OPINIÓN

HISTORIA

domingo, 8 de febrero de 2015

SIMON & GARFUNKEL: LA CARA MÁS LIGERA DEL ROCK La música rock no es sólo distorsión, potencia y rabia, sino que también admite canciones ligeras y casi desnudas de acompañamiento, como las de Simon & Garfunkel.

Simon & Garfunkel, la cara más etérea del rock
La década de los setenta del siglo pasado fue algo especial en el ámbito del rock, tanto que para muchos viene a ser su época dorada. Y no sólo por la gran cantidad de nombres que aquellos años dieron para los anales, sino por el sentimiento de complicidad que surgió entre todos los que entonces habían entrado en ese espacio musical. Así, pocas cosas eran más estimulantes y emocionantes que ir a casa de un amigo, o del amigo de un amigo, y pasarse una tarde mirando sus discos, escuchando esta o aquella, descubriendo grupos de los que sólo habías oído hablar; y charlar sobre ello, comentar, expresar sensaciones. Para situarse correctamente en la época hay que tener en cuenta dos aspectos: uno que en esos momentos apenas había medios de comunicación que se dedicaran al rock (alguna revista más bien marginal, escasos minutos en radio y escasísimos y escondidos en la tele); y dos, que no existía otra forma de escuchar música escogida que no fuera pinchando el disco de vinilo (las cintas de casete eran, por así decirlo, de tercera división). Por eso, una excelente manera de descubrir nuevas bandas era curiosear entre los singles y elepés de otro aficionado. De este modo, podía uno encontrarse con nombres de los que apenas sabía. No pocos cmprendieron entonces que, además de modelos graníticos y musculosos, había formas más ligeras de rock, finos estilistas que dejaban la melodía casi al desnudo.



Por ese camino se podía acceder a propuestas como la de Simon & Garfunkel. Eran apenas una voz, suave, casi de terciopelo, y una guitarra acústica; a veces una segunda voz y, ocasionalmente, más acompañamiento, pero siempre manteniendo un tono ligerísimo, cristalino, casi etéreo. Además, la cadencia y dicción resultaban tan nítidas que hasta los menos ‘viajaos’ se atrevían a con la letra… En realidad, para cuando se estrenaron los setenta este célebre dúo neoyorquino ya había registrado todas las canciones con las que crearon su personalidad, títulos emblemáticos que, pasado cerca de medio siglo, mantienen su poderoso y a la vez refinado encanto.

Sólo grabaron cinco álbumes de estudio, pero con tanta sustancia como para lanzar posteriormente un sinfín de compilaciones y directos. Y de esas cinco docenas escasas de canciones pueden extraerse seis (podrían ser muchas más) absolutamente históricas, melodías que una vez escuchadas son asimiladas por los correspondientes receptores cerebrales, haciendo que se queden ahí para siempre, para ser recordadas, tarareadas, recitadas, disfrutadas. ‘The sound of silence’ es una obra que hechiza desde el primer momento: un discreto apunte con eléctrica y dos voces componen un diseño melódico delicioso que se desarrolla luego con base más sólida; hay quien dice que está escrita como reacción al asesinato del presidente Kennedy, sin embargo, el autor (Paul Simon) afirma que la escribió en el baño y a oscuras, pues en esas circunstancias encontraba inspiración, pero sin nada premeditado. ‘Scarborough fair’ es una tonada medieval inglesa que ambos arreglaron, dotándola de una pasión serena, sabia, contenida; con Garfunkel deslizando un hilo de voz y Simon respondiendo, con esos punteos y arreglos diáfanos, el oyente se pone en el lugar del amante despechado que pide: “¿vas a la feria?, dile a la que fue el amor de mi vida…”; pensamientos y formas de otro tiempo que siguen siendo válidos hoy. Morbosa y seductora, ‘Mrs Robinson’ se asocia irremediablemente a la película ‘El graduado’. Otra melodía irresistible es ‘The boxer’, cuyo ‘la la la’ se pega de manera indeleble; el pobre boxeador recuerda y lamenta… ‘El cóndor pasa’ es una adaptación de una pieza de una zarzuela que el autor peruano Daniel Alomía Robles escribió en 1913; éste, a su vez, se había inspirado en una tonadilla tradicional de su país; Simon escribió una letra en inglés y convirtió el resultado en un éxito mundial. Finalmente, la insuperable ‘Bridge over trouble water’, un exquisito canto a la amistad incondicional, una preciosa partitura cargada de pasión y ‘buen rollo’.

Son, en fin, canciones que transmiten muy bien aquello de ‘paz y amor hermano’, fáciles de identificar y que gustan incluso a quienes no tienen gran interés por esto del rock. Con Simon & Garfunkel este género musical se sale de sus límites hasta hacerse comprensible y agradable de manera casi universal. La finura y gracilidad, la calma y sosiego que contagian los hacen aptos para todos los púbicos y edades.

Aunque suene nostálgico, la mágica sensación de encontrarse en edad temprana con sonidos que te acompañan el resto de tu vida (como los del dúo del moreno bajito y el rubio alto) es algo que, para bien o para mal, se ha perdido con la irrupción de las (fabulosas) herramientas digitales. Eran los años heroicos del rock, cuando no estaba tan asimilado ni era tan accesible, cuando la cosa tenía un punto de misterio y quien estaba dentro tenía sensación de formar parte de un colectivo muy especial.  


CARLOS DEL RIEGO

No hay comentarios:

Publicar un comentario