OPINIÓN

HISTORIA

jueves, 22 de abril de 2021

CASTILLA LA VIEJA SIGUE CELEBRANDO LA HUMILLANTE, BOCHORNOSA E INÚTIL DERROTA DE VILLALAR

 


Los comuneros condujeron a una muerte cierta e inútil a miles de personas. No parece un hecho a celebrar

El 23 de abril de 1521 se produjo la batalla de Villalar, en la que los que se  habían levantado contra Carlos I fueron derrotados estrepitosamente y sus jefes ajusticiados. A pesar de tan humillante descalabro, Castilla y León sigue celebrando aquel día como la fiesta grande de la comunidad. Además de otras consideraciones, es incomprensible engrandecer tan inútil catástrofe

El día 23 de abril es el Día de la Comunidad de Castilla y León, que ha escogido esa fecha por considerarla un momento de enorme esplendor en el devenir histórico de la región. Ese día de 1521 (hace ya medio milenio) los llamados Comuneros de Castilla fueron aplastados por las tropas de Carlos I en la batalla de Villalar (la guerra de las Comunidades siguió unos pocos meses más). Al día siguiente fueron ejecutados los tres principales cabecillas, cuyos nombres se dicen de carrerilla: Padilla, Bravo y Maldonado.

Esta guerra de los Comuneros ha dado lugar a muchos estudios. Aunque faltando a la verdad se ha dicho que fue una revuelta del pueblo contra la tiranía del poder, la mayoría de especialistas e historiadores afirman que, en realidad, fue una insurrección promovida por la alta burguesía urbana y las aristocracias más poderosas, que se iban a ver obligadas a pagar más al retirarles el nuevo rey sus privilegios medievales. Asimismo, otra causa importante fue que Carlos de Habsburgo colocó a muchos extranjeros en cargos de relevancia, lo que significaba que nobles y poderosos se verían privados de poder, pues hasta entonces eran ellos los que acaparaban esos cargos. En definitiva, quienes perdían eran las clases privilegiadas, no el pueblo llano; a pesar de ello, los interesados en la revuelta consiguieron implicar a las clases más humildes. Como era de esperar, gran parte de los nobles que habían apoyado al principio la guerra contra Carlos, al comprobar por dónde iban las cosas, cambiaron de bando (así no lo perdían todo), abandonando a su suerte a los paisanos;

En resumen, como en casi todas las revoluciones que en la Historia han sido, la causa principal y determinante, la chispa, la mecha y la pólvora fueron el poder y los intereses económicos, no esos presuntos idealismos (lucha contra el absolutismo…) que de ningún modo existían en las mentalidades de hace cinco siglos. Sea como sea, parece poco inteligente señalar como la fiesta de un territorio un hecho con orígenes tan difusos y un final tan amargo, pues los ‘heroicos’ Padilla, Bravo y Maldonado condujeron a la muerte a miles de personas para nada.

Al escoger un hecho tan lamentable como día grande, los que tomaron aquella decisión (y los que la han seguido dejándose llevar por la inercia) dan a entender que en Castilla no se ha producido ningún hecho glorioso, heroico o trascendental a lo largo de su Historia, nada que festejar mejor que aquella patética derrota de nulas consecuencias. Es como si Estados Unidos recordara de modo festivo el bombardeo a Pearl Harbour, Alemania lo hiciera con el día de la firma del Tratado de Versalles o Japón con el de su rendición ante EE UU, como si Francia celebrara la batalla de Waterloo, Inglaterra la derrota ante sus colonias americanas, España la batalla de Trafalgar o, en fin, como si un deportista o equipo celebrase el aniversario de su eliminación más dolorosa. Parece muy, muy poco inteligente.

Pero es que, además, aquel movimiento comunero no tuvo la menor consecuencia, o sea, los miles que murieron en el campo de batalla, así como los cientos que fueron ejecutados, perdieron la vida por nada; todas las ciudades que se rebelaron volvieron inmediatamente a someterse a la autoridad real, es más, las más destacadas en la rebelión perdieron peso político. Y los nobles regresaron al redil al comprobar que Carlos era más fuerte de lo que creían (luego, el rey los perdonó a casi todos). De hecho, la única consecuencia real fue que Carlos aumentó su poder. Eso fue todo lo que consiguieron los comuneros y su necia rebelión, es decir, obtuvieron lo contrario de lo que pretendían. Y la Historia siguió su curso sin que aquellos sucesos modificaran su dirección. ¿De verdad aquello es digno de halago y celebración?

Por otro lado (además de lo esperpéntico de la elección), es lógico que León jamás haya tenido representación significativa en Villalar de los Comuneros cada 23 de abril, donde lo raro es ver leoneses (con cargo político o simples ciudadanos). Y es que no hay que olvidar que esa fecha conmemora a los Comuneros de Castilla, de Castilla, no de León; la conjunción copulativa entre esas dos realidades territoriales marca precisamente eso, que son dos, y por tanto cada una debería tener su fiesta, su día (por ejemplo, Juan José celebra el día de su cumple, pero Juan y José tienen uno cada uno).

Castilla la Vieja seguirá alegrándose de aquella derrota tan innoble como estéril, olvidándose de otras mil fechas verdaderamente memorables, victoriosas, gloriosas. León no puede tragarse semejante paparrucha ni sumarse a este enorme error.

CARLOS DEL RIEGO

 

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