OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 6 de septiembre de 2017

LA DESTITUCIÓN DE COLÓN, EL JUICIO A LA HISTORIA Y LA HIPOCRESÍA El ayuntamiento de la ciudad estadounidense de Los Ángeles ha retirado el Día de Colón y lo sustituye por el dedicado a los indígenas; se trata de un acto de hipocresía, un disparatado juicio a la Historia y una evidencia incontestable de ignorancia.


El almirante ha sido degradado en muchos lugares de América.
Dice la información que a tal decisión (muchas similares se han repetido en todo el continente) se llegó tras una fuerte “controversia moral”, pero estos insignes justicieros de la Historia no caen en la cuenta de que han utilizado la moral de hoy para sentenciar a quien vivió y murió sin conocer esa moral: esto equivale a tratar al almirante de retrasado analfabeto por no haber usado el GPS para llegar a donde él creyó haber llegado. Hay que volver a insistir en que Colón demostró empíricamente la esfericidad de la Tierra, es decir, desveló al mundo cómo es el planeta de manera incontestable..., y eso que él murió convencido de que esas tierras eran Catay y Cipango, o sea, China y Japón. Asimismo es oportuno recordar que el navegante tocó la costa de Venezuela, en su tercer viaje, y la de América Central, en el cuarto, sin adentrarse en tierra jamás ni, evidentemente, acercarse a Norteamérica, por lo que difícilmente pudo acechar a los pueblos y tribus ni siquiera de México. Por el contrario, está probado que el descubridor era un gobernante tiránico, pero se empleó con igual brutalidad con indios y con españoles, no hizo distinciones, y por eso fue acusado, arrestado y encarcelado.

Además de todos los razonamientos mil veces expuestos, esa retirada de honores a Colón, acto que en el fondo tiene intención de ningunear méritos a protagonistas españoles de la Historia y reconvertirlos en delincuentes (por envidia, complejos, prejuicios o ideologías absolutas), esos actos de degradación, pues, chocan con dos cuestiones: el disparate de valorar el pasado con ojos de hoy y, por otro lado, no aceptar que los indios americanos eran terriblemente violentos con sus semejantes antes de que llegaran las naves españolas.

Con acciones de este tipo se pretende juzgar la Historia, y no sólo eso, sino que en ese juicio se sienta en el banquillo a personas y hechos de hace siglos exigiéndoles valores actuales. Aunque parezca innecesario, hay que recordar que los que antes llegaron a América (empezando por Colón) se conducían por un pensamiento todavía medieval, o sea, no pueden exigírseles valores y conductas que no aparecieron hasta siglos después: no es lógico aplicárseles una especie de retroactividad moral. Asimismo, es un ejercicio de hipocresía abominar de los excesos de los conquistadores de hace 500 años (cualquiera de los que hoy los critica, de haber estado allí entonces, hubiera actuado igual que ellos) a la vez que no se pronuncia un solo reproche a los estadounidenses que acabaron con los indígenas que poblaban lo que hoy es USA, un país que ya estaba en la Edad Contemporánea y donde se conocían la democracia y los derechos humanos, e incluso se ejercían…, en algunas partes. Por no hablar del tema de la esclavitud y la segregación racial que de hecho estuvo en vigor en USA hasta hace unas décadas.

Los que adoptan este tipo de posturas (que suelen ser seres cargados de prejuicios e ignorancia) consideran intolerable la violencia que ejercieron los recién llegados sobre los autóctonos; sin embargo consideran aceptable la que ejercían éstos entre ellos, que objetivamente era muchísimo más sangrienta y cruel, pues su pensamiento estaba mucho más retrasado, no existía nada parecido al derecho y lo único que prevalecía era la fuerza y el terror (y no hay que juzgarlos por ello). Así, las palabras del promotor y máximo defensor de la destitución y humillación del almirante, Mitch O´Farrel (que al parecer tiene de indio lo que lo que Trump de comunista), son prueba evidente de su ignorancia y mala fe; el tal habla de “las atrocidades cometidas por Colón y sus hombres” y del “proceso violento de dominación y esclavitud que ejerció sobre los indios”. Sin embargo, antes de que aquellos tres pequeños navíos aparecieran, había pueblos indígenas (por ejemplo los aztecas) que tenían sometidos a todos los que estaban a su alcance (tlaxcaltecas, totonacas, olmecas…), a los que sin duda dominaron con extrema violencia y esclavizaron hasta la muerte, llevando a cabo atrocidades escalofriantes, entre las que eran habituales arrancar el corazón palpitante a la víctima del sacrificio, cortarlo en trozos, comerse unas partes y dar el resto a los animales; pese a ello nadie pide quitar la estatua de Moctezuma. Por ello, ¿por qué hechos parecidos tienen tan distinta consideración?

Está claro, en fin, el sectarismo ignorante de este ‘indio’, pues es indiscutible que quien acabó de modo sistemático y planificado con los indígenas fue su país, Estado Unidos, sus gobernantes y su población blanca, hecho que prueba la población residual de amerindios estadounidenses y la abundancia en el resto del continente; se estima que en Hispanoamérica hay unos 400 grupos étnicos distintos en constante crecimiento, y un total (en 2014) de 50 millones de norte a sur (en muchos países son la mayoría), mientras que en Estados Unidos rondan los 2 millones pudriéndose en las reservas. Ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.  

En fin, da la sensación de que todos estos jueces de la Historia estuvieran convencidos de que lo mejor sería que América siguiera aislada, que nadie hubiera llegado allí nunca, que los indios continuaran masacrándose y sacrificándose unos a otros, que permanecieran en el Neolítico y al margen del resto del planeta. Es como si pensasen que, sin Colón e Isabel de Castilla, el continente seguiría hoy desconocido para europeos, asiáticos y africanos. Sin embargo, aunque el marino no se hubiera embarcado, no hubiera pasado mucho tiempo antes de que barcos ingleses, holandeses, franceses…, o chinos o japoneses, arribaran a aquellas costas. Si esto hubiera ocurrido, todo habría sido muchísimo peor, como nos demuestra la historia colonial de esos países.

CARLOS DEL RIEGO


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