Los Tercios de Flandes son una de las causas de la leyenda negra, sin embargo su conducta no difiere de la de los ejércitos francés o inglés cuando dominaron Europa |
“¡Qué
poca cosa es España para los españoles!” dijo una vez Antonio Machado; sin
embargo, afortunadamente no todos los españoles tienen el mismo concepto de su
país. En todo caso, sí es certera la frase si se refiere a muchos españoles, no
a todos. Tal cosa se demuestra en sentimientos tan frecuentes como la alergia a
la bandera o al término España que muestran no pocos de sus nativos y que, en
realidad, no son sino vestigios de la leyenda negra que construyeron los
enemigos de este país
Un hispanista extranjero señaló que la
única razón de la existencia de la leyenda negra española es que sigue habiendo
muchos españoles dispuestos a creérsela; en este sentido, explicaba, hubo
leyenda negra contra Napoleón en toda Europa, pero como los franceses no le
hicieron el menor caso la cosa se disolvió, desapareció. De hecho, sólo
refiriéndose a España sigue vigente el término y su significado. La leyenda
negra antiespañola surge (aseguran la mayoría de autores) en el siglo XVI,
difundida por los enemigos comerciales e imperiales de España, sobre todo
Inglaterra y Holanda, pero también por españoles, como el secretario traidor de
Felipe II, Antonio Pérez, o el exagerado fray Bartolomé de las Casas. La base
de la leyenda hay que buscarla, sobre todo, en tres puntos: la Inquisición, la
actuación de los Tercios de Flandes y la conquista de América; y en menor
medida en la expulsión de musulmanes y judíos o en el poder de la Iglesia
(idéntico en todas partes).
La Inquisición, sin embargo, fue un
invento francés y existió en muchos lugares de Europa (Portugal, Alemania,
Suiza, Francia, Italia, Polonia, amplias zonas de los Balcanes…), como también
existieron tribunales similares en países protestantes como Inglaterra, es decir,
no sólo España puede ser acusada de ello. Por otro lado, según las cifras
aceptadas hoy mayoritariamente, en España hubo un total de 49 ejecuciones por
‘brujería’ (que son muchas), mientras que en Alemania hubo 25.000, en Polonia
10.000, en Suiza 4.000, en Inglaterra 1.000…, lo que quiere decir que la
acusación de brujería apenas se tuvo en cuenta y pronto desapareció del
catálogo de la inquisición española. Ésta se dedicó, sobre todo, a buscar
falsos conversos y herejes (aunque de estos hubo muy pocos por aquí); pero aún
con todo, tal y como asegura el escritor estadounidense Jamis A. Michener en su
libro ‘Iberia’ (1968), “En Alemania se ejecutó a más personas por ser
deficientes mentales que todas las ejecutadas por la inquisición española”,
pues ésta jamás actuó contra judíos o musulmanes y muy poco contra ‘brujas’.
Finalmente, como sostienen todos los historiadores, los delincuentes comunes
pedían siempre ser juzgados por la Inquisición, considerada más fiable y
clemente que los tribunales civiles.
Por otro lado, la crueldad de los
tercios de Flandes hay que colocarla en su tiempo, en una época en que el
estado de guerra era el habitual, de forma que sólo un ingenuo puede llegar a
creerse que en el campo de batalla unos se comportan como caballeros y otros
como salvajes. Sólo hay que echar un vistazo a todos los conflictos armados que
asolaron Europa en esos siglos (de principios del XVI a principios del XVIII,
cuando se disuelven los Tercios) y en los que no participó España. Hubo
crudelísimos enfrentamientos internos en prácticamente todos los países o
territorios de Europa, desde Polonia hasta el Reino Unido, y tremendas
batallas, rebeliones y masacres en las que España no participó. En fin, ingenuo
o malintencionado será quien piense que en la guerra hay ejércitos bondadosos y
ejércitos violentos.
