OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 27 de abril de 2016

UNA HIENA ETARRA EN LA CORTE DE LOS DERECHOS Incluso a Goya le resultaría difícil representar un disparate de esta magnitud: un cabecilla de una banda mafiosa y terrorista dando una charla sobre Derechos Humanos en un parlamento democrático.

El Aquelarre, una de las pinturas negras de Goya, representa a la perfección al etarra y sus correligionarios.
Un ideólogo del grupo terrorista Eta, un individuo cuya colaboración ha sido necesaria para asesinar, un sujeto condenado por secuestro y por organizar y militar en banda armada, un fulano que sólo ha mostrado su apoyo a los verdugos y jamás ha mostrado la mínima empatía con las víctimas…, un vasco indeseable que ha ayudado y animado a matar, habló en el Parlamento Europeo sobre Derechos Humanos. En un ejercicio de relativismo moral, de cinismo criminal y de bajeza humana, tanto el susodicho como quienes lo jalean sólo atribuyen esos derechos a quienes ellos quieren, ya que jamás se les ha escuchado una sola palabra acerca de los derechos de quienes sufrieron, sufren y sufrirán toda su vida a los etarras.

Tan asqueroso como el hecho de los discursos del criminal es la cohorte de desalmados zopencos que lo celebran, incluyendo políticos, ciudadanos y prensa. Todos esos clamaron por la libertad de tan dudosa criatura, pero jamás se les escuchó a ninguno una frase de aliento para los familiares de los muertos, jamás escribieron una mínima declaración de apoyo a las víctimas, jamás mostraron la mínima inquietud por los Derechos Humanos de los que recibieron el tiro, de los mutilados, los secuestrados, los traumatizados, los que nunca más volvieron a levantar cabeza tras enterrar a sus hijos; ¿alguien es capaz de imaginarse lo que debe ser padecer esta desgracia en primera persona y, al tiempo, soportar que haya quien llame presos políticos a los prehomínidos de las bombas?

Es asombroso, pero hay personas que se ponen de parte de los pistoleros e incluso vejan, insultan, menosprecian e incluso amenazan a las víctimas (como a esa mujer a la que, siendo niña, le cortaron las piernas), casi culpándolas de que los descerebrados asesinos (y quienes los ponen en marcha) pasen años en la cárcel; aquellas gemelas de tres años descuartizadas por la goma-2, los chavales a quienes les explotó el juguete-bomba, el concejal secuestrado cuando iba a ensayar (tocaba la batería) y después de puesto de rodillas…, el que recibió un tiro en la nuca y cuando su mujer se arrodilló para atenderle la mataron también, ¡qué más les da!..., todo este dolor no causa más que desprecio entre algunos políticos, algunos ciudadanos y algunos medios de comunicación. Por incomprensible que parezca, esto es así.    

Lo más curioso, lo que demuestra el sectarismo fascistoide y fanatizante de verdugos, instigadores y quienes los apoyan desde la política o los medios, es lo alto que gritan cuando se trata de crímenes de otro origen mientras aplauden a los que ponen bombas en el supermercado, en la parada del bus o en un edificio de viviendas. ¡Hay que tener una mente cerrada para indignarse por los perseguidos y muertos de hace casi un siglo y, a la vez, permanecer indiferente con los perseguidos y muertos la semana pasada!, ¡Hay que ser necio para pedir por los asesinos, sólo por los asesinos, y dar la espalda a sus víctimas! ¿Alguien ha escuchado alguna vez una frase de condolencia o un gesto de solidaridad a los dirigentes de IU o Podemos hacia quienes enterraron un hijo, una madre o un hermano?

Los de esos partidos, algunos politicastros de otros lugares pero con la misma podredumbre moral, y ciertos periódicos (digitales) no sólo secundan al proetarra para que exponga el punto de vista del asesino, sino que se ponen descarada e inmisericordemente de su parte y en contra de los que padecieron la violencia. Y así, defienden toda la tergiversación de la verdad con que el tiparraco y sus adláteres se expresan: hablan de conflicto vasco, cuando lo único que ha habido es una banda mafiosa y terrorista que roba, extorsiona, amenaza, secuestra, asesina…; hablan de paz, cuando lo cierto es que no ha habido guerra, sino una pandilla de criminales dispuestos a pasar por encima de todo derecho y de toda persona y, por tanto, perseguidos por las leyes; hablan de presos políticos, cuando se trata de sujetos con crudelísimos delitos de sangre (no como los auténticos presos políticos que hay en Venezuela); exigen que la cosa se cierre ‘sin vencedores ni vencidos’, lo que daría valor a las bombas y los tiros en la nuca y colocaría al despiadado sicario a la misma altura que los inocentes, es decir, pretenden que asesino y víctima tengan la misma consideración, y por tanto, desean la legitimación de la banda mafiosa. Es evidente, asimismo, que no lamentan ni les aflige la sangre y sufrimiento de los otros, no sienten el mínimo remordimiento o atisbo de arrepentimiento, al revés, volverían a hacerlo, que nadie lo dude.  

¿Sería posible que el terrorista islámico detenido en Bélgica diera un discurso en el Parlamento Europeo acerca de los Derechos Humanos? Parece un disparate de la mente más delirante, una grosería digna de la obra más negra de Goya, sin embargo, seguro que si se pregunta su opinión a aquellos que militan en esos partidos, dirían que sí, que hay que dejar hablar a los terroristas, a todos, yihadistas incluidos, para que se sepan sus ‘razones’ para matar…; eso sí, si las mismas atrocidades las hubieran perpetrado terroristas de extrema derecha su postura sería radicalmente opuesta y, como es lógico, apoyada por todos.     

Asusta pensarlo, pero que nadie tenga duda: si ese dirigente etarra fuera a conseguir sus propósitos pegándole un tiro al jefe del Podemos y salir impune, no se detendría ante tal ‘nimiedad’; y quien dice a un jerifalte político dice a cualquier ciudadano, incluyendo los que se sienten más identificados con el pistolero que con el tiroteado.


CARLOS DEL RIEGO

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