OPINIÓN

HISTORIA

lunes, 10 de noviembre de 2014

EL IMPARABLE AUGE DE LAS BANDAS-TRIBUTO Es una buena opción si se quiere disfrutar con canciones contrastadas, con títulos que gusta tocar y escuchar siempre, es una buena opción si no se tienen más pretensiones que pasárselo bien en escena recreando creaciones de otros: es la banda-tributo.

Todo un clásicio en el campo de la imitación, el 'impersonator' de Elvis
Todo músico es antes aficionado, es fan de otros que hicieron música antes que él; de hecho, todo el que se cuelga una guitarra lo hace porque previamente había escuchado y admirado. Es decir, la historia de la música rock y pop es una continua combinación entre imitación y evolución. Y por eso, la figura del admirador es una verdadera constante.

Quién se atreve a decir si es Freddy o un imitador

Por otro lado, en el planeta del rock, el pop y otros géneros cercanos es muy habitual que el grupo o solista toque mayoritariamente sus propias composiciones cada vez que sube a un escenario; esto no sucede, sin embargo, cuando se trata de una banda de jazz ni, evidentemente, cuando quien ejecuta es una orquesta sinfónica o cualquier formación de violines, atriles y partituras. Es decir, en la música clásica el compositor rarísimamente es también el ejecutante, entre otras cosas porque las orquestas, grupos de cámara, quintetos de cuerda o bandas municipales se inclinan siempre o casi siempre por interpretar piezas escritas por músicos ya desaparecidos. De igual modo, dentro de unos pocos años los grandes nombres de la historia del pop y el rock pasarán a la categoría de leyenda, o sea, dejarán este mundo, con lo que sus creaciones se convertirán en patrimonio de la Humanidad, lo que significa que todo el que lo desee podrá grabarlas y recrearlas sin tener que pagar derechos de autor. Cuando vaya llegando ese momento, cuando el tiempo se lleve a los mitos, se multiplicarán los grupos centrados en repertorios concretos y, seguro, gozarán de enorme aceptación.

Sea como sea, en los últimos años han florecido por todas partes las bandas-tributo. Buscando el máximo parecido posible al ‘original’ en vestimentas, peinados, puesta en escena y estética en general, estos combos ofrecen los repertorios más demandados por una audiencia que ya sabe qué es lo que va a ver y escuchar. Algunos se presentan como auténticas fotocopias, mientras que otros van un poco más allá y no hacen ascos a una buena y cariñosa caricatura; de hecho, hay integrantes del original que aplauden y bendicen a esos que quieren ser sus dobles. Claro que hay nombres y grupos que se prestan más a la imitación que otros; por ejemplo, en el caso del Elvis el imitador es prácticamente un profesional con horario y sueldo, y por eso abundan en todo el mundo los concursos de ‘impersonators’ del rey.

De este modo, tirando de melodías infalibles, los repertorios son inevitablemente muy agradecidos, pues están integrados por temas célebres y siempre celebrados, o sea, el público se lo pasa en grande cantando sus estribillos favoritos, hasta el punto de que hay quien se llega a olvidar de que lo que tiene delante es un remedo, una copia. Habitualmente los integrantes de estas formaciones son buenos músicos, respetuosos y admiradores de sus ídolos, encantadores muchas veces…, pero imitadores al fin. Sin embargo, este hecho no les quita su mérito, su valor, su acertada propuesta para disfrutar de un buen concierto. La banda-tributo es un medio excelente para que el espectador tenga una idea de cómo debían ser los auténticos; cierto, innegable, el genio pertenece al verdadero y como éste no hay nada, pero también tendrán algo los sucedáneos cuando son capaces de llenar incluso grandes recintos.

En fin, con el grupo que se dedica exclusivamente a recrear lo que crearon sus ídolos, el personal la goza cantando, saltando y bailando, recordando y pagando menos; y por su parte, los que están en escena la gozan cantando, bailando, recordando y cobrando menos. Todos contentos.  
  

CARLOS DEL RIEGO

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