OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 7 de junio de 2023

LA HIPOCRESÍA DEL FUTBOL Y LOS FUTBOLISTAS CON EL RACISMO, MACHISMO Y HOMOSEXFOBIA


Ejecuciones públicas en Arabia Saudí, donde se pisotean los Derechos Humanos que los futbolistas y estamentos deportivos defienden aquí pero olvidan al recibir el dinero de allí

Casi a diario se suceden campañas y acciones en el ámbito del deporte contra del racismo, el machismo y la homosexfobia. Recientemente la liga de fútbol española estuvo en la diana de medio mundo porque unos aficionados insultaron a un futbolista. Desde todos los estamentos deportivos y políticos se lanzan mensajes contra esas tres posturas que violan los Derechos Humanos. Sin embargo, futbolistas e instituciones se venden sin escrúpulos a los países árabes, donde no existen Derechos Humanos  

En todas las ligas de fútbol (también de otros deportes) de todo el mundo occidental se ven infinidad de actos e iniciativas en contra de esas tres perversiones antinaturales y contrarias a los Derechos Humanos: racismo, machismo y homosexfobia. Individualmente y colectivamente los futbolistas y los directivos se posicionan contra tales evidencias del fascismo más retrógrado. Pero cuando al futbolista o al directivo le ponen los millones encima de la mesa se le diluyen sus elevadas ideas y aceptan servir a los más racistas, machistas y homosexófobos. 

El caso del ex futbolista del Real Madrid Karim Benzema es un perfecto ejemplo. El delantero francés se cansó de clamar contra el racismo, contra los insultos que recibía su compañero y, en general, contra los aficionados que se pasan el partido llamando mono a los jugadores de piel oscura (a los negros, vamos);  y lo mismo hubiera dicho (como tantos otros de sus colegas) contra las injurias y ultrajes a las árbitras; e igualmente ocurrirá cuando empezaran a tomarla con los homosexuales. Sin embargo, por contradictorio que parezca, Benzema no ha encontrado conflicto moral ni antimachismo suficiente para irse a jugar al país más racista del planeta, donde a los emigrantes africanos y asiáticos se los trata peor que a los caballos. Es decir, tanto hablar, tanto clamar contra el racismo y el tipo se va a servir a los intereses de los más racistas…, eso sí, a cambio de un montón de millones. En pocas palabras, su anti racismo tiene un precio, alto, pero lo tiene. 

Benzema es sólo el último, pero la realidad es que los países árabes productores de petróleo llevan años comprando a las personas (sobre todo futbolistas, que son los que más tirón mediático tienen), organismos y competiciones deportivas con los que ir blanqueando y desviando la atención de sus carencias en cuanto a Derechos Humanos se refiere. Por eso, Benzema, Cristiano Ronaldo y demás figurones del fútbol, sin darse cuenta o siendo conscientes de ello, están contribuyendo a la perpetuación de esas atrocidades contrarias a cualquier tipo de moralidad y humanidad. 

Idéntica hipocresía han evidenciado los organismos deportivos, la Uefa, la Fifa, las ligas españolas y otras europeas, o el Comité Olímpico Internacional, que han trasladado a esos países sus principales competiciones a pesar de ser conscientes de que los Derechos Humanos tienen allí menos valor que medio litro de gasolina. Y ello a pesar de las sonoras, ostentosas y aparatosas campañas contra el racismo y el machismo que emprenden. Pura hipocresía. Tanto el futbolista como el directivo que se lucra con ese dinero demuestra ser un falsario, un mentiroso mezquino y despreciable cuando participa en una iniciativa contra el racismo, machismo u homosexfobia y poco después se pone a los pies de los más racistas y liberticidas. 

Cada vez que un africano o asiático muera o pierda un brazo por trabajar en condiciones de esclavitud, cada vez que una mujer sea lapidada hasta la muerte por adúltera, cada vez que un homosexual sea colgado de una grúa, cada vez que un disidente sea decapitado, Benzema, Cristiano y el resto de futbolistas que juegan allí serán cómplices de esas muertes; e igualmente serán cómplices de tales atrocidades la Uefa, el Comité Olímpico Internacional o la Federación Española de Fútbol, que llevan allí sus competiciones a cambio de muchos millones (gran parte de los cuales se los quedan los que deciden que el dinero a recibir es más importante que los Derechos Humanos que se pisotean en esos países). Luego, esos organismos deportivos llevarán a cabo vistosas, pomposas y tópicas campañas contra el racismo, el machismo y la homosexfobia, pero en el fondo, tanto al directivo como al futbolista le preocupan mucho más los dineros a ingresar que las víctimas de esas perversiones contrarias a Derechos Humanos, entre otras cosas porque como ellos no lo sufren y ni siquiera lo ven (no hay peor ciego…).  

Tanta grandilocuencia y aparato, tantos partidos, pancartas y declaraciones con que denunciar insultos machistas o racistas para luego renunciar a esos principios ante los países más machistas y racistas del Sistema Solar. 

CARLOS DEL RIEGO

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