OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 5 de julio de 2017

LA CREENCIA DISPARATADA EXPULSA LA RAZÓN Ocurre muchas veces que la gente interioriza conceptos e ideas de un modo tan desmedido que no hay razonamiento o evidencia que les haga ni siquiera dudar. Y esto se ve en todos los ámbitos, desde la política hasta la ciencia

Las sectas son ejemplo de creencia disparatada..

El azar, la circunstancia, las condiciones de cada persona influyen de modo determinante en su vida, en sus creencias, en su modo de pensar, y así hay gentes que, por diversas razones, están dispuestas a dejarse convencer casi de cualquier cosa. Existen poblaciones (hoy ya muy pocas) que no tienen acceso más que a lo que el poder les permite, por lo que su conocimiento de la realidad es totalmente falso; el caso más evidente es el de Corea del Norte. En entornos de libertad y democracia, sin embargo, a la larga la manipulación termina por destaparse (aunque siempre hay excepciones); a pesar de ello, no son pocas las personas que, a fuerza de atender siempre y exclusivamente a las mismas fuentes de información, pierden la perspectiva, caen en los trucos de quienes manejan los medios y terminan por creer sólo aquello que están acostumbrados a escuchar; y también están los que carecen de interés y curiosidad y nunca se preocupan por enterarse de las cosas.

Por ejemplo, estos días ((VII-17) se ha conocido una investigación que concluye que  casi un cuarto de estadounidenses cree que el 4 de julio se celebra su independencia de México, de Alemania, de Francia…, incluso alguno dijo que de Brasil, de China, de Rusia. Otro trabajo reciente explica que un siete por ciento de yanquis, 16 millones, pensaban que la leche chocolateada procede de vacas de color marrón. Y aun se recuerda cuando, poco antes de que se pusieran de moda, muchos docentes de Usa no sabían que los dinosaurios no vivieron a la vez que los humanos. Son muestras de ignorancia procedentes de la falta de interés por todo aquello que no sea estrictamente necesario para el vivir diario.

Luego está el caso del personal que se ha dejado convencer, o ha sucumbido al bombardeo propagandístico sistemático, hasta creer ciegamente en una idea que pasa por encima de toda lógica, de toda posibilidad real. Tal se está comprobando en Cataluña, donde hay no pocos catalanes convencidos de que toda España subsiste gracias a ellos, y que las demás regiones estarían condenadas al hambre en caso de que Cataluña deje de enviar dinero… Poco importa que los números demuestren lo contrario, incluso los de su propio gobierno autonómico, de manera que cuando se les presentan datos matemáticos irrefutables replican, con convicción absoluta, que todo eso forma parte de un engaño, de un gigantesco montaje en el que participan todos los que no concuerdan con su idea. Y no hay forma de que cambien su percepción por más razones, pruebas y argumentos que se aporten. Es este un caso de gentes que, teniendo acceso a toda la información, rechazan aquello que esté en contra de su creencia.

En el terreno de la política abunda mucho la especie de pensamiento que tiende a la certidumbre más exclusiva, la cual reduce todo a blanco o negro, bueno o malo, nosotros y el resto; lógicamente, este maniqueísmo no admite los tonos grises ni las discrepancias, y ni siquiera sopesa la posibilidad de que tal vez existan otras visiones, otras opiniones tan válidas como las suyas. Por ejemplo:

Varias ciudades españolas acogen cada año la ‘Feria del libro marxista’, que es, como puede suponerse, una romería de exaltación de la causa (es inimaginable una feria del libro fascista, pero sí comunista a pesar de que los perjuicios ocasionados por uno y otro son equiparables). En este entorno el pensamiento más extendido es que todo lo malo que la historia atribuye al comunismo es falso, un invento, una manipulación de los poderes capitalistas; y por la misma causa proclaman escritores, oradores y público de esta feria que el sistema de campos de concentración soviético, el gulag, es una fantasía creada por el escritor Aleksandr Solzhenitsyn, y ello a pesar del enorme caudal de testimonios de primera mano, libros, imágenes, documentos... (y es que, a diferencia de los campos nazis, los soviéticos no fueron liberados, así que no se ha podido entrar a investigar); igualmente no son pocos los entusiastas del marxismo-leninismo que sostienen vehementemente que Lenin era poco menos que un espíritu puro aunque, entre otros muchos de sus elocuentes textos, se les muestre un telegrama fechado el 10-VIII-1918 que dice “colgad de manera que todo el mundo los vea a cien kulaks (propietarios), ricos y chupasangre para que al verlo la gente tiemble y se diga: matan y seguirán matando”; y algo parecido ocurre con los fans de Stalin, al que el negacionismo comunista atribuye un desconocimiento total de las purgas, del Gran Terror, del ‘holomodor’ ucraniano, de los juicios masivos, de las deportaciones al gulag, de los trabajos forzados en la tundra helada, del exterminio de judíos, cristianos, homosexuales, cosacos…, por increíble que parezca hay quien está convencido de que Stalin era un pobre hombre que no se enteraba de lo que hacían quienes estaban a su alrededor… En fin, que el negacionismo no es patrimonio exclusivo de los simpatizantes más irredentos del nazismo, los cuales mantienen que las imágenes del holocausto están todas manipuladas, así como que los testigos mienten y que todo es una confabulación ‘judeo-comunista’ (uf); no es extraño, por tanto, que el comunismo recorra el mismo camino…, no podía ser de otro modo, ya que en sus modos son calcados. Son evidencias de que el fanatismo expulsa la razón.
   
Y hay más modalidades de creencias disparatadas, como la que cuestiona las vacunas o les atribuye efectos perversos en un complot de farmacéuticas, gobiernos, médicos…; o la que ‘tiene pruebas’ de que las Torres Gemelas fueron derribadas por orden del gobierno estadounidense; o la de que no llegaron a la luna en 1969. Este género de creencia es el conspiranoico.

 Desgraciadamente, en fin, ocurre con frecuencia que el ser racional prescinde de la razón para adherirse a un modo de pensamiento. Distinto es el asunto de las creencias en el más allá en cualquiera de sus formas, o la fe en la existencia de extraterrestres, pues todo ello es, desde un punto de vista exclusivamente científico, imposible de probar o de negar con los actuales conocimientos.

CARLOS DEL RIEGO


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