OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 18 de marzo de 2015

VALENTIN LASARTE: VERGÜENZA, BURLA Y VILEZA La legislación y todo el aparato judicial españoles han vuelto a mostrar su flaqueza real y moral al excarcelar a un asesino confeso de siete personas en base a un interesado y, por tanto, falso arrepentimiento

Este desgraciado masacró vilmente a siete personas, les quitó cientos de años y sólo ha pagado con diecinueve
El perverso e inhumano Valentín Lasarte mató a siete personas mostrando un desprecio por la vida a la altura de las SS y el KGB (hubiera sido un destacado jefe de ambas), lo que significa que, matemáticamente, arrebató cientos de años de vida; sin embargo, la timorata y acomplejada legislación penal y sus ejecutores han consentido que matón tan abyecto sólo haya pagado con 19 años de su vida. Evidentemente no sólo no es un castigo proporcional, sino que es incuestionablemente injusto. Ha sido una vergüenza, una burla, una vileza.

Es una vergüenza que por cada asesinato Cobardín haya penado sólo con dos años y siete meses; recuérdese que el cutre de Luis Roldán pasó quince en la cárcel a pesar de que sus delitos fueron económicos (robó, vamos) y nunca hubo sangre, no mató a nadie. Es también vergonzoso que los políticos no hayan sido capaces de suprimir inmerecidos beneficios penitenciarios (¿alguien recuerda al Aznar presidente prometer que los terroristas se pudrirían en la cárcel?). Es vergonzante que algunos jueces (especialmente los de la Audiencia Nacional, que continuamente se están cubriendo de ‘gloria’) den continua impresión de estar siempre buscando resquicios legales para quitar un año, un mes de reclusión al asesino, cuando no exulparlo; ¿alguien recuerda alguna iniciativa o proposición favorable de la AN para con las víctimas y sus familiares, o una simple palabrita de apoyo o solidaridad? Vergüenza es que ciertos partidos políticos y colectivos varios (además de los amigos de los asesinos) siempre estén de parte del pistolero por defecto y, a la vez, increpen a las familias de los muertos por exigir que se cumpla el castigo íntegramente; sonrojante, indignante es que haya quien diga que pedir que el cumplimiento completo de la pena sea pedir venganza, cuando venganza sería pedir que lo fusilaran, que se le pagara con su misma moneda; pero nadie, si siquiera los padres de los muertos desean tal cosa, sólo piden que se cumpla la sentencia surgida del juicio.
Burla es que el tribunal sentencie a los cobardes fanáticos a cientos de años y, a causa de unos tragicómicos beneficios penitenciarios (hacer la cama quita un día de pena), dicha sentencia se queden en menos de veinte de reclusión real. Burla crudelísima es que esta hiena de dos patas viva y se encuentre a diario con los familiares de sus víctimas. Escarnio es que se diga que está arrepentido y, con esos años de privación de libertad, ya ha cumplido con los muertos y con la sociedad.  

Vileza pura es la que muestra el despreciable sujeto, que mató sin piedad ni remordimiento, guiado por el pensamiento nazi-fascista del que se cree que su verdad le permite hacer lo que sea (igual que todos los totalitarismos que en el mundo han sido). Vileza y cobardía en grado sumo demostró el tal cuando fue capturado. Vileza, hipocresía y cinismo expresó Cobardín cuando, para salir antes de  la cárcel, proclamó estar arrepentido en un descarado ejercicio de mendacidad y desvergüenza, ya que es incuestionable que tal arrepentimiento es falso, una máscara, una mentira; si fuera auténtico no tendría dudas a la hora de colaborar y contar lo que sepa sobre otros asesinatos, explicaría cómo y quiénes participaron en la preparación y ejecución, quién entregaba el dinero, quién decidía víctimas… La bajeza moral que ofrece este descerebrado es colosal, como, por ejemplo, la del secuestrador que proclama su arrepentimiento pero se niega a decir dónde está el secuestrado.

¿Cómo puede este individuo sentir algo por su familia sabiendo que él destrozó la de tantas? ¿Cómo, llegado el momento, explicará a su hijo que él mató a siete hijos, padres, hermanos, maridos? ¿Cómo reaccionará si un día el chaval vuelve del cole diciendo que otros niños le llaman hijo de asesino? ¿Recordará la imagen de la sangre saliendo de la cabeza de sus víctimas? ¿Sentirá algún remordimiento? Algún día tendrá que enfrentarse al horror que provocó.     

Pero peor aun es que este degenerado sea apoyado, comprendido y defendido casi incondicionalmente por algunas leyes y algunas personas.


CARLOS DEL RIEGO

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