OPINIÓN

HISTORIA

jueves, 12 de junio de 2014

MONARQUÍA VERSUS REPÚBLICA Es uno de los debates más en boga tras la abdicación de Juan Carlos I, sin embargo, existen muchas creencias equivocadas en torno al asunto, hasta el punto de que hay quien cree que el cambio de sistema terminaría con todos los problemas de España

Las diferencias reales serían inapreciables para el ciudadano.
En todos los medios de comunicación, en la red, en el bar, en la calle, en todas partes hay discusiones encendidas sobre la conveniencia de continuar con un rey como jefe del estado o cambiar su figura por la de un presidente de la república. Sobre esto, es sintomático que quienes más se significan por la república están convencidos de que república equivale a izquierda, como demuestra el hecho de que las banderas tricolor que se ven en cualquier aglomeración de gente luzcan siglas y emblemas de esa tendencia con total libertad (por cierto, hoy los republicanos pueden expresarse sin problemas, al contrario que los monárquicos durante la II República, pues Manuel Azaña prohibió desde el primer momento manifestaciones y símbolos monárquicos y cerró los periódicos de esta tendencia, mostrando cómo entendía él la libertad y la democracia). Sin embargo, habría que recordar que la II República Española fue pergeñada tanto por derechistas como por izquierdistas en aquel Pacto de San Sebastián de agosto de 1930; igualmente, los países con tradición republicana, como Francia (cuyo presidente tiene escaso poder y quien manda es el primer ministro) o Estados Unidos (república presidencialista en la que el máximo mandatario es el presidente) alternan democráticamente gobiernos de un signo con los de otro sin ningún trauma, sin que los de derechas sean considerados menos republicanos que los de izquierdas. En fin que se equivocan quienes asocian república con tendencia de izquierdas; así, si mañana se producen en España cambios hoy inopinados y se opta por un sistema republicano, apenas se producirán cambios políticos, sólo la figura del rey sería sustituida por la de presidente de la república (fuera ésta del tipo que fuera), nada más, y desde luego el ciudadano no notaría en su vida y quehacer cotidiano la más leve modificación.

De todos modos, se prefiera lo que se prefiera, hay países con larga tradición de monarquía parlamentaria a los que no les ha ido demasiado mal, como Inglaterra, Dinamarca o Noruega; igual que los que vienen siendo república en los últimos tiempos, como los mencionados, Alemania o Italia. O sea que en realidad, al final, las diferencias resultan muy escasas, mucho menores de lo que piensa la mayoría de quienes exigen cambio. Cada lugar tendrá sus motivos para conducirse con uno u otro sistema.

En España la mayoría de ciudadanos republicanos exigen la transformación, entre otras razones, porque Juan Carlos I fue designado por el dictador Franco en aquellos azarosos años setenta del siglo pasado; cierto, pero si no lo hubiera señalado el entonces jefe del estado, los más franquistas no hubieran aceptado de buen grado y se hubiera vuelto a liar la cosa, es decir, los más inmovilistas del agonizante régimen aceptaron al rey por lealtad (casi fanática) al Generalísimo. Por otro lado, hay que recordar que el ya ex rey Juan Carlos aceptó firmar las exigencias de Franco con la idea de ‘traicionarlas’ y poner en marcha un proceso democrático, como demuestra el hecho de que unas semanas después de la muerte del dictador encargara a Adolfo Suárez la redacción de una constitución democrática, elecciones generales… Si Juan Carlos de Borbón le hubiera contestado a Franco que aceptaba la corona pero con intención de instalar una monarquía parlamentaria, el general le hubiera apartado de la sucesión (como hizo con su padre, don Juan) y hubiera señalado como sucesor a un afecto incondicional al régimen, con lo que nuevamente hubiera vuelto el lío a la calles.       
      
En estos días (VI-2014) hablan en uno u otro sentido todo tipo de ciudadanos; en una de estas encuestas publicadas por los periódicos, un científico razonaba con los pies en el suelo, señalando que si hay que escoger entre un presidente procedente de uno de los dos partidos, un presidente elevado por méritos de partido y (casi seguro) con mucha más ideología que formación y que por tanto siempre estará escorado, o una persona que se va formando para el cargo desde niño, con estudios específicos, superiores y prácticos, una persona ajena a tendencias políticas, hablante de varios idiomas, experta en diplomacia y que sin duda tiene mayor predicamento internacional…, si hay que optar por aquel o por éste, la razón práctica no tendría duda. Otro intelectual se ceñía a las experiencias más cercanas: con el rey saliente ha habido en España democracia y libertad para silbar, abuchear, criticar e incluso insultar a la corona, mientas que durante la II República no existía libertad para manifestarse monárquico o antirrepublicano. Y otro más especificaba que el dilema monarquía frente a república es, en la práctica, algo muy secundario respecto a los verdaderos problemas del país, y que si éste entra de lleno en esa disyuntiva, se gastará mucha energía, tiempo, ganas, ilusiones e incluso dinero que deberían dedicarse a asuntos más importantes y, sin duda, más urgentes.

En fin, que ambos sistemas presentan pocas diferencias, que la república no significa izquierda como la monarquía no equivale a derecha, que ninguno es la panacea y que el ciudadano no notaría, en su día a día, si vive en república o en monarquía parlamentaria. Como siempre, todo depende de la valía y honradez de las personas.

Un detalle más: la mayoría de los republicanos que se echan a la calle suelen pasar por alto el hecho de que en los países comunistas (Cuba, Corea del Norte) existe una monarquía hereditaria de hecho, pues Fidel Castro traspasó el poder a su hermano Raúl como Kim Jong Il recibió el poder de su padre Kim Il Sung y lo traspasó a su hijo Kim Jong Un.


CARLOS DEL RIEGO

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