonamiento falso, ya que el encuentro deportivo han de decidirlo los jugadores con sus aciertos y sus fallos, mientras que el árbitro no tiene derecho a decidir el partido de un modo u otro: el árbitro tiene la obligación de ser justo, o sea, de ser certero siempre. Y si no es así comente grave injusticia.

 

La realidad indiscutible es que cada vez que el colegiado yerra altera el natural discurrir del partido. Y no se trata ya de jugadas determinantes, como un balón de gol que entra o no, una expulsión, una pena máxima…, sino que incluso jugadas aparentemente banales, como un saque de banda que se concede al equipo infractor, modifica lo sucesivo. Por ejemplo: en el primer partido de Francia en el Europeo de fútbol de 2024 contra Austria, un delantero austriaco tiró a puerta y un defensa francés desvió el tiro, que salió a córner (de modo bastante claro); sin embargo, el árbitro dio saque de puerta, y en la jugada siguiente (medio minuto después) Francia anotó el único gol del partido, el que le dio la victoria. Un fallo aparentemente intrascendente modificó de modo determinante el transcurrir del partido; si el referí hubiese atinado con su decisión, Austria hubiera sacado de puerta y ese tanto de Francia jamás hubiera tenido lugar, es decir, si hubiera señalado correctamente nada de lo que sucedió después hubiera sucedido. En otras palabras, la equivocación del árbitro manipuló el natural desarrollo del encuentro y, evidentemente, el resultado final. De modo involuntario, pero él fue quien decidió el tanteador. Lo mismo pasa cuando se da un simple y aparentemente trivial saque de banda de modo erróneo: se altera todo lo que sucederá a continuación. En fin, cada error del juez del encuentro altera lo que justa y naturalmente debería pasar.  

 

También puede razonarse que el árbitro es algo así como un gorrón que vive a costa del deportista, puesto que nadie pagaría por ver en acción al señor del silbato; no, el público paga y genera ingresos porque quiere ver al jugador de fútbol, de baloncesto, de balonmano…, no por ver en acción al colegiado, que no deja de ser un mal necesario, una figura indeseable que causa perjuicios pero de la que no se puede prescindir… de momento. Por todo ello resulta ciertamente insultante, intolerable, la situación en la que el árbitro se comporta de modo soberbio, vanidoso, como si él fuera el dictador que no tiene que dar explicaciones ni admite preguntas: él decide y los demás a callar y obedecer. Como si él fuera quien llena las gradas. Esa vanidad y engreimiento, esa soberbia, ese endiosamiento debería ser extirpado, sancionado, y exigir al gorrón que se comporte con humildad ante quien genera los ingresos de los que él cobra.

 

Y ¿por qué una persona está dispuesta a cometer injusticias, graves injusticias que alteran de modo determinante el encuentro deportivo? Y ¿por qué está dispuesta a ser injusta (involuntariamente en el mejor de los casos, puesto que hay otros…) e intervenir en el resultado del partido? La respuesta el evidente: por dinero, claro.

 

Llegados a este punto es fácil preguntarse ¿y cómo se solucionaría el asunto?, ¿cómo buscar hacer justicia en el deporte profesional? Sin embargo, ese es otro debate, aquí sólo se ha tratado de la persona, del individuo y su conciencia, de cómo afecta a su moralidad, a su dignidad personal  el convencimiento de que va a cometer injusticias metiéndose a arbitrar enfrentamientos deportivos. ¿No tienen conflictos morales?, ¿no afecta a su conciencia comprobar que ha perjudicado aunque fuera de modo involuntario?

 

Para ser árbitro hay que tener un tanto así de inmoralidad e indignidad, pues de otro modo no se podría vivir sabiendo que se gana dinero siendo injusto.

 

CARLOS DEL RIEGO

sábado, 6 de diciembre de 2025

HACE 60 AÑOS LOS BEATLES EDITARON ‘RUBBER SOUL’, UN DISCO CRUCIAL QUE INFLUYÓ EN MUCHOS OTROS GRANDES DEL ROCK

 


La foto de la que Beatles sacaron la portada de Rubber-Soul

 

Los más entendidos y conocedores de primera mano aseguran que la carrera discográfica de The Beatles se puede dividir en dos: antes y después del Lp ‘Rubber soul’, de 1965. El público, su público, ya estaba rendido, pero por primera vez la crítica en todas partes coincidió en la grandeza de este álbum. Los arreglos son muy específicos, muy expresivos, las letras muy maduras (a pesar de que estaban en los veintitantos), la instrumentación muy innovadora y versátil…, ¡y qué se puede decir de la inspiración que evidencian sus deliciosas melodías! Muchos otros músicos de rock se han rendido a aquel disco y no pueden dejar de señalar lo mucho que les influyó ‘Rubber soul’

 

Hace nada menos que sesenta años (toda una vida) que aquellos chavales tocados por la mano del talento sacaron el ‘Rubber soul’, su sexto elepé. Ese mismo año ya habían lanzado otro, el ‘Help!’, pero en diciembre del 65 dejaron más que claro que no se conformaban, que podían hacer algo más… Elvis Costello, Brian Wilson, Roger Daltrey y otros afirmaron sin rodeos que aquel disco cambió su forma de ver, entender y componer música. 

 

John Lennon dijo un día: “Si no conoces ‘Rubber soul’ no conoces a los Beatles”. Para Harrison “ese es mi disco favorito de los Beatles”. Y McCartney afirmó que “pudimos hacer ese disco porque ya no éramos los mismos que los que hicimos los anteriores, habíamos avanzado mucho”. Esto pensaban los autores (ayudados, eso sí, por un también inspirado Georges Martin) de las canciones (todas propias). Y muchos otros gigantes del rock también lo vieron así, como demuestra su ‘rendición’ incondicional a ese inolvidable Lp.

 

El que de 1963 a 1967 fuera manager y productor de los Stones (que nunca fueron enemigos de los Beatles) Andrew Loog Oldham, que tuvo luego una exitosa carrera con otros, no dudó en afirmar con rotundidad: “El ‘Rubber soul’ fue el álbum que transformó el mundo de la música en que vivíamos hasta entonces en el mundo de la música en que vivimos hoy”. Más claro no se puede decir.

 

Autor inspirado y de ya larga carrera es Elvis Costello, quien explicó: “Tendría once o doce años cuando lo escuché; ‘Rubber soul’  fue el primer álbum que me hizo pensar: 'Esto trata sobre un mundo que no conozco', puesto que hasta entonces todas las canciones de los Beatles parecían muy alegres; en este disco todo tenía un toque más oscuro (sobre todo las de Lennon) y más maduro las de los dos, las de John y las de Paul (las de éste eran algo más alegres)”.

 

The Who sacó su ‘My generation’ el mismo día que salió el ‘Rubber soul’. Roger Daltrey dijo: “Pasé de Chuck Berry y los clásicos del blues a este Lp de los Beatles, del que sólo puedo decir una cosa, me encantó desde el primer momento”.

 

Brian Wilson dijo con rotundidad que el 'Pet sounds' de sus Beach Boys "nunca habría existido sin el 'Rubber soul' de los Beatles. El nuestro fue un buen álbum, pero no el mejor. Creo que 'Rubber soul' de los Beatles sigue siendo el mejor álbum de todos los tiempos". Esto dijo en 2001 uno de los más grandes.

