OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 15 de junio de 2022

MÁS DE LA MITAD DEL ORO QUE ESPAÑA EXTRAJO EN AMÉRICA SE QUEDÓ EN AMÉRICA

 


Con el oro y la plata de América se construyeron las universidades, hospitales, colegios, catedrales e infraestructuras de América_ en la imagen la Universidad de Perú, fundada en 1551, sigue funcionando

 

Uno de los principales ‘argumentos’ en que se basa la leyenda negra es el tópico de que España saqueó América, llevándose de allí todo lo que había valor. Cosa que es, evidentemente, mentira. En los virreinatos americanos (que nunca fueron colonias, si acaso provincias de ultramar) se construyeron grandes edificios e infraestructuras, universidades, colegios, hospitales…, que fueron pagados, claro está, con el metal precioso americano. En otras palabras, más de la mitad de lo extraído se quedó en América

 

La leyenda negra antiespañola está cimentada en falsedades. Una es la del inexistente genocidio, pues los porcentajes de poblaciones indígenas y mestizas dominan cada país hispanoamericano, a diferencia de lo sucedido donde sí hubo genocidio (en el norte); además, todo historiador mínimamente riguroso (hasta el más indigenista) admite que no menos del 90% de las muertes se debieron a enfermedades, muchas de las cuales llevaban asolando Europa desde hacía milenios, y seguían devastándola igual que en América. La otra gran mentira ‘negra’ es la del supuesto expolio que España llevó a cabo en sus provincias americanas; esto es tan contrario a la realidad como lo anterior; baste recordar, por un lado, que en las últimas décadas se ha extraído más oro y plata (en México y otros productores) cada año que lo que España extrajo en todo el tiempo que duró su presencia; y por otro lado, alrededor de la mitad de lo extraído se quedó allí para costear el increíble impulso constructor con el que la metrópoli dotó a Hispanoamérica de universidades, colegios, hospitales, catedrales, vías de comunicación... ¿Qué potencia conquistadora dejó al marcharse tal legado?

 

Los que se creen las patrañas por más absurdas que sean desconocen el dicho “España llenó América de hospitales”, a los que tenían total acceso indios y blancos, negros y mestizos, sin la discriminación que caracterizó EE UU hasta hace cuatro días. Los datos son inequívocos, y sólo quien no quiera verlos no los verá. En fecha tan temprana como 1509 (17 años después del descubrimiento), en la isla de La Española ya estaban en funcionamiento los hospitales de San Nicolás de Bari, San Buenaventura y Concepción de la Vega. En la Nueva España (México) Hernán Cortés fundó y financió en 1521 la construcción del Hospital de Jesús, que tanto tiempo después sigue en funcionamiento. En este virreinato se construyeron (a partir de 1521) los hospitales para leprosos de San Lázaro; en 1540 se erigió en Hospital de San Juan de Letrán, en 1562 el Real de Nuestra Señora del Rosario, en 1562 el de Hospital de la Caridad del Nombre de Dios, en 1575  el de la Santa Veracruz, en 1580 el de Nuestra Señora de Montserrat y el Real de El Nombre de Jesús, en 1582 el de San Bartolomé y el de San Juan de Dios, y la lista continúa... Y todo esto sólo en lo que hoy es México… Allí donde se fundaba una ciudad se construía casi de todo, desde hospitales a monasterios.

 

El origen de esa forma de actuar (que hoy se diría humanitaria) estaba en la  mismísima Isabel de Castilla, que en 1503 escribe al gobernador de Cuba Nicolás Ovando: “Haga en las poblaciones donde viera que fuera más necesario casa para hospitales en que se acojan los pobres, así de los cristianos como de los indios”. ¡Qué mujer!

 

En lo que será EE UU (donde sí hubo colonias) la primera universidad fue la de Harvard, fundada en 1636, y la segunda la de Pensilvania, en 1765, como escuela médica. Siglos de retraso respecto a Hispanoamérica, donde, para entonces, ya había no menos de trece universidades: en Santo Domingo (La Española, en 1538), Lima y México desde 1551, la de Santiago en La Española desde 1558, la de Bogotá en 1580, la de Quito en 1586, la Pontificia de Lima en 1608, la de Córdoba (Argentina) en 1613, la de Santiago de Chile en 1619, la San Miguel de Chile y la Pontificia (jesuita) de Bogotá en 1621, la jesuita de Quito en 1622, la de Sucre (Bolivia) en 1624.

 

Pero lo mejor es que a todos estos centros podían acudir los indios y los mestizos. Es más, durante el siglo XVII a la de México acudían incluso filipinos, que eran considerados ‘indios japoneses libres vasallos de Su Majestad’ (algo que reclamó un estudiante filipino, Manuel de Santa Fe). Según un trabajo sobre los indios con vocación sacerdotal, en las últimas décadas del siglo XVIII  se contaron 134 indios realizando estudios superiores en México, ya fuera en la universidad, el seminario, los colegios universitarios de Puebla o los centros de jesuitas en Oaxaca. Se conserva una ordenanza de 1697 que ordenaba que una cuarta parte de las becas para estudiantes mexicanos se dedicase a los indios. Muchos indios de familia noble (las noblezas de cada territorio se respetaron hasta la independencia) estudiaron en los seminarios, pero no para llegar a curas (excepto unos pocos casos), sino para adquirir formación de cara a convertirse en líderes y funcionarios. Como anécdota muy ilustrativa puede señalarse que la patrocinadora del colegio exclusivo para indios, Nuestra Señora de Guadalupe, la noble india Ana Ventura Gómez, escribió en 1790 al Rey de España, Carlos IV, para quejarse porque la rectora del colegio había permitido ingresar a una española.

 

Podría añadirse que España llevó a América la planificación urbanística de las ciudades, dando solidez y personalidad a las ciudades, algunas de las cuales han sido distinguidas como Patrimonio de la Humanidad: Sucre y Potosí en Bolivia; Cartagena de Indias y el centro histórico de Santa Cruz de Mompox, en Colombia; la ciudad vieja de La Habana y sus fortificaciones, el centro histórico de Cienfuegos o el centro histórico de Camagüey, en Cuba; el Viejo San Juan, en Puerto Rico; los centros históricos de Quito y Cuenca en Ecuador; los de México, Oaxaca, Puebla, San Miguel de Allende, Guanajuato, Morelia, Zacatecas y Campeche, en México; el distrito histórico de Panamá; las zonas históricas de Cuzco, Lima y Arequipa, en Perú; la Antigua Guatemala, en Guatemala; Coro, en Venezuela…, así como muchas ciudades coloniales construidas por los españoles y que hoy son candidatas a figurar en la lista de la Unesco como Salta, en Argentina o Villa de Leyva, en Colombia.

 

Todas esas construcciones, ciudades, barrios, infraestructuras, monumentos… se costearon con el oro y la plata que allí se extraía, lo que deja como burda mentira lo del saqueo.

 

CARLOS DEL RIEGO


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