Y por último, lo de la conquista, cuya
base principal es la ‘Brevísima relación de la destrucción de las Indias’ de
Bartolomé de las Casas. En primer lugar es evidente que las exageraciones del
fraile son colosales (cosa que él mismo admitió), empezando por cifras, tiempos
y distancias imposibles, y continuando por las contradicciones en que cae;
además escribió que los indios eran mansos, buenos, sin maldades, fieles,
pacíficos, humildes, carentes de odio y deseo de venganza…, cuando lo cierto es
que la América precolombina era tremendamente violenta, cruel y sanguinaria,
los sacrificios humanos eran casi diarios (se da noticia estos días, VIII-19,
del hallazgo de los restos de 227 niños sacrificados en el Perú precolombino,
que se suma a muchos otros similares), las guerras eran permanentes, igual que
los secuestros de jóvenes para el sacrificio o para ser devorados, de mujeres
para concubinas, de hombres para esclavitud…; Bernal Díaz del Castillo achaca a
de las Casas que hable “sin haber estado allí”, mientras que él fue “testigo de
vista” al ir junto a Cortés en aquella primera expedición de 1519; describe
Bernal cómo cuando entraban en los adoratorios (los cúes) estaba todo manchado
de sangre y costras de sangre ennegrecida, y olía “peor que en los peores
mataderos de Castilla”, pues allí destripaban, decapitaban y mutilaban.
Igualmente se horrorizó al enterarse de que los indios que estaban en jaulas de
madera eran para engordar y comer. También cuenta cómo los caciques de los
pueblos sometidos por los aztecas iban llorando a Cortés para que los
defendiera… Es decir, los indios no vivían en un paraíso antes de la llegada de
los españoles, como falsamente escribió de las Casas y que tanto contribuyó a
la leyenda negra.
Esa leyenda negra tiene vestigios y
pervivencias en la actualidad, y se nota en todos los ámbitos de la sociedad.
Así, exhibir u ondear una bandera española es tenido por síntoma de fascismo
por gran parte de la población (no así si es bandera de nacionalistas o de otro
país), hasta el punto de que la mayoría de partidos políticos jamás la tienen
presidiendo sus actos (y no digamos el himno). En todos los países del entorno
cualquiera puede lucir una camisa con su bandera impresa, mientras que hacer
eso aquí sería correr un riesgo cierto y tener el seguro del insulto y el
desprecio. No pocos sectores de la sociedad (desde los nacionalistas hasta los
grupos de rock) tienen verdadera alergia a pronunciar la palabra España, que ha
sido sustituida por Estado Español (el Estado es la administración, o sea,
delegaciones de gobierno, ayuntamientos); por ello, bandera, himno y término
España se han convertido para amplios sectores en algo indeseable per se.
Asimismo, los grandes españoles de la historia son vistos con desprecio, se
destacan sus errores y crueldades (sacándolos totalmente de contexto) y se
niegan sus logros. Las hazañas conseguidas por cualquier Pérez o García se
consideran producto de la suerte o son ignoradas e incluso negadas. Además, si
España entrara en conflicto con otros países, los españoles ‘anti’ se vanaglorian
diciendo que se pondrían a favor del otro… Son sólo muestras de lo que la
leyenda negra (a la que se da credibilidad en contra de la evidencia) ha
conseguido mantener a lo largo de los siglos. Hay que añadir que a ese mal
contribuyó el franquismo, pues muchos españoles, incomprensiblemente,
identifican los símbolos, costumbres, tradiciones o Historia con Franco.
En ningún país del mundo hay tantos que
desprecian el lugar donde han nacido como en España, en ningún país se oculta
la bandera y se pita el himno, se niegan hazañas ni se menosprecia a sus héroes
tanto como en esta tierra que, por otro lado, sea tal vez la más invadida de la
historia: celtas, fenicios y griegos, más tarde cartagineses y romanos,
posteriormente visigodos y suevos, vándalos y alanos, e inmediatamente los
musulmanes, incluso los vikingos penetraron por los ríos atlánticos en el siglo
IX, y Napoleón lo intentó en el XIX. Por eso, resulta estúpido achacar a España
haber invadido y conquistado, pues tal cosa ha hecho el que ha podido durante
los últimos cinco mil años, incluyendo los nativos americanos antes de 1492.
CARLOS DEL RIEGO