 

Grace Slick, la solista de Jefferson Airplane declaró con sinceridad en 2010: “Hasta ese momento pensé que los Beatles eran poco más que una tontería para adolescentes…, pero cuando escuché ‘Rubber soul’ todo cambió en mi pensamiento y en el mundo de la música”.

 

John Cale, integrante de la Velvet Underground (junto a Lou Reed) explicó en el año 2000: “Beatles fueron un motor para los Velvet, pues nos hicieron trabajar más duro y nos pusieron en marcha. Y ‘Rubber soul’ era donde te veías obligado a tratarlos como algo más que una moda pasajera. Era una banda rica en ideas, y me encantó cómo George logró incluir todos esos instrumentos indios. Fue un momento único en la historia del rock».

 

Incluso Paul Stanley, guitarrista de Kiss, lo elogió de un modo muy descriptivo: “Dentro de su simplicidad es tan elocuente…La emoción que lo impregna lo convierte en algo simplemente extraordinario». Simplemente. 

 

Hay insinuaciones sexuales en ‘Drive my car’ y en ‘Girl’; nostalgia por los seres queridos que han muerto en ‘In my life’; amor tradicional sin más en ‘Michelle’; amor loco en el que ella lo deja entrar en su casa pero lo obliga a dormir en la bañera en ‘Norwegian wood’; hay amor en sentido hippie, en sentido ‘flower power’ en ‘The word’; también hay ruptura amorosa, en ‘Think for yourself’, plagada de palabras amargas como miseria, mentiras, ruina; aparece la ansiedad por la separación en ‘Wait; y a diferencia de ‘canciones de amor simples’ escritas hasta entonces, ‘You won´t see me’ es de amor, pero mucho más profunda, mucho más madura; está la primera que no tiene nada que ver con chicas, ni con el amor, ni con romanticismo, ‘Nowhere man’; incluso  hay amenazas (tanto que alguna vez ha sido prohibida) en ‘Run for your life’.

 

Es, en fin, un disco que nunca cansa. Como todos los de estos tipos.

 

CARLOS DEL RIEGO

viernes, 28 de noviembre de 2025

LOS DELIRIOS Y DEMENCIALES DESATINOS QUE LE VALIERON A JUANA DE CASTILLA EL APLEATIVO DE ‘LA LOCA’

 


Pintura de Francisco Pradilla de 1877 que representa a Juana ante el féretro 

de su marido Felipe

 

En 1555, hace 470 años, moría en su encierro en Tordesillas Juana de Castilla, que ha pasado a la Historia como Juana ‘La Loca’. La Historiografía sobre el personaje siempre ha confrontado las dos posturas: unos aseguran que fue encerrada por intereses políticos y otros que verdaderamente manifestó desde muy joven graves desarreglos mentales. Los cronistas de la época dejaron constancia de episodios psicopáticos 

 

La segunda hija de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón había nacido 75 años antes, de los cuales se pasó nada menos que 46 encerrada en una casona de la localidad vallisoletana de Tordesillas. La cuestión es si fue confinada por interés político de unos y otros o si verdaderamente sufría trastorno mental.  Repasando sucesos e incidentes de los que dejaron constancia cronistas de su tiempo decanta la duda hacia la segunda postura.

 

Todos los hijos de Isabel La Católica recibieron una educación esmerada; aprendieron literatura, humanidades, historia, arte y latín, además de ‘labores de mujer’ ellas (su hermano Juan murió antes de cumplir los veinte años), y todo lo referente a la religión católica. Se casó en Flandes al cumplir los 17 con el archiduque Felipe de Austria, un tipo de armas tomar, atractivo, mujeriego hasta el extremo, dado a todo tipo de placeres y, según los cronistas, con un carácter de mil demonios.    

 

Enamorada hasta las trancas de su marido, Juana no vivía más que para él, dejando totalmente de lado cualquier otro asunto, desde obligaciones religiosas hasta el cuidado de sus hijos. Sólo vivía para Felipe ‘El Hermoso’, que no dejaba de estar enamorado de ella, pero no paraba de perseguir a otras mujeres. Presa de los celos, y embarazada de nueve meses, lo acompañó a un baile para no dejarlo solo…, teniendo que dar a luz a su segundo hijo (el futuro Carlos I de España y V de Alemania) aquella misma noche en las letrinas del palacio de Flandes donde estaban. Volvieron a España por tierra, y al pasar por Francia el irredento Felipe se las ingeniaba para demostrar que las francesas también se le daba muy bien… A punto de parir a su cuarto hijo, Fernando, en Alcalá de Henares (1503), Felipe decidió irse a Bruselas sin ella, que no estaba en condiciones de viajar. En ese momento empezaron los desajustes mentales de Juana; al poco de marcharse su marido, empezó a gritar desaforadamente y a dejarse: “Su estado es tal que causa aflicción a los que la ven, apenas duerme o no duerme, apenas come o no come, está triste y consumida y se niega a hablar”, escribió el cardenal Cisneros. Tenía antecedentes, pues su abuela, Isabel de Portugal, ya había mostrado síntomas parecidos.

 

Nada más parir ya quiso viajar a Bruselas a reunirse con Felipe, pues según ella, cualquier nodriza podía amamantar al recién nacido (extrañó que una madre se alejara de su hijo recién nacido). La desdichada Juana sólo tenía en mente ir al lado de su marido; su madre, la poderosa Isabel de Castilla, no sólo le suplicaba sino que soportaba gritos e insultos (algo que no hubiera permitido a nadie más en el mundo). Al no poder marchar, Juana gritaba ante las puertas del castillo, a la intemperie, con frío y nieve, y allí se quedaba días y noches chillando hasta quedar exhausta. Isabel, al verla, le permitió irse a Flandes.

 

Al llegar, Felipe apenas le hizo caso, pues estaba encaprichado con una joven de cabellos rubios. Esperó su ocasión y, aprovechando que Felipe estaba fuera del palacio, buscó a la rubia damisela armada con unas tijeras. La sorprendió leyendo una carta que la otra guardó en su escote. Juana la acometió gritando y exigiendo que le diera la carta, pero la amante de su marido se la comió. Juana, enloquecida, sacó las tijeras y trató de cortarle las rubias trenzas, haciéndole también cortes en el rostro. Al griterío acudieron sirvientes y damas de compañía que consiguieron separarlas. Y cuando llegó Felipe, Juana le arrojó, fuera de sí, su trofeo: los cabellos de la concubina; y luego huyó, pero ‘El Hermoso’ la alcanzó y la sacudió hasta que Juana cayó al suelo gritando desaforadamente. Él la dejó allí, se fue a su alcoba y cerró con llave. Ella lo siguió suplicando perdón y allí quedó, a la puerta, gritando y gimiendo; arrodillada golpeaba la puerta implorando y llorando a voz en grito, pero su marido no abrió. Y así transcurrió gran parte de la noche, hasta que sin más fuerzas, la pobre Juana apoyó su cabeza contra la cerrada puerta y se quedó en silencio con los ojos muy abiertos.

 

Al parecer, ese era uno de los castigos que Felipe propinaba a su mujer: encerrarse en la alcoba para desesperarla hasta la locura; ella quedaba horas y horas tirada a la puerta, sin comer, sin atender a sus hijos, sin dormir, sin hacer caso a nadie; de vez en cuando gritaba y suplicaba y, al rato, se quedaba callada durante horas.

