OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 5 de septiembre de 2018

SÓLO ESPAÑA PODÍA DESCUBRIR Y ORGANIZAR UN CONTINENTE Analizando con rigor los conocimientos disponibles, puede afirmarse que, de toda la Europa de finales del XV, solamente España estaba preparada para emprender el viaje del descubrimiento. Además, ningún otro país hubiera sido capaz de organizar el nuevo territorio

Arriba se lee, Carolus V
Rex Ispanie. Y abajo, Leyes y ordenanzas nuevamente hechas por su Majestad para la gobernación de las Indias y buen tratamiento y conservación de los Indios.


En las próximas décadas raro será el año en que no se cumpla medio milenio de alguna de las asombrosas aventuras que protagonizaron los descubridores españoles del siglo XVI. No faltarán quienes las juzguen y valoren con mentalidad e ideología actual, e incluso quienes les escatimen mérito o hablen de que todo fue una casualidad. Sin embargo, no fue casual que España se convirtiera en la primera potencia descubridora; e igualmente sólo este país estaba preparado para organizar y dar forma política y administrativa a todo un continente.

No fue ni suerte ni accidente que fueran barcos españoles los que encontraran esas nuevas tierras. La prueba está en los diez años que se pasó Cristóbal Colón dando la tabarra con sus planes a embajadores, dignatarios y cortes de media Europa antes de entrevistarse con Isabel de Castilla. En Portugal el proyecto no interesó porque ya tenían sus propias rutas hacia las Indias bordeando el extremo sur de África. Y tampoco llamó la atención a Inglaterra y Francia, países con medios materiales y técnicos suficientes, pero cuya mentalidad estaba aun anclada en la Edad Media. Es decir, los portugueses sabían cómo llevar a cabo la empresa pero tenían otras prioridades, mientras que los otros que pudieron patrocinar la aventura no tenían ni sabiduría ni competencia suficientes para realizarla. En otras palabras, el hecho de que el privilegio descubridor corresponda a España no fue ni casualidad ni coincidencia, al contrario, en aquel momento ningún otro país podía hacerlo: o los barcos de Isabel y Fernando o nadie.

Tan importante o más, tan difícil o más que el hecho de llegar allí antes que nadie y luego mostrarlo al resto del mundo, fue dar forma a los nuevos territorios, organizarlos, regularlos, dotarlos de autoridades, de leyes, de estructuras administrativas y de enseñanza (la primera universidad americana es la de de San Marcos, en Lima, Perú, que permanece abierta desde 1551; en el norte habían de esperar siglos)…,un proyecto de tal magnitud que ningún otro país con poder colonizador hubiera podido llevar a cabo por puro desconocimiento. La prueba es que la reina de Castilla y el rey de Aragón construyeron “la primera maquinaria estatal moderna en Europa, y la equiparon no sólo para administrar un imperio desde la metrópoli sino para exportar sus instituciones y funcionarios a nuevos territorios”, explica certeramente John Lynch en su muy recomendable ‘Los Austrias’. De hecho, lo aprendido en la larguísima reconquista proporcionó nuevas habilidades y, más importante, un nuevo modo de mirar a los rivales, todo lo cual fue puesto en práctica en la tierra recién descubiertas. Todos esos años de avance de norte a sur exigían repoblar y organizar el terreno reconquistado, dotarlo cuanto antes de instituciones, autoridades, leyes…, experiencia que fue exportada a la América hispana. En otras palabras, ya sabían cómo incorporar a la corona y cómo ordenar nuevos territorios; por el contrario, si ingleses, franceses u holandeses hubieran llegado antes, no hubieran sabido cómo organizar todo aquello.

Por otro lado, los siete siglos que los españoles habían estado en conflicto permanente les habían proporcionado mucha experiencia militar, de modo que quienes se aventuraron por el nuevo continente antes que nadie estaban más que preparados para batallas en campo abierto, escaramuzas, asedios, golpes de mano, resistencia al límite,  aprovisionamientos difíciles… Igualmente, también tenían experiencia en eso de pactar con ‘el enemigo de mi enemigo’; y es que fueron abundantes, durante esos 700 años, los tratos entre reyes y califas cuando había enemigo e intereses en común o buena recompensa. Esta forma de afrontar el enfrentamiento fue determinante para que los descubridores consiguieran aliados entre los propios nativos americanos, aprovechando los odios entre ellos y consiguiendo unas alianzas sin las que hubieran sido imposibles las victorias en México o Perú.

Igualmente, el muy duradero contacto con los musulmanes había vacunado a los españoles contra ese mal que es el racismo; así, en la Hispania de la reconquista, los cristianos tuvieron abundante descendencia con musulmanes, desde los reyes y los califas hasta el pueblo llano, por lo que no puede extrañar que el fenómeno del mestizaje fuera habitual en América desde el primer momento. La prueba es que no hay territorio en el mundo con mayor número y más alto porcentaje de mestizos que Hispanoamérica; es más, se puede comprobar cuántos mestizos dejó Inglaterra en la India, en Sudáfrica o en lo que hoy es Estados Unidos, cuántos Holanda en Sudáfrica, cuántos Francia en Argelia, cuántos Bélgica en el Congo..., prácticamente cero.    

También parece oportuno recordar que España fue la única potencia colonizadora que   promulgó leyes que protegieran al nativo, algo en lo que jamás pensó ninguna de las demás. Y es así desde el propio testamento de Isabel de Castilla, donde viene a decir que los indios han de ser protegidos y duramente castigado todo aquel que les engañe o haga mal. Luego se promulgarán las Leyes de Burgos (en 1512, en cuyo primer capítulo se lee: “los indios son hombres libres”), las Ordenanzas de Granada (1526, donde se prohíbe terminantemente la esclavitud de los indios) y Las Leyes Nuevas (1542, dice en su título “Leyes (…) para el buen tratamiento y conservación de los indios”). Es también el único país conquistador en el que se organizó una especie de congreso en el que los más destacados intelectuales de la época deliberaron y polemizaron sobre el asunto de los americanos: La Junta (o Controversia) de Valladolid, celebrado en 1550-51, que bien puede señalarse como la primera deliberación sobre Derechos Humanos de que se tiene noticia (las leyes antes mencionadas también apuntan en ese sentido). Lo sorprendente es que todas esas disposiciones legales que la administración española había previsto para defender al indígena fueron derogadas por los criollos que lideraron la emancipación y luego presidieron los nuevos países; entonces los indígenas perdieron hasta el derecho de propiedad de la tierra “que el régimen colonial español siempre les había respetado” (apunta la obra ‘Los pueblos indígenas de México’).

En resumen, no fue fortuito que sólo España apoyara el proyecto de Colón, como demuestran los años que éste estuvo ofreciéndolo a media Europa. Además, ningún otro país sabía ni tenía capacidad para ordenar y modernizar el Nuevo Mundo. Y si otro hubiera llegado antes, todo hubiera sido peor para los indios, mucho peor, como pone de manifiesto cualquier comparación con lo sucedido en otros lugares del mundo.

CARLOS DEL RIEGO

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