OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 9 de septiembre de 2020

VERACRUZ, SEPTIEMBRE DE 1568, LA ARMADA ESPAÑOLA DERROTA AL PIRATA DRAKE, QUE TRAICIONA A SUS HOMBRES Y HUYE

 


Representación de la batalla, de la que huyeron cobardemente Drake y Hawkins, abandonando a sus hombres

Durante los siglos en que el Imperio Español era el más poderoso se produjeron infinidad de sucesos, episodios bélicos, guerras, asaltos y batallas de las potencias marítimas contra el imperio dominante, algo lógico. Destacaron en esta actividad los ingleses, sobre todo los piratas al servicio de su corona. Uno de ellos, el famoso Francis Drake, tenido por héroe en Inglaterra, fue derrotado varias veces por ejércitos españoles; en una de ellas traicionó y abandonó a sus hombres en plena batalla

Es sorprendente cómo en Reino Unido olvidan los patinazos propios, casi tanto como España sus éxitos. E igualmente ocurre con los personajes, pues allí  sólo se fijan en los logros de sus figuras históricas y pasan por alto sus defectos y delitos, mientras que aquí ocurre justo lo contrario. En el año 1568, a pesar de que Inglaterra y España habían firmado un tratado de paz unos años antes, una flotilla al mando de los piratas Francis Drake y John Hawkins intentaron tomar el puerto de San Juan de Ulúa (Veracruz)…

Hacía más de un año que la media docena de barcos del corsario atacaban y sometían al pillaje barcos y puertos españoles en el Caribe, desde Florida hasta Cartagena, además de vender esclavos (muchas veces a la fuerza) que habían capturado en África. Y todo ello a pesar de que las coronas de España e Inglaterra (Felipe II e Isabel I) habían firmado un acuerdo. El caso (a grandes rasgos) es que la flota pirata decidió atracar en San Juan de Ulúa (hoy Veracruz, México) para reparar y aprovisionarse antes de volver a Inglaterra. Los barcos ingleses se acercaron a puerto y fueron confundidos con una flota española que se esperaba (retirarían banderas y estandartes); incluso las autoridades españolas subieron a los barcos ingleses, momento en que descubrieron que no eran los buques que creían; Drake y Hawkins los tranquilizaron diciendo que sólo pretendían arreglar desperfectos en los barcos y hacerse con provisiones. Eso sí, antes de que se dieran cuenta los españoles, los piratas se hicieron fuertes en ciertas posiciones en tierra y allí ubicaron varias baterías de cañones, lo que venía a ser una advertencia: o se hacía lo que ellos querían o… Claro que los españoles también habían tomado sus posiciones.

En estas, a finales de septiembre de 1568, llegó la flota española que se esperaba, al mando de Francisco Luján y el nuevo virrey, Martín Enríquez de Almanza, con lo que las tornas se cambiaron. Los recién llegados no se fiaban nada de los británicos, así que se dispusieron a darles una sorpresa. Se ordenó el ataque en tierra y se tomaron fácilmente las posiciones artilladas inglesas, pues los artilleros huyeron a toda velocidad hacia sus barcos.

La batalla había estallado. Cerca del puerto los barcos se tiroteaban con todo lo que tenían. Al ver que las cosas se ponían feas, Francis Drake ý John Hawkins pusieron pies en polvorosa, dejando atrás barcos y hombres, que seguían luchando mientras sus capitanes huían en un acto de cobardía que la historiografía inglesa se ha ocupado de silenciar, de borrar de los libros. Pero no terminó ahí la traición de Drake y Hawkins; los dos barcos en los que escapaban (los otros cuatro fueron hundidos o capturados) iban abarrotados y no había provisiones para todos, así que los célebres piratas decidieron desembarcar a más de cien hombres en las costas del sur de lo que hoy e EE UU, lo que equivalía a entregarlos a sus enemigos. Lógicamente fueron capturados, y bien tratados en principio, pero luego llegó la Inquisición, que los juzgó por los típicos crímenes piráticos: asaltos y saqueos, asesinatos, incendios, destrucción…; algunos fueron condenados a muerte y otros a galeras. Los traidores Drake y su colega llegaron a Inglaterra con unos setenta supervivientes, y allí contaron que los malvados españoles habían roto la tregua…, olvidándose de decir que ellos llevaban más de un año rompiéndola.

La versión oficial inglesa de la batalla fue la de los desertores, quienes se guardaron mucho de revelar que habían  abandonado a sus hombres en plena batalla mientras ellos corrían aterrados; e igualmente olvidaron que, una vez lejos del combate, dejaron tirados a más de un centenar de ingleses en territorio enemigo para asegurarse ellos dos el regreso a casa.

Es curioso ver cómo cuando Inglaterra es derrotada su historiografía calla o recurre a argumentos y razonamientos legales, mientras que cuando vence idealiza la victoria sin acudir a más razones. Los anglosajones tienen el dicho: ‘Our country, right or wrong’, o sea, ‘nuestro país es lo primero y nos da igual que tenga o no la razón’. En otros lugares hay quien piensa al revés: ‘nuestro país es culpable tenga o no tenga razón’.

CARLOS DEL RIEGO

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