OPINIÓN

HISTORIA

lunes, 17 de julio de 2017

EL DÍA MUNDIAL DEL ROCK Y EL PESO DEL ROCK EN EL MUNDO El 13 de julio ha sido designado como el Día Mundial del Rock. Podría cuestionarse si tal cosa es necesaria, pero si hay día de la lactancia o del lavado de manos, ¿por qué no del rock?

¿Si hay día mundial de cualquier cosa, por qué no del rock?

Como todo interesado sabe, se escogió esa fecha debido a que tal día de 1985 se celebró un concierto de alcance mundial cuyo cartel supuso la mayor concentración de iconos del rock & roll desde que éste existe. En todo caso, es un buen pretexto para reflexionar sobre este fenómeno cultural.

Puede comenzarse afirmando que el rock es hoy algo así como un idioma independiente dentro de ese lenguaje universal que es la música; por ejemplo, a diferencia de otras formas musicales, para hacer buen rock no es necesario ser un virtuoso, aunque cualquiera podría citar unos cuantos genios de la guitarra, la batería, el teclado… Por otra parte, pocos estilos musicales son tan fáciles e inmediatos de identificar: si se ve un par de tíos con guitarras eléctricas colgadas y otro aporreando de modo impío bombos y timbales, y si además se retuercen como posesos, no hay duda, es un grupo de rock y están poseídos, y así será reconocido en los cinco continentes. Su universalidad es un hecho innegable, como lo es la poderosa influencia que viene ejerciendo desde hace décadas en muchas partes del mundo, de modo que no sería demasiado atrevido afirmar que su irrupción es uno de los acontecimientos  artístico-culturales más importantes de los últimos cien años. Quiere decirse que el rock & roll ha ejercido una potente influencia en la vida de muchísimas personas, llegando incluso a otras artes; más aún,  movimientos y corrientes asociadas al rock, como el de los hippies o el de los punk, han penetrado tanto que cualquier observador puede detectar si hay elementos punk o hippies en música, artes, literatura, modas o comportamientos y actitudes.

Pero lo mejor es que, prácticamente desde el principio, el rock es, más que otro género musical, una auténtica pasión, emoción, inconformismo, desplante… y, en no pocos casos, un modo de vida. En tres o cuatro décadas invadió todo el planeta, pasando de ser un reducto de iniciados, siempre jóvenes y muchas veces tratados como ‘descarriados’, a una actividad plenamente aceptada y perfectamente integrada en (casi) todas las sociedades; es decir, hay bandas de rock en los cinco continentes, y todas tienen una base común, una misma raíz. Es asimismo evidente que se trata de algo que traspasa barreras generacionales, ya que melodías de ‘tiempos remotos’ (o sea, del siglo XX) están tanto en los dispositivos electrónicos de chavales nacidos después de 2000, como en las colecciones de singles y elepés que conservan (como su gran tesoro) los que en su juventud fueron señalados como ‘peludos sin vacunar’. Igualmente a nadie extraña que tipos venerables y jovenzuelos primerizos estén haciendo el mismo rock & roll, tal vez unos en un estudio de lujo y otros en una cochera húmeda y maloliente, pero unos y otros usan iguales herramientas, tienen los mismos tics, comparten preocupaciones (que si súbeme el monitor, que si no me oigo bien, que si es mejor hacer el solo así), tiran de idénticos recursos y parecidas poses y, en fin, es muy probable que incluso toquen el mismo Chuck Berry.

Sí, como dicen muchísimos versos de muy diversos géneros, el rock & roll llegó para quedarse. Y hablando de diversidad, también es de destacar que, prácticamente desde las primeras horas, los que se atrevieron a ir por ese novedoso camino se encontraron con que se les presentaban infinidad de ramificaciones y posibilidades; así, dentro de ese cajón de sastre caben distintas especies, categorías, naturalezas, que no hacen sino enriquecer el todo; además, dejando clara sus intenciones mestizas, se presta a mezclarse con otros ritmos y sonidos con espectaculares resultados: desde la música clásica a la tradicional, desde el jazz a la electrónica han hecho muy buenas migas con el rock.

Muchos, en fin, sostienen que la época dorada del rock & roll ya pasó pero,  parodiando a Bécquer, puede asegurarse que “podrá no haber rockeros, pero siempre habrá rock & roll”.

CARLOS DEL RIEGO


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