OPINIÓN

HISTORIA

jueves, 19 de noviembre de 2020

AUTONOMÍAS HOY: ESTADOS QUE COMPITEN ENTRE SÍ, CUESTAN INGENTES CANTIDADES Y DEBILITAN EL TODO

 


Aunque en su momento se entendió como sátira chistosa, aquella ficción es hoy realidad, pues son propiedad de políticos y partidos, o sea, son suyas

Una de las ‘novedades’ que trajo la Transición fue aquello del ‘estado de las autonomías’. Entonces, hace más de cuarenta años, parecía deseable descentralizar así el estado; sin embargo, pasadas estas cuatro décadas, las autonomías se han convertido en máquinas de gastar, en oficinas de colocación y, en fin, en un continuo desafío al todo, a España 

En realidad se decidió dividir toda España en autonomías para no ‘dárselas’ sólo a las llamadas ‘históricas’; claro que la calificación de ‘histórica’ es de lo más arbitrario y falso, ya que la Historia de Cataluña, de Vascongadas y de Galicia (las consideradas ‘históricas’) palidece si se la compara con la Historia de, por ejemplo, León, que sí albergó un auténtico reino durante más de tres siglos, y fue el más fuerte de la península muchos años. El caso es que para que el resto de las regiones que conforman el país no se sintiera agraviado, los políticos decidieron lo de ‘café para todos’, o sea, autonomías para todos. De este modo, los contribuyentes españoles vienen pagando desde entonces18 gobiernos, tan costoso el central como los autonómicos, ya que cada uno tiene su presidente y vicepresidentes, ministros (consejeros o como quiera llamárseles), secretarios, subsecretarios, oficinistas y departamentos de comunicación, escoltas, chóferes, automóviles y combustible, sueldos, dietas, pagos de diversa índole e incluso gastos que no hay que justificar, viajes y hoteles, abogados, proveedores, equipamientos… Todo multiplicado por 18 y todo muy bien pagado.

Hoy (en realidad casi desde entonces, desde 1978) los gobiernos autonómicos actúan como estados que compiten entre sí, con palabras gruesas y descalificaciones, por conseguir más financiación y dineros que el vecino, por el agua, por tener más competencias, por tener en sus museos y archivos obras de arte o documentos, por allegarse inversiones, por albergar fábricas e instalaciones…, fomentando así la desunión e incluso, en algunos casos, el verdadero enfrentamiento; esto se ha comprobado en la actual situación de emergencia sanitaria, cuando desde esta autonomía se renegaba de que llegaran españoles de aquella autonomía a “traernos el bicho”. Y puede añadirse que la perversa idea autonómica ha conseguido que los ciudadanos de una comunidad se sientan con más derechos sobre esto o aquello que los de la de al lado; igualmente hay territorios con privilegios a los que, lógicamente, no van a renunciar. ¿Y la imposición de una lengua propia en detrimento de la común? En la España actual ya no importa el todo, lo único que importa a los políticos autonómicos es ganar sus elecciones y continuar así disfrutando de poder y dinero, mientras que desde el gobierno central no se duda a la hora de favorecer a una comunidad a cambio de apoyo político.

Sí, los gobiernos autonómicos se han convertido en verdaderos estados, y como auténticos jefes de estado se comportan sus presidentes. Y a ello hay que añadir que cada territorio autonómico tiene sus propios planes de estudio, que incluyen versiones ridículas de la Historia, donde se esconden o ensalzan hechos o personas en función de intereses políticos. Algo parecido ocurre con lo que se exige al alumnado, pues el objetivo no es preparar adecuadamente, sino  quedar bien en las estadísticas (se sabe que en ciertas autonomías se pide mucho menos que en otras para lograr la misma nota).

Como puede comprobarse, las autonomías son auténticos caladeros de puestos, cargos y destinos, de subvenciones, ayudas, subsidios, becas, asignaciones…, caladeros donde pescan todo tipo de caraduras cuyo único mérito es pertenecer a este o aquel partido y haber sabido maniobrar dentro del mismo para conseguir subir en el escalafón, pues ese es el modo de ocupar poltronas que no exigen casi nada y pagan espléndidamente.   

Si todo gobierno es fuente inevitable (inevitable) de corrupción, privilegios, cohecho, nepotismo, amiguismo, enchufismo…, en este país llamado España todo (corrupción, enchufe, despilfarro…) se multiplica por 18, y todo, claro, a costa del pagano, del ciudadano de a pie. El sistema autonómico es insostenible se mire como se mire, un despilfarro.

 La solución estaría en preguntar al votante si quiere autonomía o prefiere devolver competencias al estado. Imprescindible sería también que se proscribiera la figura del político vitalicio, ese que llega al cargo con veintitantos y no vuelve a poner los pies en la tierra (o sea, a trabajar a pie de calle, en el sector privado, si es que alguna vez trabajó) el resto de su vida.

Cuando se estrenó aquella película titulada ‘Las autonosuyas’ (1984) nadie pensó que realmente iban a convertirse en poco menos que señoríos en los que partidos y presidentes mandan y ordenan como auténticos señores feudales, como si fueran realmente ‘suyas’. Cada profesional de la política (que realmente no sabe hacer nada y si dependiera de su mérito y su esfuerzo en la calle estaría viviendo de la beneficencia, pues son auténticos inútiles) desea ante todo su cuota de poder, su espacio en el que sentirse jefe. Además, nunca, nunca se les pide cuentas por pésimas gestiones, por inversiones ruinosas, por gastos improductivos, inútiles o arbitrarios, y cuando se les denuncia por corruptelas de todo tipo, siempre se libran o salen mejor parados que un simple contribuyente en las mismas circunstancias.

Puede que hace cuatro décadas parecieran solución, pero hoy se ha demostrado que son un gasto monstruoso e inútil, así como una fuente de enfrentamiento e injusticia entre territorios y un procedimiento para debilitar el todo, España.   

CARLOS DEL RIEGO

 

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