OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 10 de enero de 2018

ESPERPÉNTICOS TRIBUNALES EUROPEOS El Tribunal Europeo de Derechos Humanos debería rebautizarse como tribunal europeo de derechos de los delincuentes, puesto que da impresión de estar siempre mirando cómo favorecer a asesinos, violadores y delincuentes en general

Este tribunal es un centro de poder, y como todos, está sujeto a muchas y diversas influencias

Existen ocasiones en que las decisiones de algunos jueces dejan boquiabierto al personal, y generalmente esas desconcertantes sentencias proceden de los magistrados que alcanzan la aristocracia de la judicatura, los que tras el correspondiente ‘cursus honorum’ hacen cima y se sientan en los tronos de los más altos tribunales nacionales e internacionales. El Tribunal de Estrasburgo vuelve otra vez a sentenciar en contra de la razón y de sus colegas españoles, al fallar que poner cámaras en sitio público para pillar a empleados ladrones es atentar contra su intimidad; pero no es lo peor y lo más dañino que se les ha ocurrido sentenciar a estos sabelotos de la ley que, sin duda, se sienten poseídos por la verdad absoluta.

Así, hay que recordar que los tales, en su momento (2012), echaron abajo la llamada Doctrina Parot, que permitía mantener en prisión a abyectos asesinos (sanguinarios etarras) y a perversos violadores; gracias a incomprensibles distorsiones de la lógica, a un supuesto buenismo (que no es lo mismo que bondad) y, sin duda, a la ideología que ocupa el pensamiento de muchos de ellos, volvieron a la calle antes de tiempo peligrosísimos criminales ansiosos de víctimas. Parece pertinente recordar que en aquel momento el gobierno Zapatero estaba negociando con los terroristas de Eta, que uno de los jueces que se sentaba en una poltrona de ese tribunal era de la cuerda zapateril, y que gracias a la derogación de la Ley Parot salieron de la cárcel algunos etarras…, súmense dos y dos y se llegará a cuatro; peor aún, gracias a aquella infausta decisión se vieron con las manos libres peligrosísimos delincuentes sexuales. No debe olvidarse que, entre otras cosas, a los administradores de la legislación se les paga para que protejan al ciudadano, pero al permitir la puesta en libertad de asesinos y violadores (el del Ensanche) lo que favorecieron fue el delito, puesto que después de haberse liberado a esos canallas, varios de ellos han vuelto a las andadas, resultando que algunas mujeres sufrieron violaciones y agresiones. Estas mujeres víctimas podrían escribir a cada uno de los integrantes de ese tribunal europeo para darles las gracias y recordarles que su decisión fue condición ‘sine qua non’ para que ellas se convirtieran en víctimas. Parece oportuno preguntarse, ¿alguno de los que decidió tal disparate tendrá remordimientos al comprobar que su visión de la ley favoreció la puesta en libertad de criminales reincidentes que reincidieron? , ¿alguno habrá perdido un segundo de su valioso tiempo en pensar en las mujeres violadas gracias a su sentencia? En resumen, el objetivo de esos tribunales es velar por los Derechos Humanos y las libertades fundamentales, pero con sus decisiones no protegieron los derechos y libertades de los que sufrieron las agresiones de los delincuentes, por cuyos derechos los jueces europeos llegaron al esperpento.

Ahora, como si quisieran con sus resoluciones recordar a todo el mundo lo importantes que son y, a la vez, dejar bien claro que sus sentencias son sinónimo de bien absoluto, han vuelto a fallar contra la razón. Se ha sabido que unos empleados de un supermercado trincaban y ayudaban a otros a trincar, así que sus jefes instalaron cámaras en las líneas de caja sin avisar. Los tribunales españoles fallaron contra los amigos de distraer billetes, pero ahora llegaron los ‘supertacañones’ de la ley y condenan a indemnizar a los descuideros porque las cámaras atentaron contra su intimidad y su dignidad… ¿A qué intimidad se refieren?, ¡si están en un lugar público a la vista de cientos de personas!; ¿y de qué dignidad hablan?, ¿tal vez quieran decir que el ladrón tiene derecho a comportarse indignamente (meter mano en la caja) sin que nadie le vea?; añaden que tenían que haber avisado de la videovigilancia, o sea que si en lugar de vídeo hubieran puesto vigías ¿no hubiera habido problema?, y por otro lado, ¿deben avisar los guardiaciviles de tráfico que están apostados tras la siguiente curva? En fin, las explicaciones que aquel tribunal van contra la mínima lógica, contra la razón, contra el más elemental sentido común. Podría llegar a pensarse que ocupar sitio en un centro de poder como es un tribunal internacional dispara la vanidad de la persona, aumenta la soberbia que más o menos afecta a todo homo sapiens, y promueve una especie de engreimiento colectivo que hace que sus integrantes se asocien al concepto de Justicia Universal y Omnímoda.

Si las leyes no se rigen por patrones matemáticos, o sea, si se pueden interpretar, ¿por qué la interpretación de los que se ponen de parte del delincuente es más certera que la de otros jueces que interpretaron lo contrario?; y si ellos se limitan a aplicar la normativa al pie de la letra sin más, ¿para qué se les necesita, cuando un programa de ordenador haría lo mismo?

Los jueces no son extraterrestres y, por tanto, están sujetos a las mismas debilidades que cualquier otro terráqueo, es decir, no tienen la verdad absoluta de su parte; y por la misma razón habrá buenos profesionales y otros que se dejen influenciar por ideología, prejuicio, animadversión, buenismo e incluso cobardía. Y es a causa de estos malos profesionales que se producen sentencias-disparate como las aquí expuestas.


CARLOS DEL RIEGO

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