OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 4 de agosto de 2021

LOS SALTADORES DE ALTURA PERSEGUIDOS POR NAZIS Y SOVIÉTICOS

 


Gretel Bergmann, saltando a tijera


Posible retrato de Nicolai Kovtun, cuyos récords desaparecieron de los registros, igual que sus fotos 

Los Juegos Olímpicos son, esencialmente, el atletismo. Podría haber juegos sin fútbol, sin deportes de agua o de equipo, pero jamás serían olímpicos sin atletismo. Los atletas son lo único imprescindible de los JJ OO, por ello resulta triste e injusto que los totalitarismos privaran el honor olímpico a quienes estaban destinados a brillar en la pista. Los nazis apartaron a la saltadora judía Gretel Bergmann y los soviéticos machacaron al saltador Nicolai Kovtun. Apenas son conocidos, pero no por falta de valor y mérito atléticos

A lo largo de los veinticuatro Juegos Olímpicos celebrados en el siglo XX (las guerras dejaron tres Olimpiadas sin juegos) el atletismo ha convertido en leyendas a algunos de los héroes del estadio. Otros, desgraciadamente, jamás aparecerán en las listas olímpicas a causa de dos de los regímenes dictatoriales más sangrientos del siglo, el soviético y el nazi.

Gretel Bergman era una saltadora de altura alemana judía nacida en 1914. Comenzados los años treinta Gretel batió el récord alemán con 1,60 metros. Pero al hacerse los nazis con el poder, se marchó a Inglaterra. Meses antes de los Juegos de Berlín 1936 el equipo alemán la convocó; según dicen los especialistas, la presión del COI y de EE UU consiguió que fuese seleccionada. Pero una vez en Alemania recibió un comunicado de su federación en el que le decían que quedaba excluida por sus ‘mediocres resultados’, aunque tenía la mejor marca del año. En su lugar se incluyó a un hombre disfrazado de mujer: Heinrich se hizo pasar por Dora y sólo consiguió un cuarto puesto; la vencedora saltó 1,60 metros, lo que significa que Gretel hubiera peleado por aquella medalla de oro y hubiera ocupado el lugar que le correspondía por mérito y esfuerzo. Unos meses después de los juegos emigró definitivamente a EE UU, donde continuó su carrera atlética con notables éxitos.

Gretel nunca perdonó  a Alemania, donde borraron sus marcas y su nombre como si nunca hubiera existido. Murió en Estados Unidos a los 103 años recordando perfectamente todo aquello y renegando de los nazis, de su país e incluso del idioma alemán. Su récord fue restituido en 2009. Otros atletas corrieron idéntica suerte, y sólo una esgrimista judía alemana, Helene Mayer, participó en Berlín 1936.

Peor lo pasó el saltador de altura soviético Nicolai Kovtun, que en 1937 se convirtió en el primer atleta de la Unión Soviética en saltar dos metros, concretamente 2,01, y lo hizo ante un estadio abarrotado y con la incipiente técnica del rodillo ventral. Ese mismo año, mientras estaba entrenando se presentaron en la pista unos tipos oscuros escoltados por uniformados y se lo llevaron, sin dar explicación, sin decir palabra. Alguien debió acusarlo de enemigo del pueblo, burgués, saboteador, antirrevolucionario, capitalista o cualquier cosa similar que, en los años treinta en la URSS, eran sinónimos de años en el Gulag o paredón. El saltador fue ‘juzgado’ sin abogado, sin derecho a declarar y sin apelación, así que fue condenado a pasar 10 años en los gulag de Norilsk y Vorkuta (al norte del Círculo Polar Ártico). Nadie informó de lo que había pasado, nadie dio explicaciones, sólo se sabe que su mujer fue llamada a Moscú para que repudiara a Nicolai, pero ella se negó… En 1947 Nicolai terminó su condena y fue liberado, pero sólo tres años después volvió la acusación sin pruebas, el juicio sin abogado y la condena sin poder defenderse, esta vez a cinco años en un campo de trabajo cerca de los Urales.

Los registros deportivos de Nicolai Kovtun (también tenía la mejor marca soviética en triple con 14,66 m.) desaparecieron, fueron borrados de los ránkings. Finalmente, en 1955, fue liberado definitivamente; otro saltador con el que Kovtun había competido lo describió entonces: “No se parecía nada al joven fuerte y alegre que yo conocía. Siempre callado, muy reservado, nunca hablaba y no tenía ningún interés por el salto de altura”. Murió por problemas cardiacos en 1981. En 1988 fueron restituidos los nombres y registros de los atletas que fueron proscritos por el comunismo stalinista y las grandes purgas; según R. Quercetani en su ‘Historia del atletismo mundial’, fueron 39 los atletas perseguidos por aquella locura que no terminó hasta la muerte del dictador.

En realidad hubo muchísimos casos de discriminación y represión, y no sólo en los países totalitarios. Podrán escribirse varios libros sobre las tragedias personales que soportaron no pocos atletas a causa de la política y la guerra.

CARLOS DEL RIEGO

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