 

En 1504 murió Isabel de Castilla y Juana se convirtió en reina, lo que despertó las hasta entonces retenidas ambiciones de Felipe ‘El Hermoso’. Pero las cosas seguían como siempre: ella no atendía a nada que no fuera su marido y éste no paraba de hacerla rabiar con cuantas mujeres se le ponían a tiro, que debían ser muchas, pues su porte y su posición lo debían hacer irresistible y, además, no se preocupaba por esconderse. Ella moría de celos y rumiaba venganzas. Él maniobró para hacerse con la corona de España y ella, echada a sus pies, gritaba que haría todo lo que él le pidiera, todo. Su padre y su marido no dejaban de maquinar e intrigar para hacerse con el poder. Ella ni comprendía ni le interesaba ese asunto, hasta el punto de descuidar su persona: ni se lavaba ni se cambiaba de ropa hasta el punto de que vestía harapos rotos y sucios, no comía ni dejaba de llorar, comida por los celos.

 

En 1506, Felipe murió tras jugar un partido de pelota y beber agua muy fría; enfermó ese día, 16 de septiembre, le subió la fiebre, vomitaba sangre y murió ocho días después. Se dijo que su suegro lo había envenenado, aunque Fernando estaba lejos de Burgos (donde sucedió todo). Pero parece que fue la peste, pues Pedro Mártir de Anglería escribió “estamos rodeados de la peste”. Ella estuvo a su lado y probó las medicinas que le daban para comprobar que no eran veneno…, y a pesar de estar embarazada no se separó de él. Murió y ella gritó y gritó, lo besaba y abrazaba y hubo que separarla del cadáver a la fuerza. No dormía, no hablaba, no comía, no se lavaba, no mudaba su ropa.

 

Enterraron a Felipe, pero ella ordenó desenterrarlo, meterlo en un ataúd y llevarlo a Granada. Así, acompañada por un gran cortejo, emprendió viaje por una helada Castilla. En cada iglesia que paraba ella exigía que ninguna mujer entrara “porque no tentaran a su marido”, e incluso cuando un coro de monjas entonó cánticos en una capilla, ella, encolerizada, las mandó expulsar, pues ninguna mujer podía estar en la misma estancia que su marido aunque fueran monjas. A mitad de camino parió a Catalina, hija póstuma de su Felipe.

 

Finalmente, Fernando de Aragón, decidió apartarla del mundo y la encerró en aquella fortaleza de Tordesillas. Recibió visitas, pero no reconoció a nadie, ni siquiera a sus hijos, Carlos y Leonor. También fueron los comuneros, que dijeron que ella estaba de acuerdo con ellos, pero no le consiguieron arrancar su firma. Comía lo poco que comía y dormía lo poco que dormía en el suelo, no se lavaba ni peinaba, no se cambiaba de ropa; sus piernas se llenaron de llagas. Y gritaba y gritaba. Y así años y décadas. Murió la desdichada Juana en abril de 1555, pocos meses antes que su hijo el Emperador Carlos I.

 

Así, ¿estaba loca Juana ‘La loca’?      

 

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 19 de noviembre de 2025

¿DÓNDE ESTABAS Y QUÉ MÚSICA ESCUCHABAS EN 1985?

 


Si hubiera que escoger una única imagen del rock en 1985 sería esta,

 que no necesita explicación

 

Aquel año vio infinitos y sangrientos sucesos en todo el mundo; en realidad como casi todos los años. En el apartado del rock aun hay mucho que recordar y, sobre todo, eventos tan masivos, tan memorables como el Live Aid, que dio fecha al día internacional del rock

 

EEUU y la URSS hablan de desarme tras décadas de guerra fría. Bangladesh sufre un ciclón que deja más de 10.000 muertos. El fútbol fue escenario de varias tragedias: en Bradford, Inglaterra, se incendia un estadio en pleno partido que produce 57 muertos; en el Heysel de Bruselas una avalancha de aficionados de la Juve y el Liverpool provoca 39 muertos y 600 heridos; en el Olímpico de México una estampida  causa la muerte de 11 personas y 60 heridos. España (y Portugal) firman su entrada en el Mercado Común Europeo, hoy Unión Europea. Se producen varios accidentes de aviones que dejan miles de víctimas, y secuestros y ataques terroristas con cientos de muertos en los cinco continentes (incluyendo el perpetrado por el gobierno francés contra Greenpeace en Australia); el volcán Nevado del Ruiz en Colombia mata a más de 30.000 personas. En septiembre se encuentran los restos del Titanic a casi 4.000 metros de profundidad en el Atlántico Norte. Se lanza el vídeo juego Super Mario y Microsoft pone en el mercado el sistema Windows.Y se siguen realizando pruebas y detonaciones atómicas. Año muy convulso… como todos.

 

En 1985 tuvieron lugar grandísimos eventos como el Rock in Río, con ocho bandas de alcance mundial, desde AC DC hasta Queen, además de algunas brasileñas. También se grabó el ‘We are the world’ por parte del ‘grupo’ Usa For Africa, compuesto por Ray Charles, Bob Dylan, Michael Jackson, Paul Simon, Springsteen, Tina Turner, Lionel Ritchie…, hasta 24 grandes de la música de EEUU; el tema, escrito por Jackson y Ritchie, fue un gran éxito mundial bajo la dirección de Quincy Jones.

 

Otro enorme acontecimiento tuvo lugar el 13 de julio de 1985: uno de los festivales más grandes y recordados de la historia del rock, el Live Aid (desde entonces ese es el Día mundial del rock), con escenarios en Londres y Filadelfia, y retransmitido vía satélite a todo el mundo. La interminable lista de artistas que colaboraron en este proyecto solidario de Bob Geldof incluyó a Queen, U 2, Dire Straits, Bowie, The Who, Elton John, McCartney…, y en EEUU Crosby Stills & Nash, Judas Priest, Beach Boys, Simple Minds, Santana… Gran éxito y gran recaudación para paliar el hambre en África.

 

Aquel fue el año en que David Bowie se convirtió en el primer músico en tener todo su catálogo en formato CD (que parecía destinado a quedarse pero pronto quedó obsoleto). Y el ‘Brothers in arms’ de Dire Straits fue el primer disco de la historia grabado íntegramente con tecnología digital, sin cintas magnéticas.

 

Michael Jackson se anticipa a Paul McCartney y compra los derechos de las canciones de Beatles; Paul se llevó un enorme cabreo y se enfadó con Jackson para los restos, despotricando de él en cuanto tenía ocasión, pues se sintió “engañado y estafado”. La sociedad de radiodifusión de Sudáfrica censura y prohíbe la música de Stevie Wonder porque éste dedicó el premio Óscar, ganado el día anterior, a Nelson Mandela; y es que en Sudáfrica hubo hasta 1992 segregación racial, racismo legal.

 

En diciembre dos fans de Judas Priest se disparan en la cabeza intentando suicidarse (uno lo consiguió, el otro quedó hecho polvo) porque, decían, en el disco había mensajes que así lo sugerían. El año siguiente se celebró el juicio, en el que la banda quedó exonerada; sus miembros dijeron que si fueran capaces de meter mensajes subliminales que obligaran a algo al público serían del tipo “comprad nuestros discos y venid a nuestros conciertos; jamás pediríamos a nuestros fans que se mataran; eso es estúpido”.

