OPINIÓN

HISTORIA

domingo, 4 de octubre de 2020

MEDIO SIGLO SIN JANIS JOPLIN

 


Medio siglo después de su muerte, nadie, ni hombre ni mujer, ha sido capaz de transmitir tanto como hiciera Janis Joplin



Hace ya 50 años que murió Janis Joplin, una de las mejores cantantes de blues y rock de todos los tiempos. Una sobredosis la calló el 4 de octubre de 1970 (año de grandes pérdidas). Tenía los ‘peligrosos’ 27 años. Como las estrellas que más lucen en el cielo, brilló mucho y vivió poco; su existencia fue turbulenta, a veces desgraciada y siempre excesiva, en lo musical y en lo personal

Ya en los años sesenta  existía el concepto de estrella del rock, y desde entonces esa figura estará siempre asociada a excesos, peligros y una vida desordenada. La inolvidable Janis Joplin no superó viva aquella década, aunque sí queda su voz y su leyenda como iconos incontestables para todo adicto al rock & roll. Su muerte fue el último acto de una vida generalmente infeliz con momentos de gran brillantez y unos pocos de felicidad.

Según ella misma contó, en el colegio era despreciada, insultada, marginada casi a diario; estaba algo llenita y tenía la cara salpicada de granos, lo que provocaba las burlas y menosprecios de sus compañeros de clase, que la acosaban y se reían de ella incluso fuera del colegio o el instituto, y más de una vez le lanzaron monedas entre risas despectivas. Debía sentirse muy desgraciada, y tal vez por eso le gustaba ir a los barrios donde tocaban los ‘bluesmen’ negros (seguro que allí nadie se reía de ella). Luego, ya adulta, no ocultaba su pasión por el sexo salvaje con hombres y con mujeres, algo que llegaba a oídos de sus padres, que se lo tomaban como un humillante escándalo (eran los años 60), así que muchas veces le dieron la espalda, lo que, a su vez, debió ser otra causa de inseguridad en una personalidad tan escasa de autoestima como la de Janis.  .

A principios de los sesenta se fue a San Francisco en un momento en que se empieza a gestar la cultura hippie; aquí comienza a cantar en pequeños escenarios, sobre todo música folk, pero también entra en contacto con las drogas, anfetaminas hasta enloquecer, heroína hasta desmayarse y siempre, siempre, abundante güisqui. La que había sido adolescente rellenita pesaba ahora unos cuarenta kilos y, además, siempre estaba triste y abatida. Para mediados de esta década ya se dedica profesionalmente a la música, publica disco y, gracias a su fuerza, a su voz incendiaria y al desbordante sentimiento que transmite, alcanza el éxito y el reconocimiento. Está en la cima, actúa en los festivales más multitudinarios, todos se rinden a su energía salvaje, a su excitante blues-rock, Ya es una estrella de la nueva cultura. Pero eso no la aparta del caballo ni del alcohol. Hacia 1969 su adicción era brutal: los que estaban cerca aseguran que se gastaba unos doscientos dólares diarios en heroína y se trasegaba no menos de dos o tres botellas, lo que significa que su estado debía ser cercano a la incapacidad; en varios conciertos, incluyendo en Woodstock y en el Madison de Nueva York, salía borracha, colocada hasta las cejas y en un estado verdaderamente lamentable.

El día 4 de octubre de 1970 había quedado en volver al estudio para grabar la voz de una última canción del que sería su nuevo disco. Pero no apareció. La fueron a buscar y la encontraron en su habitación, muerta a causa de una sobredosis de heroína y con sangre en nariz y boca, pues debió perder el conocimiento, caerse y golpearse la cara contra el suelo.

Y nació el mito de la cantante tejana que abría por completo su alma en cada concierto (los vídeos lo demuestran), la que  echaba su corazón por la boca hasta la última nota. Hoy, medio siglo después, es capaz de hacer hervir la sangre de cualquiera que la escuche. Su voz sigue sonando única, inimitable, no hay con qué compararla, rasgada, suplicante, emocionante, encendida…, inconfundible. Cuando hacía blues tendía al grito, pero por increíble que parezca, jamás desafinó, nunca se salía de tono: ni en el más desesperado quejido, ni en la voz más desgarradora perdía el sitio. La manera con que ella se expresaba y cómo trataba su voz abrió todas las puertas a quien soñara con cantar rock, blues, pop, soul…, hombre o mujer. Con ella se aprendió que un cantante de rock debe dejar salir lo que tiene para que la gente sienta lo que él. Tantos años después de su muerte sigue produciendo escalofríos.

Siempre participó en tareas compositivas en los pocos discos que tuvo tiempo de grabar, siendo asimismo una excelente adaptadora de clásicos del blues (así dio salida a su devoción por las leyendas del género). Pero si hubiera que quedarse con sólo una de sus composiciones, ésta ha de ser el explosivo ‘Move over’, un tema que transmite tensión, un tema que vibra y contagia.

Inolvidable por más años que pasen, Janis Joplin posee (poseyó) un don, un algo especial, un carisma único. Janis fue el exceso personificado, ya fuera en el amor, en las drogas o en la música. Su voz doliente y emocionada es de las que enganchan, sus interpretaciones arrebatadas hipnotizaban; el blues y el rock dio un paso hacia delante con la malograda cantante tejana. Ella y pocas más consiguieron que los ‘menea-melenas’ españoles de los setenta contaran con chicas en el Olimpo de los grandes del rock. ¡Inténtalo, sólo un poquito más fuerte!

Medio siglo ha pasado. ¿Alguna se ha acercado a su altura en estos años?

CARLOS DEL RIEGO

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