OPINIÓN

HISTORIA

domingo, 10 de enero de 2016

ROCK GAMBERRO, GUASÓN Y DIVERTIDO Hay canciones que resultan divertidas sin que haya comenzado a escucharse su letra-chiste, es decir, con solo el sonido se sabe que la cosa va de mofa y guasa: el rock puede ser absolutamente socarrón y dicharachero

Notsensibles, gamberros vocacionales.
Hay grupos que se toman a sí mismos demasiado en serio, mientras que otros tienen la broma y la chanza, el buen humor y las ganas de divertirse como primera condición. Los hay que ciñen el gracejo y la cuchufleta, con mayor o menor sutileza, a la letra, mientras que la base musical resulta totalmente académica, seria incluso; en realidad casi todo compositor ha pergeñado textos ocurrentes y graciosillos. Pero también hay formaciones con base en el rock y derivados que dejan muy claro, desde la primera nota, desde el primer sonido, que la formalidad no forma parte de su idea. La realidad es que puede ser más fácil y más directo transmitir ambiente de jarana y diversión con el sonido y el ritmo que con una letra chistosa y cargada de comicidad.

Así, desde que la cosa empezó alrededor del reloj, cantidad de fabricantes de rock han elegido el camino de la gamberrada, del disparate sónico, y en no pocas ocasiones les ha dado pingües resultados. Buenos ejemplos son los neoyorquinos Sha Na Na (formados aún en los sesenta del XX), que tenían (tienen) tanto de rock & roll como de escolares adolescentes con ganas de risa, de parodia, de desbarre total: tupés imposibles, indumentaria delirante, coreografías  de traca. También eran incondicionales de la astracanada los recordados Devo, cuyo aspecto no dejaba lugar a dudas y cuyo sonido también tendía a la parodia, a la gansada, como primera intención. ¡Y qué decir de los fantásticos Blues Brothers!, que convertían clásicos del blues, el soul o el jazz en un espectáculo desenfadado que contagiaba buen humor e incluso conseguía la carcajada cómplice. ¿Y los Madness y sus hilarantes puestas en escena?



Sí, todos los mencionados transitaban con gusto por el camino de la intrascendencia jocosa y dicharachera, tanto en el texto como en el sonido, tanto en el fondo como en la forma. Aquí van otras muestras de que la música rock siempre ha tenido, como uno de sus fines ineludibles, la diversión gamberra, sin mayor pretensión y sin mayor preocupación. 

Canción divertida desde que arranca es el añejo ‘Son of my father’ (1972) de los británicos Chicory Tip. Compuesta por el fenómeno Giorgio Moroder (quien triunfó en todos los campos de la música: composición, producción, interpretación e incluso como inventor del euro-disco) y por Pete Bellote, otro autor y productor tan exitoso como desconocido, el tema contagia ganas de coña apenas comenzado gracias al sonido que se extrae de los primeros sintetizadores moog; éste proporciona texturas sonoras y dibujos que bien podrían haber servido para banda sonora de una de los Marx o El Gordo y el Flaco..., e incluso para la entrada en escena del payaso en una fiesta infantil. La letra narra las cuitas del chaval que quiso sacudirse lo que su padre le tenía preparado, y piensa: “Hijo de mi padre fui moldeado, doblado como un paquete, me colocaron y etiquetaron como una bolsa de plástico”. La pieza había salido en alemán, y luego el propio Giorgio la lanzó en inglés, pero la cosa no funcionó. Sí resultó con los efímeros Chicory Tip, que la llevaron al número uno.    

Con la irrupción del punk y la ‘new wave’ desapareció cualquier atisbo de pudor a la hora de la carnavalada, de modo que abundaron los que preferían pasárselo bien con música y colegas que idear piezas profundas, trascendentes y ‘con mensaje’. Inmejorable ejemplo es el de los irreverentes y borrachuzos Notsensibles, es decir, los Insensatos, que en el 79 publicaron el descarado ‘I´m in love with Margaret Thatcher’; el tema no está ni a favor ni en contra de la susodicha: simplemente se mofa de ella, ya que el punk no se toma nada en serio. Todo en la canción, sonido, ritmo y letra, es punk simplón y con poco cerebro, y las voces que van entrando resultan hilarantes, etílicas, como si fueran una pandilla de payasos cimbreantes que quieren hacer reír; y cuando parece terminar, todos parecen volverse serios y ponen sus mejores voces…, pero el delirio puede con ellos y vuelven a la guasa. El texto no ha requerido mucho esfuerzo: “Estoy enamorado de Margaret Thatcher (…), es tan sexy, es la chica para ti y para mí”, y eso es casi todo.


Tan gamberros como esos insensatos eran Toy Dolls, otra banda que prefería la jarana a la conciencia política, el bebercio antes que el combate. Una de sus aficiones era coger una canción y retorcerla hasta que, quisiera o no, se convirtiera en un chiste, y no se paraban ni ante clásicos del rock ni ante grandes éxitos comerciales ni ante tonadas infantiles. Tal hicieron con el inocente ‘Nelly, the elefant’ (1983), que se vuelve un auténtico desacato. En realidad no hace falta entender la letra para entender de qué va: el tonillo de la voz, los coros, el oooooohhhh…, lo dicen todo. ¡Niños!    

Otra que tal baila es el ‘Wordy rappinghood’ (1981) de Tom Tom Club, banda paralela a Talking Heads, aunque sin el mínimo orden ni concierto. Sus versos hablan de eso, de la palabrería, de la charlatanería que hay por todas partes, palabras, palabras, palabras…, incluso palabras inventadas y sin sentido. Su gracia reside más en el sonido, en el tono burlón y vacilón de las voces, en el uso irónico de los sintes, en el ritmo saltarín y festivo.

Y es que esto del rock da para mucho, unos lo han vestido con discursos graves y trascendentes y otros lo han entendido como un vehículo para el desvarío más frívolo, gamberro y divertido.   


CARLOS DEL RIEGO

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