OPINIÓN

HISTORIA

domingo, 19 de noviembre de 2017

PEQUEÑA FÁBULA CON MALCOM YOUNG Y LA PARCA. El segundo guitarrista de AC DC, Malcom Young, ha pasado a mejor vida apenas un mes después que su hermano George. La Parca consintió en no llevárselos juntos, pero tampoco hizo esperar mucho a un hombre destruido que no se acordaba de sí mismo.

Malcom Young ya ejecutó su último acorde
La Parca afilaba su guadaña mientras echaba un vistazo a la lista de los mortales que ese día iban a recibir su visita. Reparó en que dos hermanos iban seguidos. Vaya, pensó, siempre crujen los dientes cuando hay que llevarse a familiares directos a la vez, sobre todo si no hay accidente. Entonces echó un vistazo al archivo para ver quiénes eran esos George y Malcom Young que seguirían juntos a la hora de tomar su último tren.

Ambos eran músicos (igual que otro hermano, Alex, al que se había llevado hace unos cuantos años). El mayor, que conoció el éxito desde muy pronto y enseñó a sus hermanos pequeños, emprenderá su viaje final inmediatamente. El más joven, Malcom Young, soñaba desde niño con tocar en un grupo de rock. Y logró hacer historia dentro de la modalidad más gruesa; envolvía con una atmósfera densa y pesada unos textos simples que casi siempre trataban sobre el alcohol y las mujeres, los viajes destructores y las propias esencias del rock & roll. Siendo compositor, ideólogo y creador de su banda de siempre, y a pesar de tener mucho temperamento, prefirió quedarse un poco detrás, puesto que su hermano pequeño, Angus, acaparaba invariablemente todas las miradas. De algún modo esto le liberó, puesto que así podía vivir la música de un modo posiblemente más personal, como si fuera el encargado de manejar desde dentro esa desbocada locomotora de sonido, dejando para otros los brillos, los focos y los baños de multitudes. Él, Malcom, fue algo así como la roca de granito sobre la que se edificó el monumento sonoro que culminaba su hermano pequeño, una sólida base que también tenía algo de red de seguridad. 

Me llevaré primero al mayor, se dijo la flaca de la guadaña, esperaré un poco y volveré a por Malcom. Tal vez éste agradecerá no tardar mucho en emprender el viaje: es un rockero, una estrella de alcance mundial, pero ya no es consciente de ello, ha perdido la cabeza y su mente ya no rige, es decir, todo él languidece sin remisión. ¡Y qué puede ser peor para un héroe de la guitarra que dar una imagen tan patética y desvalida!; por eso, es mejor no hacerle esperar demasiado…, pensaba la encargada de poner punto final a toda vida.  

Y no se dilató la espera, pues Malcom siguió el camino de su hermano George apenas unos días después. Con su marcha el grupo queda muy tocado; sólo su gran figura permanece en pie, ya que uno de sus compañeros se ha quedado sordo, otro ha decidido retirarse de la farándula y el tercero no es de fiar y siempre mete la pata. No, la cosa no pinta bien para la histórica banda. Tal vez Angus, el pequeño Angus, encuentre energía e inspiración para mantener vivo un cuerpo tan golpeado como está hoy la banda de los infinitos voltios.

Los que parecían indestructibles en el escenario, envueltos en luces y aplausos, están sujetos a las mismas debilidades que los demás y terminan sus días igual que el más común de los mortales.

Aun así, ojalá la Parca tarde mucho en volver al barrio del rock & roll.

CARLOS DEL RIEGO



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