OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 25 de enero de 2017

LA VIOLENCIA ESCRITA SUELE TERMINAR EN VIOLENCIA FÍSICA. Dos noticias que tienen a gentes relacionadas con el rock como tristes protagonistas han compartido primera página en la prensa española en estos inicios de año; el denominador común de ambos es que elogian la violencia en las redes, e incluso la ejecutan.

Las palabras violentas de la prensa nazi indujeron la violencia callejera..

Por un lado está el asunto del cantante del grupo Def Con Dos, César Strawberry, quien ha amenazado, insultado, despreciado a víctimas del terrorismo a través de las redes sociales; a consecuencia de ello ha sido finalmente condenado a un año de cárcel, aunque sólo a título simbólico, pues no ingresará. Por otra parte, ha hecho su aparición en escena un tipo que fue candidato por un partido de izquierda, un tipejo que toca en un grupo punk llamado Sistema Kadaver, que es de esos con tan corto cerebro que están convencidos de que la rebeldía consiste en chillar mucho, insultar y amenazar con tacos y palabras gruesas a quien discrepa de ellos; el caso es que uno de estos ‘kadaveres’ es un ‘valiente’ que, junto a otros diez o doce prosimios, con gran riesgo de su integridad, dieron de puñetazos y patadas a una chica cuando estaba en el suelo. Los dos dudosos personajillos, llenos de su idea absoluta y totalitaria, no encuentran otra cosa mejor para desahogar su frustración y fracaso que ofender, denigrar, intimidar a todo el que no coincide con ellos.

Afirman quienes están convencidos de que la libertad de expresión está por encima de todo, que las palabras no dañan; sin embargo, como demuestran los casos de acoso escolar o a través de Interet, el hostigamiento verbal, continuo e intenso causa muchísimo daño. Además, como evidencian otros casos (éste está grabado), llegado el momento y con una posición de ventaja aplastante, los que vomitaban bilis en Facebook o Tweeter dan el siguiente paso y convierten las palabras en patadas, es decir, el perro ladrador se vuelve en mordedor…, eso sí, sólo si tiene superioridad física y numérica.

“Nadie en su sano juicio pensará que César va a secuestrar a Ortega Lara”, decía un comentarista que ‘comprende’ muy bien al matón…, ¿seguro? Tal vez no en ese caso, pero hay otros que demuestran cómo se pasa de las palabras a las manos. El integrante del mencionado grupo murciano Sistema Kadaver, Alejandro E.S., insulta en sus canciones de modo soez y con menos imaginación que un morrillo, amenaza con versos como “salgo a la calle con hambre de violencia” y proclama su superioridad ideológica; de este modo llega un momento en que se siente legitimado para convertir sus  intimidatorias palabras en palos.

Ir de las voces a los hechos sólo es cuestión de tiempo. Así, los talibán, los de Al Qaeda y similares comenzaron su actividad tras escuchar a ayatolás fanáticos con pensamiento (es un decir) anclado en la Edad Media; un día y otro insistiendo en que hay que matar a todo bicho viviente termina por convencer a sujetos con mente débil y manipulable, muchos de los cuales culminan su proceso de fanatización conduciendo contra la multitud, ametrallando o haciéndose estallar en medio de infieles. Por eso, las agresiones como la perpetrada por el ‘heroico’ guitarrista punk y sus secuaces, o por los catalanistas que aporrearon a dos chicas que exhibían banderas españolas, o por el joven que atizó a Rajoy, o por la manada que apalizó a dos policías y sus compañeras en Alsasua, o por los que pegaron en plena calle a una integrante de Ciudadanos, o por los que boicotean y zarandean a quien trata de dar una charla en la universidad…, todo ello tiene su inicio en la palabra, en un discurso cargado de odio totalitario que pretende el pensamiento único y que, por tanto, no soporta la discrepancia. En resumen, la presión verbal y violenta causa daño por sí misma, pero también es utilizada por gentes de escasas luces como base para justificar el ataque alevoso, cobarde e inmisericorde.  

De esto, del uso de las arengas cargadas de rabia y rencor para generar violencia, sabían mucho los jerarcas nazis. Así, la prensa afín al partido, Der Stürmer (El Atacante) o Völkischer Beobachter (Observador Popular), se encargaba de encender los ánimos contra judíos, comunistas u homosexuales con diatribas y palabrería violentísimas; luego, Die Hitlerjugend (las Juventudes Hitlerianas), convertían las ideas en brutales agresiones, de modo que organizaban ‘la noche de los cristales rotos’, daban la del pulpo a los judíos que se encontraban por la calle o salían a cazar comunistas y homosexuales. La maquinaria nazi tenía un modo de proceder idéntico al de César ‘Def’y Alejandro ‘Kadaver’: promover la violencia a través de medios de difusión. Por otro lado, algo parecido se plantea -dicho sea de paso- en la película ‘La soga’, que dirigió en 1948 Alfred Hitchock.

Sí, por mucho que haya quien piense que el habla es inocua, la realidad es que son abundantísimos los casos en que la palabra inspira esa furia, esa rabia que fácilmente desemboca en sangre. 


CARLOS DEL RIEGO

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