 

Entre los grandes discos publicados en 1985 (que los hubo, aunque el rock ya no era lo mismo) pueden destacarse el ‘First & last & always’ de Sisters of Mercy, una de las cumbres del rock gótico. El magnífico ‘Low life’ de New Order, que incluía piezas insuperables como ‘Love vigilants’, ‘Perfect kiss’ o la irresistible ‘Subculture’. El inolvidable  ‘Brothers in arms’ de Dire Straits, que sigue sonando igual de intenso. El injustamente olvidado ‘Phantasmagoria’ de The Damned, cargado de atractivo gótico y que en algunas versiones incluyó una particular versión del ‘Eloise’ de Barry Ryan (original de 1968). Imposible no incluir el ‘The head od the door’ de The Cure, con esa mezcla de post punk, new wave e incluso matices góticos, y con canciones tan brillantes como ‘The blood’, ‘In between days’ o ‘Close to me’. The Cult lanzaron ‘Love’, que merece ser recordado como muestra del rock más duro de los ochenta sin perder ese toque de la época, con piezas tan poderosas como ‘Rain’ y sobre todo ‘She sells sanctuary’. The Jesus & Mary Chain dejaron a todo el mundo de piedra con su ruidosísimo, aunque atractivo, ‘Psychocandy’.

 

Ese año también dejó algunos singles que nunca han dejado los altavoces. ‘The whole of the moon’ de The Waterboys, apasionante combinación de guitarras, violines, trompetas y otros instrumentos de viento; un tema deslumbrante. La elegante ‘The killing moon’ y la enigmática ‘Silver’ de Echo & the Bunnymen. Con un sonido verdaderamente explosivo salió ‘Machinery’ de los alemanes Propaganda, canción que sonó y llenó pistas en toda Europa con su tono apoteósico. Los noruegos ‘A-ha’ consiguieron un bombazo mundial que aun hoy sigue resonando, ‘Take on me’. David Bowie y Mick Jagger volvieron (por enésima vez) a lo alto de las listas, esta vez al revistar a dúo el ‘Dancing in the street’ (de Martha & the Vandellas, de 1964). ‘Don´t you forget about me’ de los Simple Minds, que no ha perdido chispa ni encanto. ¿Quién puede resistirse al ritmo de ‘Fresh’ de Kool & the Gang por más que hayan pasado 40 años? Aplastante y con un ritmo y ambiente únicos, ‘Love like blood’ de Killing Joke sigue impresionando. Típico de los ochenta es el ‘Shout’ de los Tears For Fears, aun con magia. Siempre que sale ‘Duffman’ en Los Simpsons suena el ‘Oh yeah’ de Yello.

 

En España hay que destacar canciones como la irreverente ‘Devuélveme a mi chica’ de Hombres G;  la no menos chula ‘Bailaré sobre tu tumba’ de Siniestro Total; la antibelicista ‘Querida Milagros’ de El Último de la Fila; el siempre combativo Rosendo con su ‘Agradecido’; ‘Olaf el vikingo’ de los ‘ramones de Algete’, o sea, Los Nikis; la cargada de ritmo e intención ‘Ni tú ni nadie’ de Alaska y Dinarama; la inolvidable ‘Cuatro rosas’ de Gabinete Caligari; la evocadora ‘No mires a los ojos de la gente’ de Golpes Bajos; los leoneses Los Cardiacos sacaron un maxi con dos canciones muy recomendables, las excelentes ‘La costa oeste’ y ‘Silencio en el dial’.

 

Sí, el 85 del siglo pasado aún dejó piezas y momentos inolvidables.

 

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 12 de noviembre de 2025

‘MI FE SE PERDIO EN MOSCÚ’, EL LIBRO QUE CUENTA LA EXPERIENCIA Y DESENGAÑO DE UN COMUNISTA ESPAÑOL

 


Enrique Castro Delgado, autor de 'Mi fe se perdió en Moscú', libro donde muestra su desencanto y decepción al conocer de primera mano el 'paraíso socialista'

 


José Diaz y Dolores Ibarruri, que se convirtió en secretaria del PCE

 tras el suicidio de Díaz

En marzo de 1985 llegó a Secretario General del Partido Comunista de la URSS Mijail Gorbachov, con lo que se inició el proceso de demolición del país del comunismo; la escenificación del colapso se produjo el 9 de noviembre de 1989 con la caída del Muro de Berlín.  El dirigente comunista Enrique Castro Delgado se exilió al acabar la Guerra Civil Española y llegó a Moscú el mismo 1939. Caído en desgracia, consiguió huir a México, donde escribió en 1964 el revelador libro ‘Mi fe se perdió en Moscú’

 

La primera parte del libro se titula ‘Mi llegada al país de la felicidad’. Al principio dice eufórico: “Ya estoy en Moscú. El mundo capitalista queda allá con su miseria y su explotación. He salido de un infierno. Ahora estoy en el país del socialismo, donde todos somos iguales. Mis sueños se han convertido en realidad. Ayer todo lo veía a través de los libros y revistas; desde hoy lo veré a través de los hombres y las cosas” (pág. 13).

 

Poco a poco va viendo por sí mismo. “También aquí existe el principio religioso de pecar y hacer penitencia (…) pero no se admite pecar, hacer penitencia y volver a pecar. Aquí la penitencia empieza y nunca termina… Y para no tener que hacer una penitencia que se transmite de padres a hijos, lo mejor es no pecar nunca (…). Es fácil: decir que el mundo capitalista es un infierno, que Stalin no se equivoca nunca y aplaudir siempre que en se pronuncia su nombre; creerse las estadísticas, la democracia y el bienestar soviético… Es una ley general. Y quien la cumple sube y sube y sube. Y quien no la cumple baja y baja y baja (69). “Me habían hablado de muchas cosas (…). El socialismo no es sólo la eliminación de las clases. Debe ser el bienestar de los hombres (…). Pero el bienestar sólo ha llegado a unos cuantos (…): a los funcionarios del Partido, a los del Gobierno, a los de los sindicatos, a los miembros del ejército y de la NKVD” (96).

 

Miembros españoles de la Komintern visitan a sus compatriotas que trabajan en las fábricas de Jarkohv, Krematorsk y Vorochilogrado: “¿A qué obedecerá que la mayoría de directores de fábricas, altos funcionarios del gobierno, del partido, de los sindicatos y generales del ejército estén tan excesivamente gordos? (99). En la fábrica de Krematorsk (donde viven y trabajan cientos de españoles) de catorce niños que nacieron en un año sólo quedan vivos dos. Ambos son un estudio anatómico. ¿Cómo es que han muerto tantos? ‘Con nuestro salario (responden) no podíamos pagar la ‘casa cuna’, donde reciben la leche necesaria para que nuestros niños vivan’ (101). Hemos hablado con el director de la fábrica… Que trabajen más y ganarán más (dijo)” (102).

