OPINIÓN

HISTORIA

lunes, 4 de enero de 2016

EL ROCK EN EL DÍA A DÍA, AYER Y HOY Todo evoluciona, todo está en cambio perpetuo, y la música rock no es excepción. Hace unos pocos años era reducto de unos cuantos peludos desastrados, mientras que hoy forma parte de algo tan cotidiano como la música de los anuncios.

Por chocante que resulte, la guitarra de Jimi Hendrix proporciona soporte musical al anuncio de un perfume.
Resulta muy curioso echar la vista atrás y comparar cómo la música rock ha ido modificando su status en el día a día. No hace tanto (pónganse treinta años, o sea, 1986) era impensable que los anuncios de televisión contaran con sintonías tomadas directamente de los grupos de rock más desconocidos; igualmente, en los ochenta del pasado nadie esperaría que la música ambiental en un banco, en la sala de espera del dentista o en el supermercado, incluyera canciones con sonido cañero e incluso punk.

Sin embargo, con el paso de los años, se ha ido convirtiendo en cosa común que grandes canciones pop, así como las melodías más célebres de grupos emblemáticos, resuenen en los spots y adopten nuevos significados. Así, títulos de Beatles e incluso Stones, o estribillos que fueron número uno y piezas con letra o ambiente muy concretos tienen una segunda vida muchos años después de su estreno. A día de hoy (I-2016) las cosas han cruzado otra frontera, puesto que ya no se trata de canciones de fácil recuerdo o estribillos pegadizos las que enlucen esas micropelículas publicitarias, sino que quienes las idean escogen muchísimo, de modo que hay veces que se van a grupos que sólo están al alcance de auténticos expertos.

  
                               

El caso es que tres o cuatro décadas atrás, las sintonías de los spots en radio o televisión eran originales y compuestas expresamente, y siempre con extremo cuidado de no resultar ruidosas; luego empezaron a utilizarse canciones fáciles de reconocer, piezas de lista de éxitos de alcance nacional que el público asociara a fiesta, a algo bueno o divertido, a sus años de juventud. Lo mismo ocurrió con la musiquilla que trataba de hacer más cortas las esperas en las consultas, bufetes u oficinas, o simplemente para evitar el silencio: el hilo musical y las piezas orquestales se impusieron, pues se escuchaban sin prestarle gran atención y, en todo caso, no molestaban a nadie. Pero hoy el espectador avezado puede llevarse enormes sorpresas mientras actualiza su libreta o visita a un enfermo en el hospital, ya que en cualquier momento identifica una de Ramones, de Siniestro Total o (¡increíble!) una del recientemente fallecido Lemmy Kilmister, o sea, de Motörhead.

De todos modos, es la publicidad televisiva la que proporciona más grandes (y gratas) sorpresas al más veterano incondicional del rock. No es ya que el versado en estas lides se divierta reconociendo y desvelando a los presentes esas canciones que en su momento fueron grandes éxitos y que hoy sirven de base musical al mensaje publicitario, sino que se lleva una sorpresa e incluso se sobresalta al comprobar que el publicista ha escogido melodías de auténtico especialista, títulos difíciles de conocer y que evidencian gran erudición. En otras palabras, no es que los creativos tiren de éxitos como el meloso ‘Happy together’ de The Turtles o el contagioso ‘She´s not there’ de The Zombies (que también), sino que recurren a títulos tan escogidos como el ‘Sweet child in time’ de Deep Purple, el poderoso ‘All along the watchtower’ de Bob Dylan según Jimi Hendrix, o el muy rebuscado ’21 st. Century schizoid man’ de King Crimson. Y la lista podría alargarse casi hasta el infinito.      

El rock se ha asentado y se ve (o sea, se escucha) con normalidad, sin que le choque al espectador por muy duras que suenen las guitarras y las baterías. Resumiendo, las sociedades occidentales han absorbido y asimilado esos sonidos. Esto tiene dos visiones: por un lado podría decirse que lo que ha ocurrido es que el rock ha sido domesticado, que ha perdido su inconformismo, su rabia, sus ansias de provocación y ruptura; pero también es posible defender que, en realidad, lo que ha ocurrido es que ha dejado de ser algo exclusivo de tipos de mala vida y peor catadura que sólo saben hacer ruido.      

Por otro lado, tanto los que diseñan el anuncio como los propios espectadores han ido sumando años con las canciones en cuestión, es decir, unos y otros llevan toda su vida escuchando ese tipo de música; de este modo, a diferencia de anteriores generaciones, ya tienen el oído perfectamente preparado para asimilar casi cualquier pieza por muy ruidosa que parezca. 

En fin, el oyente que en los tiempos heroicos defendía contra viento y marea la validez del entonces nuevo género musical, no dejará de pasmarse al escuchar, como la cosa más habitual, la indómita guitarra de Jimi Hendrix dando soporte musical a un perfume.
Es un tópico, pero es oportuno recordar a Dylan cuando decía que los tiempos están cambiando. Y da igual cuáles sean esos tiempos.

CARLOS DEL RIEGO


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