OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 3 de marzo de 2021

COMO LAS DROGAS, LA SUPERIORIDAD MORAL DEBE PRODUCIR SENSACIÓN DE BIENESTAR

 


Marieke ha renunciado a traducir a Amanda por no no ser negra ella

Por mucho asombro que hayan producido el buenismo o la corrección política extrema, siempre hay alguien capacitado para llevar la idiocia un paso más allá. Entre los últimos aspirantes a la obtención del récord mundial de la estupidez y la superioridad moral están un profesor de EE UU que reniega de los clásicos greco-romanos y una escritora holandesa que se niega a traducir a una poetisa negra por no ser negra ella misma

Sentirse moralmente superior debe producir un efecto parecido al de las drogas pues, al igual que éstas generan una supuesta sensación de bienestar, quien ve por todas partes racismo, supremacismo blanco heteropatrialcal o apropiación cultural se sentirá igual que el drogota que acaba de ‘ponerse’. Sí, señalar al prójimo para verse mejor a uno mismo debe ‘colocar’ lo suyo.

Una escritora holandesa llamada Marieke Lucas Rijneveld ha renunciado a traducir el poema que Amanda Grosman escribió y leyó durante la toma de posesión de Joe Biden. La razón es que ella, Marieke, y su editorial, recibieron insultos y amenazas a través de las redes sociales, además de artículos de prensa en que se hablaba de escándalo, porque, al no ser negra como Amanda, no tenía derecho a traducir sus textos. Marieke se convenció de que, efectivamente, no estaba legitimada para hacer ese trabajo y cedió, y  renunció. Lo más desconcertantes es que, si se piensa en profundidad, el verdadero acto de racismo es fijarse en el color de la piel del traductor para encargarle o no el trabajo. Los campeones de la impostura buenista que escribieron esos mensajes deben haber sentido un auténtico ‘subidón’ (como el de una buena ‘mercancía’) al sentirse respaldados por la asunción de culpa que, sin duda, habrá asaltado a Marieke. Esta joven escritora neerlandesa se declara de género ‘no binario’, es decir, no se siente ni mujer ni hombre, e incluso tiene intención de hacer desaparecer los pronombres personales de sus obras (luego irán los machistas sustantivos, y los racistas adjetivos...). Y eso que Amanda no se ha dicho nada sobre al color de la piel de quienes traduzcan sus escritos, o sea, los tiranos morales deciden y se ofenden por ella.

Un profesor de la Universidad de Princeton, EEUU, ha firmado un artículo en el que acusa a la cultura clásica de ser la cultura del hombre blanco, quien la ha utilizado para ejercer racismo, colonialismo, esclavitud, machismo, totalitarismo. Se llama Dan-el Padilla y acusa a Grecia y Roma de ser el origen del supremacismo blanco a lo largo de toda la Historia hasta llegar a hoy. Por un lado, el rostro pálido (¿se podrá utilizar este término o será apropiación cultural?) es el que ‘inventó’ la Filosofía y el Derecho, los Derechos Humanos y la Democracia; es decir, todo eso, que hoy conforma la base de todo, no surgió en culturas precolombinas americanas, ni asiáticas, ni africanas, ni oceánicas, sino en el entorno del perverso y supremacista hombre blanco heteropatriarcal, y si no hubieran existido Grecia y Roma, si los avances en pensamiento, derechos y libertades hubieran dependido de las culturas africanas, asiáticas… todo estaría muchísimo más retrasado.

Por otro lado, Dan-el Padilla se ha sentido superior a los autores clásicos, tanto que seguramente estará plenamente convencido de que en caso de haber estado él allí lo hubiera hecho todo mucho más democrático, antimachista e igualitario; sin embargo no es más que un mediocre tratando de subirse a los hombros de los auténticos genios (tal cosa había que ser para pensar todo lo que ellos pensaron sin tener ninguna referencia previa). Alguien debería recordarle a este buen señor que cuando se mira al pasado siempre se ve una imagen distorsionada, puesto que jamás podrá sentirse hoy lo que sentía la gente que vivió hace quinientos, mil o dos mil años, la persona del siglo XXI nunca podrá integrarse en aquellos contextos ni comprender cómo se afrontaban aquellas circunstancias. Hay que ser ignorante o ególatra para atreverse a juzgar, condenar o tratar de corregir el pasado. El profesor ha debido experimentar un éxtasis, un clímax, al comprobar el ruido que ha metido, ha debido sentirse como el drogota que acaba de ‘meterse’.

Ya se han censurado películas, así que pronto empezarán a corregirse libros (como han hecho con Agatha Christie) o incluso a quemarlos (como en la película ‘Farenheit 451’), acusándolos de machistas y racistas; e igualmente se censurarán pinturas con imágenes heteropatriarcales.

Cada vez se confirma más inequívocamente que la corrección política, el puritanismo cultural, mental e ideológico conducen a la estrechez intelectual y espiritual, así como a la total esterilidad creativa.

CARLOS DEL RIEGO

 

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