El grupo ya tenía entonces un algo especial |
Eran años de glam rock, de laca y lentejuelas, de
campanas sobre plataformas, pelucones y maquillajes imposibles, pero el rock no
estaba uniformado ni tan anquilosado como muchas veces se ha dicho. Y allí
estaba Queen con una potente e inagotable carga de rock fresco y original,
ideas innovadoras, mezclas sorprendentes, recursos imaginativos,
contradicciones encantadoras… En aquel año publicaron su segundo disco (grabado
el anterior pero retrasado por cuestiones industriales) y el ‘Sheer, heart,
attack’, un trabajo fantástico con canciones ya imperecederas, una producción
rompedora con la que Mercury y compañía daban el último paso antes del glorioso
‘A night at the opera’.
Sí, aquella noche en la ópera los instaló
definitivamente en el pedestal regio, pero ya en el anterior ‘ataque al
corazón’ habían presentado las peculiaridades estilísticas con que el cuarteto
británico es reconocido en cualquier lugar en cualquier momento. El elepé nace
con la entrada guitarrística (perfecta para largas introducciones en vivo) de
‘Brighton rock’, impulsiva, flexible, y luego la voz doble de Freddy (falsete y
natural), la construcción poderosa, el protagonismo de una guitarra
absolutamente única (se decía entonces que sonaba como una orquesta entera); no
faltan los coros, el desarrollo instrumental y un ambiente de rock muy especial.
Después la reveladora ‘Killer Queen’, en la que ya están todos los manierismos,
todos los distintivos del grupo, todo aquello por lo que serán recordados
siempre; así el piano y el tono burlesco, como de cabaret, la voz operística y
los coros extremadamente elaborados, esos punteos del inimitable Brian May que
cualquier reconocería al segundo y que parecen un fino y a la vez poderoso hilo
que flota ingrávido…; sí, esta ‘Reina asesina’ es algo así como una obertura de
la posterior trayectoria artística de Queen.
El resto del álbum tiene de todo, pero lo más
habitual es que quien acaba de descubrir a este cuarteto queda hechizado para
siempre con los dos primeros cortes, y quien ya lo había disfrutado con el
anterior ‘Queen II’ volverá una y otra vez a escuchar esos dos temas
absolutamente antológicos. De este modo, los ‘mercuriófilos’ que aun conservan
el Lp notan cómo la aguja de su tocadiscos atraviesa hoy, estremecida, esos
primeros títulos, y seguro que recuerdan cómo en aquellos días sujetaban la
carpeta interior para cantar, o al menos seguir, las letras de piezas tan
prodigiosas. A lo largo del disco, de todos modos, hay auténticas maravillas;
algunas composiciones son verdaderamente laberínticas, zigzagueantes,
enrevesadas, difíciles, otras simples y cristalinas; unas se presentan
chocantes, inusitadas (lo siguen siendo hoy, así que entonces…), incluso con
momentos divertidísimos (como el ‘Bring back…); y, por supuesto, no falta un
vértice de metal-rock de altísimo voltaje (‘Stone…’) que pone a todo el mundo a
menear la melena y tocar el ‘air guitar’. El que tiene asimilado el álbum reconocerá
inmediatamente todo ello, y quien tenga la suerte de aun poder descubrirlo se
topará con giros y efectos, voces y guitarras, sensaciones y emociones muy
familiares.
Por cierto, en este disco siguen manteniendo su
rechazo explícito a los sintetizadores, como indican en los créditos de
contraportada, dando a entender que ellos no necesitaban tecnología de última
generación, que con sus voces, pianos y guitarras podían conseguir todo lo que
se propusieran. Ah!, también llamaba poderosamente la atención en su momento la
tupidísima pelambrera que Freddy dejaba ver a través de su entreabierta camisa…
Reina ya mostraba su majestad y anunciaba la llegada
de su siguiente y más brillante joya, por la que apenas hubo que esperar unos
meses… Y empezaba a expandirse por el mundo el encanto mágico de Freddy.
CARLOS DEL RIEGO