 

El autor describe a los obreros como harapientos, famélicos, encorvados, cansados y tristísimos en varias ocasiones. E insiste en que nadie, ni el gobierno, ni los sindicatos, ni los directores de las fábricas, ni los delegados del Socorro Rojo hacen nada de nada. Como mucho redactan informes que se van pasando unos a otros sin que nada cambie para los desdichados españoles que se creyeron que emigraban al “país de la felicidad, al país del socialismo”. Dicen los funcionarios del gobierno, de los sindicatos, de Socorro Rojo…: “No tenemos ropa de invierno que darles. Las peticiones de ayuda económica debe aprobarlas el Comité Ejecutivo. Estamos estudiando la situación y la forma de solucionarla. El Socorro Rojo no puede dar dinero siempre…” (105). “Nuestros compatriotas tratan de mantener a sus familias (…), tuberculosis, mortandad, perdida la esperanza después de haberla perdido en otros… (…) ¿Qué piensan de la URSS, del régimen soviético, del socialismo? (…) Se limitan a pensar en la hora de regresar a España… a esa España de la que se habla poco y se quiere más que nunca” (106).      

 

El secretario del PC de España, José Díaz, va a exponer su informe sobre la situación política y económica de España ante los integrantes de la Komintern, es decir, de la Internacional Comunista, el órgano que agrupa en Moscú a todos los representantes comunistas de los países donde el comunismo fue derrotado y expulsado: Alemania, Italia, Checoslovaquia, Ucrania, Polonia, Francia , Hungría, Bulgaria, España…; los jefes son el ucraniano Dimitri Manuilski y el búlgaro Gueorgui Dimitrov, que son los que mandan e informan al Kremlin y a la NKVD (policía política). Díaz lee su informe. Cuando terminan los traductores pregunta si alguien quiere decir algo. Dolores Ibarruri se levanta, mira su cuaderno de notas en el que no hay escrita ni una palabra y dice: “Estoy totalmente conforme con lo expuesto por el camarada Díaz (…) refleja la situación real, política y económica de nuestra patria”. Jesús Hernández (otro dirigente del PCE) discrepa: “No estoy conforme (…) los datos son muy dudosos (…) lo que se dice sobre la crisis del fascismo español (…) es una fantasía”. Los jefes Manuilski y Dimitrov asienten a lo dicho por Hernández. Ibarruri los ve, vacila y se vuelve a levantar para decir: “Estoy de acuerdo con Hernández, si antes me expresé de otra manera fue por no contradecir al camarada Díaz”. Todos los presentes quedan perplejos ante el cambio radical de opinión de ‘Pasionaria’. José Díaz vuelve a tomar la palabra dirigiéndose a Ibarruri: “¿Por qué no has dicho esto en tu primera intervención o en mi despacho cuando antes te leí mi informe y te pedí tu opinión?” (88-89). Esta situación deja en evidencia que llevar la contraria a los jefes puede acarrear trágicas consecuencias y, por tanto, más vale decir lo que sea para mostrarse de acuerdo con ellos; y que Ibarruri estaba muy pendiente de los jefes para estar de acuerdo con ellos aun cuando acabara de decir lo contrario.

 

Cuando ya ha comenzado la II Guerra Mundial. En Moscú un grupo de gente habla en la calle. Se acercan uniformados con pistola y preguntan: “¿De qué hablan camaradas? De la guerra, camarada (contestan). ¿Y qué decían? Silencio. ¿Qué decían? Que la situación es grave, camarada. ¿Quién decía eso? Yo camarada… Un hombre muerto en el suelo, y en el suelo un charco de sangre… Al poco, la sirena de una ambulancia” (189).

 

En la página 330, Enrique Castro Delgado, que ya ha caído en desgracia ante los delegados españoles de la Komintern (encabezados ya por ‘Pasionaria’) explica que le han ofrecido redimirse trabajando de obrero en una fábrica: “14 horas de trabajo; tres platos diarios de agua caliente con algunos trozos de berzas; ritmos de trabajo que hacen pensar que Ford y Citroën eran buenas personas (…); 10 rublos diarios de jornal; 30 por ciento de descuentos por diferentes conceptos; vigilancia odiosa de seis ojos entrenados para ver qué pasa e interpretarlo: los del secretario del Partido, los del secretario del sindicato y los de la NKVD…, que te pueden acusar de producción escasa y sabotaje (…) y teniendo que responder siempre que soy un ciudadano del país de la felicidad”. Varias veces Castro Delgado y su mujer, Esperanza, repiten: “El socialismo es un inmenso campo de concentración”.

 

Pequeñísimo extracto del muy recomendable y revelador ‘Mi fe se perdió en Moscú’, libro que explica cómo era la vida en el país del socialismo, donde no había clases sociales y todo era felicidad. Contado de primerísima mano por uno que en 1939 llegó convencido de la perfección del comunismo.

 

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 5 de noviembre de 2025

BILL WYMAN HABLA DE BRIAN JONES Y LOS ROLLING STONES, HENDRIX, KEITH MOON, THE BEATLES

 


Bill Wyman con Keith Moon, de The Who, de quien decía que era capaz de 
las mayores locuras


Bill Wyman y Ringo Starr siempre fueron muy buenos amigos

 

Es bastante habitual que, cuando los músicos de rock cumplen años, muchos años, se suelten la lengua y cuenten recuerdos, anécdotas y chascarrillos variados de sus colegas. Durante sus treinta años con los Rolling Stones, Bill Wyman se cruzó con innumerables iconos musicales y acumuló un sinfín de historietas memorables con figuras como Hendrix, Keith Moon, Beatles…

 

Bill Wyman dejó su grupo de siempre 1993, pero se mantuvo activo en la música con su proyecto personal Bill Wyman's Rhythm Kings, banda que fundó en 1997. De todos modos, sus tres décadas como bajista de los Stones dieron para mucho, tanto en lo artístico como en lo personal, y dejaron en su memoria infinidad de situaciones compartidas con otros músicos legendarios.

 

Contó hace unos años: “Vi por primera vez a Jimi Hendrix en un club de Queens, Nueva York, en 1966, cuando era conocido como Jimmy James. Hacía cosas que la gente normal no hacía, aunque se sabía que ya se habían hecho antes: tocar la guitarra en la nuca o con los dientes. Jimi era un buen tipo y todos los Stones se llevaban muy bien con él. Cuando volvimos de Estados Unidos me encontré con The Animals en un club de Londres. El bajista Chas Chandler me dijo que se iban a EEUU a tocar, y entonces le recomendé que, si iban a Nueva York, fueran a ver a un tal Hendrix, un guitarrista fantástico. Me hizo caso, lo conoció, lo contrató y lo trajo a tocar a Londres. Fui de los primeros en verlo en el The Bromel Club en 1967. Había muy poco público, pero dio igual, roció su guitarra con gasolina y le prendió fuego”.

 

Sobre sus compis: “Siempre que los Stones salíamos de gira Brian y yo compartíamos habitación. Podía ser muy dulce y encantador, era más inteligente que cualquiera de los demás y se expresaba con mucha claridad. Pero a veces también podía ser un pequeño cabroncete. Tenía un lado malvado, que es por el que mucha gente lo recuerda. Un día se fue con mi  novia y, esa misma noche en la habitación, lo perdonabas porque ponía esa sonrisita inocente y angelical: «Lo siento, tío, decía, no era mi intención». Así que lo amabas y lo odiabas a la vez. Siempre he hablado bien de él porque fue el creador de los Rolling Stones. Me da igual lo que digan de Mick y Keith o lo que ellos digan, pero si no hubiera sido por Brian probablemente habrían tenido una banda diferente en Dartford, allá en el campo donde vivían. No eran londinenses aunque Mick siempre intenta imitar el acento cockney, algo que, la verdad, no se merece. Los únicos de clase trabajadora en los Stones éramos Charlie y yo. Cuando dejé los Stones, tardé unos meses en reconstruir mi relación con ellos. Fue bastante estresante, pues no querían que me fuera. Así que se pusieron muy desagradables. En vez de ser amables y decir: «¡Han sido 30 años geniales! ¡Un saludo, colega!», Mick decía las cosas más absurdas y estúpidas con esa actitud de niño mimado que tenía, como: «Bueno, si alguien tiene que tocar el bajo, lo hago yo. No puede ser tan difícil». Y Keith: «Nadie deja esta banda a menos que esté en un ataúd». Pero hay que entenderlos y, al fin y al cabo, compartimos mucho durante mucho tiempo”.

