OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 8 de abril de 2020

LA RADIO: TAN MÁGICA HOY COMO CUANDO EMPEZÓ A SONAR

Cambian los aparatos, las modas, las mentalidades, pero la magia de la radio permanece


A pesar de la cantidad de opciones de ocio existentes, la radio siempre tiene sus momentos, especialmente si son excepcionales como el presente. Han pasado cien años desde que comenzaron las emisiones de radio y los receptores a captarlas. A quienes escucharon aquellas primeras voces saliendo de la caja debió parecerles magia, y no andaban desencaminados, pues el encantamiento sigue funcionando hoy: todo el mundo escucha la radio
Sin duda, la actual es la era de la comunicación. Quien tiene algo que comunicar puede hacerlo por múltiples medios con la seguridad de que su mensaje tendrá receptores. Pero entre todos los medios de comunicación existentes, la radio sigue manteniendo no sólo su poder, sino que no ha perdido nada de su encanto, de su magia, a pesar de ser uno de los primeros vehículos de comunicación de masas. Y cuando se precisan noticias al instante, nada como la radio.
La radio excita la imaginación mucho más que sus compañeros de comunicación. Así, la prensa escrita ofrece fotos, textos, infografías, ilustraciones de todo tipo que restan capacidad de imaginación al interesado; e igualmente ocurre con la televisión, que se basa principalmente en la imagen, dejando prácticamente inútil la materia gris. E Internet menos aún.
Pero la radio estimula la fantasía y provoca preguntas sobre quiénes hablan, quiénes cantan, quiénes callan, quiénes están ahí al lado; y todo ello esté el oyente donde esté. Es decir, la radio es ajena a lo visual, por lo que quien capta su señal no tendrá más remedio que utilizar su imaginación. Y es que no hay que olvidar que la insinuación es mucho más eficaz que la exhibición; por ejemplo, resulta mucho más terrorífico el monstruo de cine apenas insinuado, el bicho cuyas formas te cuesta reconocer que el que se ve explícitamente; y es así porque lo que falta lo tiene que poner la imaginación de cada uno, y nadie sabe mejor que cada uno qué es lo que le causa terror. La radio obliga a pensar, obliga a imaginar, a especular, a barajar posibilidades, empuja a poner en marcha el cerebro de modo inconsciente. Por eso resulta entrañable, divertida, excitante, aterradora, desconcertante, sorprendente, inquietante, amable, sonriente..., porque todo lo construye quien escucha, todo está en su cabeza, sólo en su cabeza, y es distinto a lo que ocurre en la de al lado.
Sonido, palabra, silencio y música son las bases de ese invento verdaderamente maravilloso que tiene muchos padres. Hertz, Tessla, Marconi, Cervera..., cada uno fue aportando algo hasta conseguir la magia. Pero no fue hasta 1920 que empezaron las emisiones de modo regular y al alcance de todo el que tuviera un receptor (unos dicen que fue en Estados Unidos y otros que en Argentina), y prácticamente desde el primer momento encontró total aceptación y mostró infinidad de posibilidades.
Con la llegada de la televisión y luego Internet muchos auguraron que llevarían la radio al declive, pero nada de eso, nadie puede con el encanto que tiene ese aparato (que puede ser minúsculo) con el que se va a todas partes y se puede hacer cualquier cosa sin estar nunca en soledad. Por el contrario, sus competidores absorben el seso totalmente, exigen atención total, inmovilidad total, imposibilidad de cualquier actividad, pero no así la radio, que se convierte en el medio más amistoso, en un compañero con el que ir a cualquier sitio y que da mucho y exige poco..., como un buen amigo. Y es que la radio es un amigo, no como la televisión, que se ha convertido en vehículo de manipulación mucho más que de comunicación, no como la prensa en papel, que suele estar en poder de poderosos con intereses amordazadores, no como Internet, que es el paraíso de los anónimos, los bulos y los mentirosos. Cierto que en todas partes hay gente valiosa y gente dudosa, pero la radio permite mucho menos capacidad de maniobra al embustero, pues ha de engañar sólo con la palabra, no valen gestos, expresiones corporales ni actuaciones teatrales.
La experiencia así lo dice: en la radio sólo se queda gente con talento, mientras que en los otros medios abunda (en algunos casos hasta la náusea) la mediocridad, la perversión de la moralidad y la exaltación de la vagancia, cuando no de la pura delincuencia; ahí no hay magia sino ordinariez y analfabetismo cutre, ignorancia orgullosa. Y cuando se trata de música, la radio es la más deseada. ¡Cuánto le debe el rock & roll, y cualquier otro género, a la radio!
Hace más de un siglo que nació la radio y se socializó por todo el mundo. Pero aunque la tecnología trata de superar su hechizo, la radio resiste al tiempo, a los nuevos formatos y competidores. No disminuye su poder. Y en tiempos de emergencia, guerra, aislamiento o pandemia, su poder se hace más evidente: mientras exista una emisora, habrá magia.
CARLOS DEL RIEGO

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