Portada y anteportada diseñada por Giger para el grupo Emerson, Lake & Palmer
“Un superviviente al que no afectan la
conciencia, los remordimientos ni las fantasías de moralidad”, así definía el
agonizante científico de la nave Nostromo a uno de los más aterradores bichos
jamás imaginado por mente humana. Ha pasado casi medio siglo y varias secuelas
y la imagen del monstruo sigue causando el mismo terror. ‘Alien, Romulus’, la más
reciente secuela de la película de 1979, vuelve a llevar el terror a las
pantallas
Quien tuvo la suerte de contemplar
aquel estreno jamás lo olvidará. Fue una auténtica convulsión para los
aficionados al cine, sobre todo para los amantes de las películas de ciencia
ficción, de terror y suspense. A finales de 1979 un auténtico monstruo, un ser
horripilante y repelente recorrió el mundo, ‘Alien’, el pasajero invasor que
parece un ser y también una máquina, que tiene exoesqueleto como un insecto y
una boca extensible dentro de su boca, que puede recordar a un dragón y que es
cien por cien hostil…, nada imaginado o soñado en la más alucinante pesadilla
puede infundir el paralizante miedo que provoca semejante atrocidad. Sin
embargo, aun puede haber algo peor que quedar al alcance de sus babeantes
mandíbulas y sentir cómo te arranca la cara: puede que no te mate, sino que te
capture para colocarte, inmovilizado, ante un asqueroso huevo del que saldrá la
cosa (el abrazacaras) que te introducirá por la boca el embrión del monstruo,
el cual te romperá el pecho desde dentro para nacer (alguns actores no estaban
avisados de lo que iba a pasar en ese momento, de ahí sus caras de verdadera
sorpresa, es más, uno incluso se desmayó del susto). Aterrador.
Además del escalofriante diseño del
bicho (del suizo H. R. Giger) y de la atmósfera angustiosa y claustrofóbica que
impera de principio a fin, además del modo en que es ‘concebida’ la bestia y
otras muchas sorprendentes y novedosas ideas que aporta la película (héroe
chica, Ripley, chicos víctimas, hombre que ‘da a luz’ tras introducirse en su
boca el germen…)además de todo, tal vez sea la incertidumbre que preside todo
el metraje lo que multiplica el efecto aterrador. Hay incertidumbre cuando la
nave cambia su rumbo sin saber por qué, ¿la señal es de auxilio o de
advertencia? Las dudas siguen cuando un ente asqueroso se pega al rostro de un
tripulante y no se sabe qué hacer, ¿permitir que entre ‘eso’ en la nave o
cumplir con el protocolo de cuarentena? Incluso cuando hay que abandonar y
destruir la astronave y recurrir a la auxiliar, la protagonista cambia de idea
e intenta volver… La inquietud por lo desconocido llena de miedo a los
desafortunados viajeros.
Pero la mayor incertidumbre, lo que
aterra tanto a los personajes como al espectador es el hecho de que ni un
segundo aparece la criatura claramente y en su totalidad, no se sabe
exactamente qué es, cómo es, cómo mata, qué pretende, qué les hace a sus
víctimas…, sólo se atisba que es un ser feroz, repugnante y cien por cien
violento. Es este uno de los grandes aciertos del emblemático título, ya que el
desconocimiento conlleva miedo; lo desconocido es en este caso intuido en
varios entrecortados y escasos instantes, lo justo para provocar el
estremecimiento, la angustia, el espanto de todo el que mira.
Miedo extremo, pavor profundo, pánico
absoluto es el sentimiento que el filme transmitió a toda la sala cuando en
aquellos últimos setenta se estrenó en todo el mundo. Cómo esa especie de
crustáceo repelente se pega a la cara e introduce por la boca de la víctima el
embrión del monstruo, cómo emerge éste, en qué se convierte y cómo mata la
alimaña adulta… Todo ese caudal de terror lo personifica el personaje de
Lambert, la chica que desde el primer momento teme: “¿lo habrá querido coger
vivo?” comenta ante la espantosa posibilidad de que la primera víctima esté aun
con vida en poder del monstruo; pero como no podía ser de otro modo, la
desdichada comprueba finalmente cómo sus temores se hacen realidad y, en una de
las mejores y más expresivas escena de toda la película, la criatura se planta
ante la infortunada, que se resigna paralizada por el horror y sólo puede
gritar…
En 1979 aquella sensación de terror e
incertidumbre fue muy impactante, pues hay que recordar que hasta entonces los
seres procedentes del espacio casi siempre eran inteligencias superiores que
procedían con un propósito (aunque fuera perverso), mientras que el octavo
pasajero no piensa, sólo mata y actúa como un verdadero monstruo.
Pero peor que la propia criatura sea la
revelación del traidor cuando, destrozado, confiesa las órdenes de la compañía:
“Regresar con ese organismo. Las demás consideraciones anuladas. Tripulación
sacrificable”. Después de todo, los directivos de la empresa exhiben mayor
maldad que la mismísima bestia. Eso es algo que se confirma en las secuelas.
Hay que destacar que en todas las películas que incorporar el término ‘Alien’
en su título el protagonista es femenino: Ripley en ‘Alien’ 1, 2, 3 y 4, la
guía de la expedición en ‘Alien contra Depredador’, y en ‘Alien contra
Depredador 2’ es la militar que vuelve de la guerra; siempre son ellas las que llevan
la iniciativa. Y en ‘Alien Romulus’ (que no está nada mal y contiene
referencias a otras pelis) vuelve a ser ella la protagonista.
Pocas películas, en fin, transmiten
tanto terror y producen tanto escalofrío como aquella primera entrega de
‘Alien’. Han pasado cuatro décadas y media, pero la visión de tan significada
película continúa estremeciendo. Sobre todo al espectador nuevo.
CARLOS DEL RIEGO
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