 

Raro es el músico de aquella época que no cuenta algo de Keith Moon: “Solía ​​quedarme mucho en casa de Moonie. Era un tipo estupendo pero ¡madre mía!, cómo se pasaba con la bebida. El médico venía y le recetaba un montón de cosas, y tres días después Keith se las había tomado todas. Había Valium 10, pastillas para dormir, estimulantes, anfetaminas..., y él lo tomaba todo sin parar. Y por las mañanas, champán con brandy. Yo lo miraba incrédulo. Una vez, mientras me preparaba una taza de té por la mañana, bajó su encantadora novia sueca (Annette Walter-Lax); yo los había oído discutir arriba y ella bajó se me presentó con arañazos ensangrentados a ambos lados de la cara. Le pregunté: «Annette, ¿qué ha pasado?». Y ella respondió: «Oh, nada. Keith me tiró el gato»… Hacía las cosas más descabelladas. Si quedaba conmigo y con Ringo en Tramp, llegaba vestido de cazador de pies a cabeza. Había alquilado todo el equipo necesario para la caza del zorro: sombrero, abrigo, fusta, pantalones de montar. Una vez le compró un cementerio en el suroeste de Inglaterra como regalo de cumpleaños a John Entwistle, bajista de The Who”.

 

También tiene cosas que contar de Beatles: “Solía ​​ver a John Lennon bastante a menudo en Estados Unidos; nos encantaba sentarnos y charlar. Recuerdo que una vez, en Los Ángeles, me dijo: «Me encantaría ir de gira contigo y con Charlie como sección rítmica algún día». Pero, claro, nunca sucedió. También pasaba mucho tiempo con Paul McCartney; de hecho, le regalé un montón de recuerdos de los Beatles que nunca habían tenido, como películas de ellos tocando en el Shea Stadium en1965 u otra de ellos tocando en Washington en febrero de 1964, que fue el primer concierto que dieron en Estados Unidos. Luego le di a Ringo un montón de cosas del cómico Tony Hancock. De todos ellos era con Ringo con quien tenía una relación más cercana. Lo veía mucho en los 70, cuando él vivía en Montecarlo y yo en el sur de Francia. Íbamos a discotecas, bebíamos, íbamos a Montecarlo, cenábamos…, luego venía a mi casa y veíamos videoclips. Eran buenos tiempos. Todavía lo veo de vez en cuando. George Harrison tocó en uno de los discos de Rhythm Kings (grupo en solitario de Wyman) justo antes de morir, el ‘Double Bill’, de 2001. Lo llamé y le dije: «¿Puedes grabar una parte de guitarra en este tema?». Me respondió: «¿Para qué me llamas? Tienes a dos de los mejores guitarristas del mundo en tu banda: Albert Lee y Martin Taylor. ¿Para qué me quieres?, yo sólo sé tocar  una nota». Y le dije: «George, esa es la nota que quiero”. Entonces me dijo: «De acuerdo. Envíame la cinta». Y así lo hice. Su parte de guitarra fue genial. Después me escribió una carta preciosa agradeciéndome que le hubiera pedido que lo hiciera. La firmó como ‘Bert Weedon’ (¿)”.

 

Pocos pueden contar batallitas así con tipos así.

 

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 29 de octubre de 2025

LA MASACRE DEL BARCO NEGRERO ZONG, OTRA MUESTRA DE LA HABILIDAD DE INGLATERRA PARA OCULTAR SUS ATROCIDADES

 


El capitán y la tripulación del barco negrero inglés Zong arrojaron al mar a 142 esclavos como si fueran carga para cobrar el seguro

 

La capacidad de manipulación de la Historia que muestra Inglaterra no tiene par. Siempre han sido maestros de la mentira y la falsificación de los hechos, auténticos catedráticos a la hora de ver la paja en el ojo ajeno. Un buen ejemplo es la facilidad con que señalan las culpas y crímenes de los demás a la vez que ocultan las vergüenzas y crueldades propias. Una evidencia es la terrorífica matanza del barco negrero inglés Zong, en noviembre de 1781 

 

Aquello fue una prueba incontestable de la crueldad y racismo de la sociedad británica en la que contribuyeron los capitanes y marinos, la compañía aseguradora, los tribunales y, en fin, el gobierno, las leyes y la sociedad de Inglaterra. Es curioso ver cuántos ‘hispanistas’ anglosajones publican libros en los que acusan a cierto país del sur de Europa, católico y mediterráneo, a la vez que dejan de hablar de las infinitas monstruosidades y salvajadas que ‘adornan’ la historia de la Gran Bretaña: Beevor, Payne, Preston, Gibson, Lawrence, Brennan, Kamen…, la lista es kilométrica.

 

Lo sorprendente es que todos estos historiadores (propagandistas, en realidad) jamás publican libros, investigaciones o estudios historiográficos sobre las masacres perpetradas por, por ejemplo, Enrique VIII (no ya las decapitaciones de esposas sino las matanzas de miles de católicos para apropiarse de sus posesiones), ni de cómo los anglosajones exterminaron de modo sistemático y subvencionado a todos los indios de lo que hoy es EEUU y Canadá y de cómo establecieron allí la discriminación racial y la esclavitud hasta bien entrado el siglo XX; nunca han tenido interés en escribir sobre cómo esclavizaron y casi aniquilaron a los aborígenes australianos, o de cómo Inglaterra (en comandita con Holanda, otro que tal baila) fundaron un estado racista por ley en Sudáfrica o de cómo provocaron las Guerras del Opio para obtener pingües beneficios sin pagar… o, en fin, imposible citar todo, cómo el insigne Winston Churchill condenó a muerte por hambre, a sabiendas, a tres millones de personas en la India. Es más fácil escribir de lo malos que fueron otros y, así, desviar la atención sobre los propios cadáveres en el armario.

 

Un caso de evidente manipulación y ocultación de la Historia es la matanza producida en el barco negrero inglés Zong y el posterior ‘juicio’. En pocas palabras, en noviembre de 1781, el capitán y los tripulantes de aquel barco decidieron echar al mar a 142 esclavos africanos para cobrar el seguro. Lo malo es que aquel acto criminal tuvo una segunda parte peor, mucho peor, ya que la legislación vigente en Inglaterra amparó tan atroz asesinato múltiple.

