OPINIÓN

HISTORIA

domingo, 4 de agosto de 2019

45 AÑOS DE LA SOLITARIA MUERTE DE MAMA CASS ELLIOT

Cass Elliot había dejado atrás el personaje de Mama Cass cuando su corazón falló, sólo tenía 32 años.


Hace 45 años del fallecimiento de la gran cantante Cass Elliot, conocida como Mama Cass e integrante de The Mamas & The Papas. Es fácil recordar su figura y su prodigiosa voz, su facilidad para dar vida a cualquier partitura y su eterna lucha contra el sobrepeso. Murió en Londres unas horas después de su última actuación, y siempre han corrido rumores y sospechas en torno a lo que sucedió en aquel apartamento el 29 de julio de 1974 (la muerte de cualquier rockero siempre da pie a la especulación y la sospecha)

Desde que se había deshecho el cuarteto de ‘California dreaming’, Cass Elliot trataba de que el público dejara de considerarla Mama Cass, no quería seguir siendo ese personaje. Pero aquella noche de julio del 74 terminó su brillante y corta carrera y su batalla contra el sobrepeso. Sólo tenía 32 años, pero casi nunca bajó de los cien kilos de peso y no llegaba a 1,65 metros de altura.

Dicen que Crosby, Stills y Nash cantaron juntos por vez primera en su casa de Los Angeles, lugar de encuentro de músicos (Eric Clapton, por ejemplo) y de cultura hippie en general. Y también que era tremendamente inteligente (se afirma que su cociente intelectual llegaba a 165), ingeniosa, divertida y alegre, y ello a pesar del exceso de carnes, algo que la inquietaba desde niña. Incluso John Phillips se negó en principio a que aquella chica tan gruesa entrara en su grupo (entonces New Journeyman), sin embargo, en poco tiempo se dio cuenta del gran talento de la muchacha; cuenta una leyenda que Cass (en realidad Ellen Cohen) descubrió que podía cantar mucho más alto y mejor después de atizarse un golpe en la cabeza contra una tubería (¡cosas de los sesenta!).

En 1968 Cass decide irse y The Mamas & The Papas se disuelve, así que ella inicia una meritoria y poco recordada carrera en solitario, publicando varios álbumes y logrando notables éxitos. Sin embargo, sus primeros pasos como solista no fueron los deseados. Fue contratada a finales de 1968 para actuar en Las Vegas (sitio poco recomendable según la visión hippie), pero días antes del primer concierto estuvo enferma, con fiebre y voz muy afectada, al parecer a causa de sus intentos de perder peso como fuera, de modo que la noche del estreno no estuvo bien, tanto que se disculpó allí mismo, en el escenario: “irá mejor la próxima vez”; pero no fue así, ya que la segunda actuación fue aun peor, así que la pobre Cass Elliot, desilusionada y muy afectada, rompió el contrato y se fue a casa. Pero no se rindió, sino que volvió a grabar y lanzó varios sencillos que lograron excelentes resultados, y sus conciertos volvieron a mostrarla como una cantante poderosa, dulce y muy dotada para la melodía (en Londres el público enloquecía con ella). 

Precisamente en Londres cantó por última vez. Músicos y productores coincidieron en esos conciertos y en que “Cass Elliot está verdaderamente eufórica, ahora inicia su nueva carrera”. El 27 de julio volvió a hechizar al público londinense. Al día siguiente llamó a su ex compañera de grupo Michelle Phillips, a la que le contó, exultante de alegría, el tremendo éxito que estaba teniendo en Inglaterra; poco antes había asistido a una fiesta que daba Mick Jagger en la que, según los asistentes, no probó el alcohol. Y luego se fue a casa, un  apartamento en el distrito Mayfair de Londres, aunque no está claro si pasó antes por algún otro lugar. Ya el día 29 fueron a visitarla algunos amigos, pero no insistieron al pensar que estaba dormida. Su representante, Dot McLeod, después de haberla llamado por teléfono insistentemente, fue al apartamento y abrió, y se encontró con Cass ya cadáver.

Llegaron policías, médicos y forenses. En el primer informe la policía dijo que al lado de la cama donde estaba el cuerpo había un sándwich de jamón a medio comer…, un detalle nimio que para muchos fue prueba suficiente para afirmar que la cantante había muerto atragantada por la comida. La realidad fue muy distinta: la autopsia constató que la artista había muerto por problemas cardíacos, por una acumulación de grasa sobre el miocardio (el músculo del corazón), con total seguridad a causa de su sobrepeso; además, su tráquea y su estómago estaban totalmente vacíos y, en realidad, el dichoso bocadillo estaba intacto, como afirmó el informe policial final; tampoco se encontró en su organismo resto de drogas y alcohol. Luego también se supo que había mostrado síntomas preocupantes en las semanas anteriores (vómitos, mareos), seguramente a causa de su estricta dieta; días antes del deceso había cancelado una aparición en televisión al sentirse mal repentinamente. Sus amigos y la gente con la que viajaba habían comprobado que se pasaba hasta cuatro días sin comer prácticamente nada… ¡Menuda lucha consigo misma!
Michelle Phillips, la otra de las Mamas, debió ser la última persona con la que Cass habló, unas horas antes de su muerte; afirmó que Elliot  “se sentía muy feliz por haber dejado atrás el personaje de Mama Cass, y claro, por los enormes éxitos en que se habían convertido aquellos últimos conciertos en el Palladium de Londres".

Su exceso de peso y el deseo de ser valorada fuera de los Mamas & The Papas se convirtieron en obsesión para ella, como explicó en su última entrevista: “Valoro mi libertad para vivir y amar como quiero más que cualquier otra cosa en el mundo. Nunca creé la imagen de Big Mama, el público lo hizo por mí. Mis planes son construir y no ceder ni por un momento. Realmente eso es el rock and roll. El rock and roll es implacable".

Y así se apagó una voz deliciosa y un gusto excelente por la melodía, además de unas ansias de libertad que eran todavía cosa rara en la mujer de los años sesenta. ¡Ah!, aquel maldito piso de la Plaza Curzon de Londres estaba gafado, pues apenas cuatro años más tarde, en septiembre de 1978, justo en la misma habitación murió el batería de los Who, Keith Moon, también a los 32 años; la casa maldita era propiedad de Harry Nilsson, quien tras la segunda muerte vendió el dichoso apartamento…, a Pete ‘Who’ Townshend. ¡Que cosas! (si alguien va a Londes y le ofrecen alquilar el piso 12 del número 9 de la Plaza Curzon más le valdría salir corriendo)

Tenía razón Cass Elliot, el rock & roll no perdona, es implacable.

CARLOS DEL RIEGO

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