OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 18 de junio de 2014

EL MUNDO ESTÁ LOCO, LOCO, LOCO La desternillante película de Stanley Kramer de 1963, en la que los disparates más delirantes se suceden casi con normalidad, se queda corta ante las chifladuras que protagonizan lunáticos y memos de todo el planeta.

La muerta asistió a su propio funeral con unas bebidas en la mesa
y un cigarrillo en la mano
En la ciudad estadounidense de Nueva Orleans, una mujer recién muerta asistió a su propio funeral; y no, no se trataba de un error. Al parecer, sus hijas decidieron que el cadáver ‘presenciara’ el oficio religioso, las llantinas, los suspiros, los sermones laudatorios y los ‘nunca te olvidaremos’. Para ello vistieron a la difunta con sus mejores galas, le encasquetaron su más vistosa peluca y las gafas más caras, la maquillaron (ojos, cara, labios), le pintaron las uñas y la sentaron a una mesa (tipo bar) con una cervecita, un güisqui y un cigarrín en los dedos (la señora debía se aficionada a trasegar todo tipo de licores, caldos y elixires). Lo que no está claro es si los asistentes se acercaron a ella a presentarle sus saludos para luego comentar “está mejor que nunca”, “pues no parece que esté muerta” o incluso “¿te has fijado?, la ropa que le han puesto no le va nada”. En fin, es una forma de que la última imagen que tengan los allegados no sea la del fiambre en la caja. Hay que imaginarse cómo estarían los tanatorios de por aquí en caso de que la cosa se ponga de moda. 

Un ciudadano chino con problemas mentales (cuentan) intentó suicidarse, pero no eligió veneno, pistola, precipicio, cuchilla para venas, tren…, no, el hombre decidió irse al zoo y meterse  en una jaula con dos tigres de Bengala. Las pobres bestezuelas, desorientadas ante el ofrecimiento cárnico, se acercaron, agarraron como para tantear, rugieron un par de veces y, aburridas, se dieron la vuelta a sestear. Es decir, no probaron ni un solo bocado, de manera que el frustrado suicida salió tan entero como había entrado. Seguro que los animalitos acababan de comer y no les apeteció ‘una de chino loco poco hecho’. Otro chino se cortó su adminículo desesperado por no encontrar novia, pero inmediatamente cambió de idea y se fue en bici al hospital; sin embargo, al llegar le dijeron que sí, que se lo podían reimplantar, pero entonces el atormentado individuo cayó en la cuenta de que se había dejado el asunto en casa, así que tuvo que volver a pedalear, coger la cosa y volver al hospital…, ya era tarde, demasiado tarde.


Una muestra de la patética estupidez humana.
Una zapatería holandesa prometió descontar diez euros de cada par de zapatos por cada gol que Holanda metiera a España. El dueño debió felicitarse por tan genial idea pensando que la cosa sería parecida a lo de Sudáfrica, pero ni en sus mejores-peores sueños llegó a imaginar lo del 5-1. El caso es que al día siguiente había cola, pues cada cliente llegaba con una promesa de 50 euros, con lo que prácticamente dejaron la tienda sin existencias y la caja apenas con la calderilla. Al día siguiente cerró por enfermedad.

Aquellas son chaladuras, pero hay otra modalidad más cercana al cretinismo, algo así como una autoselección artificial… En la naturaleza manda la selección natural: los ejemplares más débiles, viejos, enfermos o heridos son presas fáciles de los depredadores; en la sociedad humana eso no pasa, pero sí que ocurre que los que menos sentido tienen corren voluntariamente riesgos innecesarios, fácilmente evitables y, en buena lógica, con resultado fatal casi siempre; es decir, ellos son sus propios depredadores y, a la vez, presas. Por ejemplo,  en Inglaterra dos jóvenes hacían el amor en el balcón a la vista de los sorprendidos (y algunos envidiosos) vecinos; cegados por el fragor del momento, buscando postura más cómoda y sin mirar riesgos o peligros, se pusieron cerca de la barandilla y, lo lógico, cayeron desde una altura de seis pisos, estampándose contra el suelo y pereciendo los dos en el acto; todo a la vista de los pasmados mirones, que no pudieron hacer otra cosa que eso, mirar. Otro ejemplo, en Francia un chico se tiró a un lago montado en bici mientras otro grababa, pues es una especie de apuesta: “o te tiras o pagas”; el muchacho cumplió lo primero, se tiró, pero no lo segundo, pues del agua no salió vivo (por cierto, es el segundo caso en poco tiempo). Y otro más, un esteticista venezolano se inyectó aceite de bebé en nariz, frente, pómulos, labios…, pues quería eliminar “estas arruguitas de aquí que me hacen mayor”; el resultado fue el natural: el rostro totalmente deformado, monstruoso, inmovilidad, dolores insufribles y la necesidad de un costoso tratamiento, lo que ha llevado a esta patética criatura desde su estudio de belleza a la mendicidad callejera (hay que tener menos cerebro que un percebe para irse al quirófano estando sano). ¿Y en indio (de la India, no uno que hace el indio…, que también) que lleva 25 años caminando hacia atrás para pedir la paz en el mundo?; no parece haber logrado resultados, pero el tronco afirma ahora que ya no se acuerda de caminar hacia delante así que, ‘patrás’.

Actos tan grotescos, estúpidos y descomunales  producen una mezcla de pena, vergüenza ajena, incredulidad… El mundo está loco, loco, loco.



CARLOS DEL RIEGO

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