OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 30 de julio de 2014

TIMOS, TRAMPOSOS Y PRIMOS El mismísimo Edgar Allan Poe escribió un cuento titulado ‘El timo’ al que subtituló ‘Considerado una de las ciencias exactas’. Y así debe ser, puesto que, a pesar de infinitos avisos, aun hoy hay gente que matemáticamente cae en las redes de los tramposos

Algunos caerían en el clásico timo de la estampita (fotograma de 'Los tramposos')
Pues sí, utilizando la variante de las ‘cartas nigerianas’, unos cuantos espabilaos lograron embobar, engolosinar, burlar y esquilmar a varios miles de pringaos (al menos hay algo en la actualidad que no es política, juzgados o guerra). Casi todos los acuerdos se hicieron a través del correo electrónico. ¡Qué no hubiera conseguido Baldomera Larra si hubiera disfrutado de tan sensacional herramienta!; hay que recordar que la hija del desdichado escritor fue la inventora de la estafa piramidal a mediados de los setenta del siglo XIX, así que con la red a su alcance…

Asombra que a pesar de todas las campañas de prevención contra los timos en internet aun exista gente tan incomprensiblemente incauta como para caer y enviar dinero a cambio de la ‘promesa’ de un negocio redondo. Para empezar, hay que tener poco cerebro para tragarse sin más lo que escribe o dice un desconocido a través de un e-mail, un anuncio en el periódico, el teléfono o cualquier medio; sí, emplean trucos ingeniosos, tiran de métodos más que contrastados, aprovechan cualquier casualidad o información, dan supuestas garantías, mencionan personajes respetables o instituciones oficiales, incluso llegan a enviar cartas con sellos, membretes, firmas (todo falso)…, pero se necesita algo más para que el timo se consume: es imprescindible la complicidad del primate. De este modo, cuando se abre el mensaje en cuestión, muchos lo desecharán antes de terminar la primera línea, pero otros seguirán tras tragarse el cebo de la ganancia fácil; entonces mostrarán interés (o sea, tirarán del anzuelo para indicar que han picado), contestarán y… el resto es fácil para el timador, que le explicará un asunto en el que todo es beneficio (las variables son muy abundantes); además, el listo no dejará de hacerle notar al pasmao que la cosa es, en realidad, un delito leve, un pecadillo que no hace daño a nadie pero que no deja de ser ilegal, con lo que se asegura el silencio cómplice; y cuando el pardillo reflexione sobre los riesgos o la cosa esa de la moralidad, no tardará en llegar a la conclusión de que “si lo hace todo el mundo, si los políticos son unos corruptos”…, disculpa perfecta. Es decir, al final, al estafado es, en realidad, tanto víctima como cómplice, pues sin este factor el engaño sería imposible.

Cuando pasado el tiempo el tontorrón se percate del engaño, experimentará una indeseable mezcla de indignación y deseo imposible de venganza, de estupidez profunda y, sobre todo, de vergüenza infinita; por eso, seguro que no denuncian ni la mitad de los burlados pánfilos. 

El engañabobos suele entender rápidamente por dónde cojea el primo. Cuando lo que triunfaba eran la estampita o el tocomocho en las calles españolas, los artistas del tongo escogían cuidadosamente al julay. Hoy no se le escoge (salvo en alguna variante específica), sino que en lugar de tirar un único anzuelo, se lanza una enorme malla que llega a todo el planeta. Sí señor, el embaucador sabe que de cada tantas personas que a diario entran en alguna red, hay un porcentaje de panolis dispuestos a cebarse y enredarse. Asimismo, el felón astuto cuenta con que el lila se cree el más listo, por lo que le dará toda lisonja, todo el sedal que se necesite en sucesivos mensajes o conversaciones para, al final, sacarle los cuartos. Se sabe de algún caso en el que la suma exigida para iniciar los trámites de la operación resultaba muy alta para la víctima-cómplice, por lo que el fullero no tuvo problema en negociar el precio del supuesto papeleo hasta adaptarse a los posibles del pisaverde.

El caso es que acaban de trincar a una banda de especialistas en la técnica de las ‘cartas nigerianas’ (“necesito una cuenta corriente a la que transferir X millones, si me dices la tuya te daré un 20 por cien de la pasta”, y luego el consabido “envíame esta pequeña cantidad para…”), método con el que los vivos se la liaron a varios miles de atontados dispersos por el mundo. La noticia ha salido en todos los medios, físicos o internéticos, sin embargo, con total y absoluta seguridad, mañana mismo se producirá contacto entre un aprovechao y un primavera. Y pasado algún tiempo, habrá muchos de los que hoy han leído o escuchado este caso que se convertirán en lo segundo convencidos de ser lo primero.         


CARLOS DEL RIEGO

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