OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 21 de diciembre de 2022

530 AÑOS DEL PRIMER ASENTAMIENTO EUROPEO EN AMÉRICA, Y NO FUE OBRA DE VIKINGOS

 

Estatua moderna de Leif Erikson, hijo de Eric el Rojo, que según las sagas nórdicas llegó a América antes que nadie

En la noche del 24 al 25 de diciembre de 1492 uno de los barcos de Colón embarrancó en la isla La Española y quedó inservible, así que con lo que quedaba construyeron un fortín que llamaron Villa Navidad y que fue el primer asentamiento extra-americano de América. Pero no todo el mundo está convencido, pues según algunas teorías los vikingos hacía siglos que habían llegado y construido allí. Un vistazo serio a las ‘pruebas’ que sustentan esta hipótesis la dejan en pura fantasía 

Al poco de llegar a la primera tierra americana los tres barcos, Colón se dispuso a explorar por aquellos mares, llegando a la isla que llamó La Española. En la Nochebuena de 1492 quedó de guardia un marinero joven que no se dio cuenta de que el barco, empujado por la corriente, se fue a unos bajíos y embarrancó irreparablemente. Con sus restos el almirante decidió construir una pequeña fortaleza, Villa Navidad o Fuerte Navidad. Dejó en ella 39 hombres y se volvió a España. Al regresar, un año después, se encontró con el fortín destruido y todos sus hombres muertos; al parecer unos se mataron entre ellos y el resto por los nativos, el caso es que no sobrevivió ninguno. Aquel Fuerte Navidad, aunque apenas duró un año, fue el primer establecimiento euroasiático en América. Hay, sin embargo, quien mantiene la opinión (sobre en todo en países nórdicos) de que los vikingos ya habían estado allí y ya habían dejado construcciones que lo demostraban. Las ‘pruebas’ que presentan no son más que fantasía extraída de las sagas escandinavas de origen medieval, equivalentes a los cantares de gesta. 

En 1937 un arqueólogo y marino noruego, A. W. Brogger, tras estudiar a conciencia las sagas medievales reparó en que dos de ellas hablaban de unos viajeros nórdicos que desde Groenlandia viajaban al oeste y llegaban a unas tierras desconocidas a las que llamaron País de las piedras, País de los bosques y País de los viñedos. El tal Brogger creyó que estaba refiriéndose a tierras americanas: el País de las piedras (Hellullandia) sería la la Península del Labrador; más al sur, en Terranova, estaría el País de los bosques (Marklandia); y más al sur aún, en Nueva Escocia, el País de las vides (Vinlandia). No se necesitaron más pruebas para que casi todo el mundo en Escandinavia y en muchas partes de EE UU y Canadá dieran la fantasía literaria por relato histórico. 

La ‘Saga de los Groenlandeses y Eric el Rojo’ (escrita a finales del XIV) y la ‘Saga de Thorfin Karlsefni’ (a mediados del mismo siglo) son las principales ‘fuentes de información’ de Brogger. En la primera, que sitúa la acción en el siglo X, se cuenta que un marino llamado Herjolfsson salió de Islandia y, días después, se vio envuelto en una espesa niebla, perdió el rumbo y cuando aclaró vio unas costas que no eran Groenlandia. Entusiasmado por esta narración, Leif, hijo de Eric el Rojo, aparejó hacia donde le indicaba el tal Herjolfsson, descubriendo así los países de las Piedras, de los Bosques y de los Viñedos. En este último desembarcó y acampó, y fue atacado por unos nativos, que mataron a varios vikingos; el resto se embarcó a toda prisa. 

La ‘Saga de Thorfin Karlsefni’ relata el viaje de éste capitaneando una flotilla de tres barcos en el que llevaban hasta ganado. Llegaron a Vinlandia (País de los viñedos) y se quedaron un año, pero los ataques de los indígenas terminaron por expulsarlos. Ambos cantares de gesta-sagas, por otro lado, son copia o plagio de otro poema medieval llamado ‘Navigatio Sancti Brandani’, redactado en el siglo X por un monje; este poema está a su vez sospechosamente inspirado en ‘Las mil y una noches’: el tal Brandan hizo siete viajes igual que Simbad, e igual que éste viajó montado sobre una ballena. Poemas, sagas, mitos y leyendas que se alimentan unos de otros, eso es todo.   

Hay otras narraciones que se refieren a aquellos tres míticos países; por ejemplo, en una de ellas se dice que los vikingos fueron atacados en Vinlandia por un ‘unípodo’, un animal con una sola pata; en otra se asegura que los daneses habían descubierto la tierra de Vinlandia en el siglo XI. En todo caso, las sagas están escritas siglos después de los hechos que cuentan. Además, es curioso que el término Vinlandia, Tierra de Viñedos, se repita en todos los textos, sobre todo teniendo en cuenta que las vides (y el trigo, del que también hace mención) no llegaron a América hasta el siglo XVI. Algo parecido sucede con la rueda, sobradamente conocida por los vikingos pero desconocida por los americanos precolombinos, o sea, si aquellos se hubieran asentado y contactado con los nativos, éstos hubieran tenido ruedas a la llegada de Colón. 

Además, los partidarios del pre-descubrimiento aportan ‘evidencias’ físicas, ‘pruebas’ arqueológicas. En 1898 un granjero sueco asentado en Minesota cavó y se encontró una gran piedra plana en la que había inscripciones ilegibles; un profesor experto reconoció los signos y tradujo: “… en un viaje de descubrimiento de Vinlandia, suecos… noruegos acampamos algunas jornadas al norte de donde está esta piedra…, al regresar vimos hombres muertos…”. Los filólogos y paleógrafos revelaron al poco de examinar la piedra que era falsa, pura patraña, pues los signos rúnicos en que estaba escrita no eran usados en la época en la que pretendían fecharla, y los arqueólogos sentenciaron que la piedra era mucho más moderna. Pero como por allí hay muchos descendientes de emigrantes nórdicos, se mantiene la ilusión. 

A comienzos del siglo XX se descubrió una torre redonda de piedra en Rhode Island, parecida a algunas existentes en Noruega y Suecia, por lo que rápidamente se consideró la prueba definitiva del descubrimiento precolombino. Pero entonces llegó un arqueólogo riguroso y examinó la construcción, datándola fácilmente en el siglo XVIII; es más, descubrió que había sido utilizada como puesto de vigilancia por exploradores holandeses.         

  

En 1930 se hallaron en Beardmore (Ontario, Canadá) un hacha, una espada y una especie de carraca, todo oxidado y herrumbroso y fechado casi de inmediato en el siglo XIV; el hallazgo se consideró como “la prueba definitiva de la exploración de los vikingos en Norteamérica” (según un historiador llamado Donovan). Pero cuando los especialistas hicieron los análisis oportunos (años más tarde) concluyeron que aquellos objetos no podían ser anteriores al año 1500 (los portugueses estuvieron allí por esas fechas). 

En fin, las ‘pruebas’ documentales son literatura, fantasía, mitos, y las arqueológicas contradicen la teoría de los vikingos. Y por último, hay que pensar que de haberse descubierto entonces aquellas tierras, hubieran sido visitadas continuamente y objetivo de emigración de muchos de los que vivían en la miseria en Groenlandia e Islandia. 

Por más que se especule, no hay prueba documental o arqueológica que contradiga el descubrimiento de Colón, quien en la Nochebuena de 1492, hace justo 530 años, erigió el primer asentamiento europeo en América. 

CARLOS DEL RIEGO

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