OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 23 de septiembre de 2020

EL TENIS, UN DEPORTE PSICOLÓGICO Y MENTAL QUE PROTEGE CONTRA EL DETERIORO DEL CEREBRO

 


Para ejecutar un golpe así el cerebro del jugador ha tenido que llevar a cabo una infinidad de ajustes de posición, de cálculo, de fuerza, de decisión

Si hay modalidad deportiva donde importa más el pensamiento que la fuerza, es el tenis, actividad con infinitas posibilidades y con grandes beneficios para evitar el deterioro cerebral. Sus antecedentes se pierden en la Historia. Empieza Roland Garros, buen pretexto para hablar de tenis

Lo dicen todos los que juegan y compiten sea cual sea su nivel, desde el profesional hasta el jugador de club: el tenis es el deporte más psicológico, el que exige más a la cabeza que al resto del cuerpo, el que da más triunfos si se manejan mejor los pensamientos y las emociones, si se gestionan mejor las dudas y los ánimos, la confianza y la inseguridad, la presión y las ganas. Además, el tenis exige concentración total, de modo que incluso el profesional que no esté con todos sus sentidos en el juego la fallará por mucho. Cierto que hay otras especialidades que también requieren grandes esfuerzos mentales, pero ninguna obliga a que desde el primer al último punto el jugador esté completamente solo; por eso existe la regla de que el entrenador (o cualquiera) no puede indicarle correcciones, orientaciones, consejos o cualquier tipo de  pauta técnica, pues está terminantemente prohibido.

Por eso el tenis es distinto a todas las demás modalidades deportivas, el tenista está absolutamente solo de principio a fin del encuentro (excepto en Copa Davis), lo que significa una exigencia mental tremenda, llevando al jugador a un cansancio extra. Por eso, hay tenistas que, sin tener el juego más técnico o potente, consiguen el éxito gracias a la solidez mental, a su predisposición siempre positiva, a un espíritu ganador que lucha sin temor…, y así, hay muchos campeones de la raqueta a los que primero hay que derrotar mentalmente y luego en el tanteador. Esa absoluta soledad, esa continua cavilación y lucha consigo mismo hacen del tenis el juego más cerebral. Y por eso hay tenistas que no desmayan jamás, que siempre tienen actitud positiva. El triunfo está en la mollera, sólo hay que encontrar el lugar donde se esconde.

Por otro lado, se puede llegar a la victoria por muchos caminos, utilizando muy diversas tácticas y estrategias, cosa que comparte el tenis con casi todos los deportes. De este modo, no se explica cómo hay aficionados que menosprecian a jugadores con estilo y técnica diferente, lo que quiere decir que hay quien quiere que todos jueguen con la misma técnica, con los mismos recursos… Sin embargo, cada uno sale a la pista con sus armas y con lo que le permite el contrario, y eso es lo bonito del tenis (del deporte en general), que unos usan unos métodos técnicos y otros los contrarios, que se puede ganar con cualquier tipo de juego, elegante o tosco, de fondo de pista o de red, con una u otra estrategia.

Otra característica del juego del ‘lown tennis’ (nombre original) es que un detalle, un punto, una bola fácil que se falla o una imposible que se gana pueden producir un cambio radical de tendencia, de modo que uno pasa de la euforia y la confianza a la duda y la inseguridad, mientras su rival se traslada de la sensación de derrota a la esperanza, aquel rumiará y rememorará el error durante un rato, éste olvidará instantáneamente todo lo malo que ha hecho hasta ese momento.

Y es que la cantidad de pensamientos que asaltan al jugador a lo largo de los puntos, juegos y sets es casi infinita. Así, a veces parece que el rival adivina tus intenciones, mientras otras eres tú el que pareces atraer la bola, unas veces no aciertas nunca y otras vas siempre al lado bueno y tienes la impresión de que es imposible el fallo. Además, en no pocas ocasiones el jugador no entiende lo que está pasando y es incapaz de enderezar el rumbo ya que una vez que salta a pista nadie que le puede aconsejar.

Recientes investigaciones afirman que el juego del tenis es excelente para el cerebro, para mantenerlo en forma y a salvo de degradación. La explicación es que para efectuar cada golpe, el cerebro se ve obligado a efectuar una gran cantidad de ajustes y tomar muchas decisiones en unas décimas de segundo: calcular a dónde va y dónde botará cada bola, decidir la posición para ejecutar derecha o revés, así como la dirección o el tipo de golpe según cada situación (plano, liftado, cortado, largo, corto), observar dónde está el rival…La mente del jugador está sola y se ve obligada a resolver cada problema al instante y continuamente; y cada bola es un problema, es decir, el coco ha de plantearse y resolver miles de cuestiones en un mismo partido. Igualmente la mollera tiene que gestionar emociones de euforia si se va ganando o desánimo si se va perdiendo, las  buenas o malas sensaciones, la aceptación de errores y fallos…  Las investigaciones concluyen que, de todos los deportes, es el tenis el que más beneficios proporciona al cerebro, protegiéndolo contra enfermedades degenerativas y deterioro mental.

La historia da testimonio muchas veces de juegos de pelota y desde hace milenios, como demuestran los historiadores romanos. Desde entonces, en los diversos textos históricos aparecen juegos de pelota. Incluso Calderón de la Barca escribió ‘Farsa famosa del juego de pelota’ en el que se produce este diálogo “…- Quince pierde (dice un jugador).- Con cuarenta y chanza, luego troquemos (dice el otro; chanza o chaca, es saque).- Oh!, si esta mudanza hiciera que yo mejorase el juego” (responde el primero quejándose de lo mal que está jugado). Hay noticia de práctica de juego de pelota desde el siglo XIII, pero es a partir del siglo XVI que se populariza en toda Europa el ‘jeu de paume’, el juego de palma, que en realidad se jugaba con raqueta (tan popular era que uno de los episodios emblemáticos de la Revolución Francesa se produce en un recinto específico para este juego). Ya se contaba como ahora; una teoría dice que el cómputo se basa en los cuatro cuartos de una hora: quince, treinta y cuarenta y cinco, cuarenta para abreviar. Los tantos los marcaba el público, pues no había jueces, y además estaba prohibido enfadarse. Pero es a finales del siglo XIX cuando el mayor británico Walter C Wingfield (descendiente directo de uno de los primeros ingleses que se apasionaron por este ejercicio) pone las primeras reglas, pensando sobre todo en una actividad para practicar sobre hierba; era el año 1874 y lo llamó ‘sphairistike’. Pero inmediatamente se prefirió usar la voz francesa ‘tenetz’, que señalaba al jugador al saque; como en Inglaterra el mayor Wingfield trasladó el juego de la cancha cerrada al césped (‘lawn’ en inglés), no extrañará que en junio de 1877 apareciera en un diario londinense la noticia de que “El Club All England de croquet y lawntennis de Wimbledon organiza un torneo…”.

CARLOS DEL RIEGO

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