 

El Zong era un barco propiedad de un consorcio de comerciantes de Liverpool que se dedicaba exclusivamente a la captura y venta de africanos. En noviembre de 1781 navegaba rumbo a Jamaica desde África occidental con un ‘cargamento’ de 442 desdichados (hombres, mujeres y niños), más del doble de la capacidad del barco, lo que quiere decir que irían hacinados, sin aire,   casi sin comida ni agua, amontonados sin salir de la bodega en toda la travesía. Por la razón que sea, al avistar Jamaica creyeron que era la isla La Española y continuaron viaje; para cuando se dieron cuenta del error ya estaban a cientos de kilómetros. Debido a las terribles condiciones en que iban ya habían muerto más de sesenta africanos, de modo que pensaron que lo mejor era arrojar a la mitad de los que quedaban para así poder cobrar el seguro, ya que si morían en la costa o en el viaje por ‘muerte natural’ (como esos sesenta), no podrían exigir compensación a la compañía aseguradora. El caso es que lanzaron al mar Caribe 142 personas que, lógicamente, perecieron ahogadas (cuentan las crónicas que uno consiguió volver al barco).

 

Cuando volvieron a Inglaterra reclamaron a la aseguradora, pero ésta se negó a pagar, de modo que se llevó a cabo un juicio; lo asombroso es que el juicio no fue por asesinato, no fue por la muerte de aquellos africanos ni por la horrible crueldad de lanzarlos al mar como si fueran lastre, sino por una cuestión económica: si procedía o no que la aseguradora pagara por la pérdida de ‘carga’. El capitán y los oficiales del Zong se justificaron asegurando que el agua escaseaba y que, para salvar el resto del ‘cargamento’, no hubo más remedio que lanzar parte del mismo al mar, como si fuera mercancía. Sin embargo, la aseguradora demostró que al llegar finalmente a su destino llevaban los depósitos de agua a rebosar, y por tanto no había ‘necesidad’ de tirar al agua a los africanos, por lo que no procedía pagar. Los marineros aseguraron que eso se debía a que el día antes de atracar se había desatado una tormenta y por eso las tinajas estaban llenas. Pero luego se supo (por los diarios de otros barcos), que la tormenta había sido antes del 29 de noviembre, el día en que se produjo la masacre. En definitiva, tanto los mandos como la marinería se pusieron de acuerdo para deshacerse de la carga humana exclusivamente para cobrar el seguro; como cabía esperar, el cuaderno de bitácora del Zong había desaparecido misteriosamente.

 

En el primer juicio se falló a favor de los propietarios del barco, pero la aseguradora apeló y hubo un segundo juicio. En éste, el juez determinó que “arrojar los esclavos era exactamente lo mismo que arrojar caballos por la borda (sic) lo importante es si había o no necesidad de arrojarlos al agua para salvar el resto de la carga”. Tras la insistencia de la aseguradora, los propietarios dijeron que “los esclavos perecieron como una carga de bienes materiales para salvar el bien mayor del barco”. Este modo de pensar, aun en 1781, sólo podía tener lugar en un país donde el racismo estuviera tan arraigado que contaba con el amparo de la ley: Inglaterra. Cuando se demostró que en el barco había agua más que suficiente, los jueces dictaminaron a favor de la aseguradora y en contra de los propietarios del barco, y los asesinos no cobraron. Pero nunca se planteó un juicio contra el capitán y los marineros por asesinato; sólo un antiesclavista, Granville Sharp, intentó que se tuviera en cuenta la acusación por asesinato, pero no tuvo el menor éxito.

 

Peor que el atroz asesinato fue el hecho de que la ley inglesa de aquella época (1781) considerara a las personas como simple ‘carga’ sacrificable para salvar el resto de los ‘fardos’. Si tamañas salvajadas se hubieran producido en un navío y tribunal españoles, ¡cuánto lo hubieran cacareado los ingleses!

 

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 22 de octubre de 2025

40 AÑOS DEL ESTRENO DE ‘REGRESO AL FUTURO’: EL ‘INICIO’ DEL ROCK & ROLL Y OTROS GUIÑOS AL GÉNERO

 


No podía faltar el imitado 'paso del pato' en el homenaje a Chuck Berry

 


Está claro a quién imitaba Marty al tocar detrás de su cabeza. Es una de las muchísimas referencias de la película al rock & roll y a algunos de sus grandes guitarristas

A quienes vieron la película ‘Regreso al futuro’ cuando se estrenó en España, a finales de 1985, les parecerá casi imposible que hayan pasado ya cuarenta años. Todas las escenas resultan tan familiares y parecen tan presentes… Los amantes del rock & roll jamás olvidarán la interpretación que Marty McFly hizo del ‘Johnny B. Goode’ de Chuck Berry y las locuras que ejecutó en el escenario, e incluso puede que identifiquen algunas de aquellas locuras  

 

Aquella escena, aquellas palabras (“Supongo que no están preparados para esto, pero les encantará a sus hijos”), aquella demoledora interpretación… no sorprendió al público de 1985, de hecho, director, productor y guionista sabían que contarían con la complicidad de cualquier espectador en cualquier parte del mundo. Han pasado nada menos que cuarenta años y, seguro, no habrá ningún interesado en el negocio del rock & roll que no recuerde la escena palabra por palabra, gesto por gesto, locuras, saltos, solos…

 

El rock está presente desde el principio de la peli; Marty se presenta con su grupo a un concurso del colegio. En éste empiezan a tocar el comienzo del tema ‘The power of love’, de Huey Lewis & The News, pero el presidente del jurado apenas les permite tocar unos segundos, los interrumpe y les dice que es suficiente, que son demasiado ruidosos. Lo mejor de la escena es que ese tipo de gafotas que, megáfono en mano, les dice que quedan eliminados es… ¡el propio Huey Lewis! (Al parecer, algo así le pasó a Huey Lewis cuando, de joven, se presentó a un concurso).

 

Es sólo una de las múltiples referencias, alusiones e insinuaciones que la inolvidable película dedica al rock & roll. La banda sonora está llena de canciones: El ‘Time bomb town’ de Lindsey Buckingham (Fleetwood Mac) que suena en la radio de Marty antes de que lo llame Doc. ‘Heaven is one step away’ de Eric Clapton que se escucha cuando se topa con el vagabundo ebrio que dice ‘otro conductor borracho’. El ‘Mister Sandman’ de The Four Aces que se oye cuando Marty llega a su ciudad, Hill Valley, en 1955. La ‘Balada de Davy Crockett’ de Fess Parker, cuando entra por primera vez  en el Café de Lou. ‘Wallflower’, de Etta James, se escucha en el jukebox del Café de Lou mientras se ve a unos chicos bailando… Además del ‘Earth angel’ que toca ‘Marvin Berry & the Starlighters’ durante el ‘Baile del encantamiento bajo el mar’ que es, en realidad, un tema de The Penguins de 1954…    

 

Pero el cenit del rock & roll es el ‘Johnny B. Goode’ que se marca Marty añadiendo unas cuantas referencias a grandes guitarristas que, seguro, muchos identificaron en su momento o en alguna de las infinitas reposiciones que han puesto por televisión. El más honrado es, claro, Chuck Berry, a quien su primo Marvin, por teléfono, le hace escuchar “ese nuevo sonido que has estado buscando”; y no puede olvidarse su imitadísimo ‘paso del pato’. A nadie se le escapa que eso de tocar la guitarra detrás de la cabeza es exclusivo de Jimi Hendrix. Como tampoco que lo de arrodillarse mientras se hace el solo fue típico del más joven Jimmy Page. Lo de saltar desde un altavoz, tocar moviendo la mano derecha como un molino y tirar equipo fueron características del más salvaje Pete Townshend. El solo paseando los dedos sobre el mástil sin que la púa entre en acción recuerda mucho a Van Halen. Y lo de extasiarse con un agudo estratosférico poniendo cara de majareta con los ojos cerrados es…, ¡de tantos guitarristas heavy!

