OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 15 de octubre de 2014

EL PODER CORROMPE… Y VUELVE ESTÚPIDO Los estafadores, defraudadores y corruptos en general que al lado del poder y de la política trincan durante años están convencidos de que nadie se enterará y jamás les pillarán. Pero a veces la propia naturaleza se ríe de ellos…


Tras un tiempo en el poder, el sinvergüenza se vuelven tan tonto que cree que 
jamás lo pillarán, así que sigue y sigue
Los Pujoles, el Urdangarín, los de los Ere y los cursos de formación de Andalucía, el Bárcenas y los de la trama Gürtel, los de las tarjetas con barra libre, los Matas y Fabras que habrá por ahí… (y si se echa la vista atrás la cosa se puede ampliar hasta el infinito), han estado años malversando y llevándoselo en crudo sin sopesar posibles consecuencias. De ello se pueden extraer muchas conclusiones, pero hay dos que son más que evidentes: primero que la situación de poder y privilegio debe matar muchas neuronas, pues sólo un tonto cree que puede estar toda la vida distrayendo dinero sin que nadie se entere; y segundo, que los mangantes pertenecen a todos los partidos e ideologías.

Así es, todos los mencionados (que no serán los únicos) no se conformaron con dar el palo una vez para luego retirarse de la circulación discretamente y tratando de no llamar la atención; nada de eso, pues creyéndose a salvo de todo, continuaron sisando y trasegando pasta hacia sus cuentas diez, cien, mil veces, durante años y años. Es esta una prueba concluyente de que estar en el centro de poder demasiado tiempo (dos lustros ya es demasiado) acerca al sujeto a la estupidez y lo aleja de la honradez. En unos casos esa pérdida de honestidad se refleja en actuaciones política, social o económicamente disparatadas, y en otros se evidencia en actuaciones como las protagonizadas por los arriba mencionados. Éstos, ganando en cretinismo a cada nuevo desfalco, fraude o ratería, llegan a creerse tan por encima de leyes y moralidades que se convencen de que pueden seguir trincando el resto de su vida sin que nadie sospeche, sin que nadie se entere, sin que nadie investigue; es decir, llegan a la conclusión de que todos los demás se chupan el dedo, de modo que, piensan, jamás habrá quien se dé cuenta de que las cuentas no cuadran ni nadie echará en falta los miles o millones. Esto es, en fin, una muestra papable de que el exceso de tiempo empuñando bastón de mando (sea en el ámbito que sea) conlleva una grave pérdida de materia gris. Otra cuestión es que el bandolero ya tuviera esa inclinación antes de acceder al poder o que ese impulso le sobreviniera una vez acomodado en la poltrona; de todos modos, lo que queda demostrado es que, irremediablemente, pasados los años suficientes el poder corrompe y vuelve estúpido, ya sea en sentido político o social, ya sea en un sentido estrictamente dineril. Ya lo decía Galdós, que se preguntaba hace más de un siglo: “¿Qué tendrá esta ocupación que vuelve tonto al inteligente, ladrón al honrado, mentiroso al veraz?”. ¿Y qué diría el gran autor canario si viera la bajeza moral protagonizada por Gallardón, que saltó de un cargo a otro como quien alarga el paso para no tocar el suelo húmedo y frío?

Por otro lado, tras desvelarse dichos escándalos ha quedado probado, más allá de cualquier duda razonable, que abunda la figura del saqueador en todos los partidos políticos, y que hay chorizos, estafadores y descuideros adscritos a todas las ideologías. Es evidencia que demuestra (por enésima vez) que las creencias políticas no tienen nada que ver con la integridad y la decencia; o sea, la vileza moral o la rectitud dependen exclusivamente de la persona y no de su pensamiento. Por ello, ser buena o mala persona, caradura o íntegro, cínico o sincero, pringado o limpio, es algo que depende del individuo, no del grupo o colectivo en el que se integra; es decir, existen los dos tipos de personas en todas partes. En todas.   
CARLOS DEL RIEGO


PD: Por cierto, hace un par de años, en Santa Catalina, Brasil, una enorme anaconda se zampó a un político que iba a esconder dinero. Un pescador contó: “Bebía y contaba billetes en su lancha. Yo vi cuando la víbora llegó, se enrolló y se lo comió”; luego, corrió a pedir ayuda, pero la gente se rió de él. Más tarde, la viuda explicó que el hombre “había viajado al Amazonas para esconder una fuerte suma de dinero en la selva”… Al final la noticia resultó ser falsa, pues un lugareño asegura: “somos una comunidad pequeña y los pocos diputados que tenemos siguen a robarnos”; pero eso sí, la engañifa produjo millones de comentarios jocosos (fácilmente imaginables) en Iberoamérica y el resto del mundo. 

El supuesto traga políticos

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