 

Irónicamente, esa icónica escena que tanto se recuerda es absolutamente intrascendente para la trama de la película, es decir, si fuera suprimida, el argumento no se vería afectado ni mínimamente.

 

Cuatro décadas han pasado desde que todo el mundo ‘vio’ por sí mismo cómo ‘nació’ el rock & roll. ¡Quién pudiera volver a 1985 y revivir aquel maravilloso estreno, aquel momento inolvidable!

 

CARLOS DEL RIEGO

 

 

miércoles, 15 de octubre de 2025

¿POR QUÉ EL GOBIERNO FRANCÉS CENSURÓ UNA NOVELA DE JULIO VERNE?

 


Piel curtida de una víctima de La Vendée, a tanto llegaron los ejércitos de la Revolución Francesa. Museo de Nantes 

 


Grabado de P R Ranssonnette titulado Masacres de la Vendée

Hace 150 años, en 1875, se publicó en España la única novela censurada de Julio Verne. Se trata de ‘El conde de Chanteleine’, que había sido editada por entregas en Francia en 1864 y que el autor de ‘La vuelta al mundo en 80 días’ quiso lanzar como novela en un volumen único en 1879. Sin embargo, su editor, apoyado por el gobierno francés, la censuró, la enterró hasta que en 1971 fue finalmente publicada en Francia. ¿Verne censurado?, ¿por qué?

 

La respuesta es sencilla: el gobierno de la ‘tolerante’ Francia, la de la libertad, igualdad y fraternidad, no soportaba que el famoso escritor denunciara y sacara a la luz en esa novela las atrocidades cometidas menos de cien años antes por el ejército surgido de la  Revolución Francesa de 1789 contra los habitantes de la región de la Vendée, quienes no se plegaron a la tiranía de los gobernantes, generales y soldados de la recién impuesta República. En esa narración, la única de carácter histórico que escribió el que ya había asombrado al mundo con títulos inmortales como ‘Veinte mil leguas de viaje submarino’ o ‘La isla misteriosa’, deja bien a las claras que el lema es cien por cien falso: no hubo libertad, hubo tiranía, no hubo igualdad, hubo discriminación, no hubo fraternidad, hubo odio.

 

Las barbaridades, degollinas, masacres y matanzas ordenadas por los políticos y generales y ejecutadas por los soldados del ejército republicano contra los habitantes de La Vendée impulsaron al genial escritor. Pero, ¿qué ocurrió en ese territorio de Francia entre 1793 y 1795? Los sanguinarios líderes de la Revolución no pudieron soportar que aquel territorio francés deseara seguir siendo creyentes y se obstinara en no aceptar las imposiciones anticatólicas republicanas. No hay que olvidar que los católicos fueron perseguidos con saña (torturas y asesinatos) en toda la Francia de la ‘libertad’: se persiguieron a los curas que no se plegaron a los deseos de la ‘igualitaria’ república, se suprimieron las órdenes religiosas, se confiscaron todas las propiedades de la Iglesia, se profanaron iglesias y robaron todo lo que de valor se encontró, se prohibieron las cruces en las tumbas… en todo el territorio de la ‘fraternal’ República Francesa.  

 

Los propios autores galos lo cuentan. Se formaron las ‘Doce columnas infernales’ para acabar con cualquier habitante de La Vendée que no se plegara a los deseos de la ‘libertad’ recién impuesta. “Entramos en territorio insurrecto. Os ordeno entregar a las llamas todo lo que pueda ser quemado y pasar por la bayoneta todo habitante que encontréis a vuestro paso”, dijo el general Louis Grigñon según los historiadores Nicolas Delahaye y Pierre Marie Gaborit. Grignon (jefe de la ‘Segunda columna infernal’) siguió al pie de la letra la orden del general en jefe Louis Marie Turreau: “Masacrar, fusilar e incendiar a todas las personas y pueblos que la columna encuentre a su paso”, afirma Reynald Secher en libros como ‘Del genocidio al memoricidio’.

 

El Ministro de Guerra, Lazare Carnot ordenó, y así consta escrito: “Es necesario masacrar a las mujeres para que no produzcan niños y a los niños porque serían los futuros rebeldes”. En 1794-95 miles y miles de franceses fueron masacrados en La Vendée en aras de la ‘libertad republicana’.

 

El general François Rouyer aseguró: “Fusilamos a todo el que cae en nuestras manos, prisioneros, enfermos y heridos en los hospitales”. Según Antoine Boulant, que cita a un oficial de la policía aterrorizado por la barbarie del general Françoise P.J. Amey: “Cuando los hornos están calientes Amey mete en ellos a mujeres y niños, y cuando les hemos afeado sus odiosas acciones nos han dicho que así es como la República cuece su pan. Los gritos de las mujeres divertían tanto a los soldados que, cuando todas estaban muertas, fueron a por las esposas de los republicanos, a por las mujeres de los patriotas, y las sometieron a tan terrible suplicio… sólo para divertirse. Cuando hemos querido imponer nuestra autoridad nos han amenazado con la misma suerte”.

 

Un cirujano llamado Thomas escribió: “He visto quemar vivos a hombres y mujeres. He visto cómo 150 soldados apaleaban y violaban mujeres, incluyendo niñas de 14 y 15 años, matarlas a continuación y después lanzarse de bayoneta en bayoneta a los niños de meses o pocos años que quedaban al lado de su madres” (cuenta Auguste Billaud). Según este autor, en enero de 1794 el general Josef Crouzart (jefe de otra de las ‘columnas infernales’) ordenó enterrar vivos a 30 niños y dos mujeres, y acto seguido fusiló a 200 hombres. Uno de los soldados al mando de esta bestia francesa cuenta, con todo lujo de detalles cómo el 5 de abril de 1794 quemaron a 150 mujeres para fabricar jabón (explica el historiador Félix Deniau)…

  

La enumeración de las atrocidades ordenadas por los políticos revolucionarios y cometidas por los generales, oficiales y soldados del ejército revolucionario francés (lo mencionado es sólo una muestra) se equipara fácilmente a las de los mismísimos nazis, aunque con un siglo y medio de adelanto. Y todo en nombre de una República que pregonaba a grandes voces que “todos los hombres son libres, iguales y hermanos”. En total se estima que fueron asesinadas en torno a 120.000 personas en aquel territorio francés (aunque hay autores que sitúan la cifra en más del doble). Comparado con esas cantidades, los entre 15.000 y 30.000 guillotinados en París parecen cosa de poco para una República Francesa recién instituida en torno al lema ‘libertad, igualdad, fraternidad’, que en realidad fue tiránica, discriminatoria, abominable.

 

La novela ‘El conde de Chanteleine’ de Julio Verne trata de todo esto, de esta interminable y vomitiva serie de barbaridades y monstruosidades (curtieron piel humana y la exhibieron sin pudor). Por ello el editor de Verne (chauvinista hasta la médula), apoyado, impulsado y casi amenazado por el Gobierno Francés enterró esa novela, que en Francia no vio la luz hasta 1971, más de cien años después de escrita. Libertad, igualdad y fraternidad en estado puro.

 

CARLOS DEL RIEGO

 

(Con información de las obras de Marcelo Gullo)