No hay forma de saber qué hay más allá de lo que muestran los telescopios, por lo que afirmar algo en ese sentido es entrar en el terreno de la adivinación. |
Es curioso cómo una noticia de índole científica,
una noticia sobre astrofísica, es divulgada casi como si fuera una primicia deportiva,
política o social de primer orden, y ello a pesar de que, en realidad, tales
noticias interesan poco e inciden menos en el día a día del personal. Así ha
sido con esa información que señala que se ha detectado una huella del primer
momento inmediatamente posterior al Big Bang. Asimismo, en la misma página sobre
astronomía aparecen unas declaraciones del eminente astrofísico Stephen
Hawkins, que predice que si no hemos colonizado otros mundos antes de un siglo,
la especie humana corre peligro de extinción, pues la Tierra no aguantará más.
Se trata de dos afirmaciones más que discutibles y
cargadas de soberbia, de esa soberbia que ataca a algunos científicos que
piensan más en las portadas, honores y premios que en el laboratorio. Hawkins
hace tiempo que suelta verdaderas chorradas, las cuales serían tratadas como
tal si fuera otro quien las largara; por ejemplo, no hace mucho afirmó que eso
del bosón de Higgs era una tontería sin ningún interés, pero luego de las
pruebas hubo de rectificar; e igualmente, hace unos meses se dejó decir a los
cuatro vientos que los agujeros negros eran otra memez, algo inexistente… Pues
ahora el científico se disfraza de charlatán, de adivino, de augur, y predice
grandes desgracias al planeta (igual que el adivino de Astérix): la extinción
de la raza humana si en un siglo no se encuentra modo de colonizar otros mundos
y buscar allí cómo sobrevivir. Es más, afirma sin ruborizarse (o al menos sin que lo parezca) que en cincuenta
años habrá asentamientos humanos en la luna, y en algo más de cien, en Marte.
Esto recuerda las predicciones que se hacían en los años cincuenta y sesenta,
que aseguraban que en el año 2000 habría coches voladores, robots inteligentes
haciendo todas las tareas de casa y la mayoría de los trabajos, y afirmaban
aquellos futurólogos (sobre todo escritores y científicos visionarios) que los
viajes espaciales serían cosa común y que la luna y Marte serían destinos
turísticos tan habituales como Mallorca o El Caribe. Lógicamente, nada de eso
ha llegado, y para más inri, ninguno de aquellos profetas anticipó nada
parecido a internet o a los teléfonos móviles (tal solo el gran Isaac Asimov
anticipó algunas ideas que sí se han correspondido con la realidad; por
ejemplo, afirmó que la comunicación vía satélite permitiría comunicarse con
cualquier parte del mundo incluso con imágenes). Si los científicos se las dan
de videntes y adivinadores es que algo les falla. En el caso de Stephen Hawkins,
tal vez esos 71 años empiecen a hacer mella en su cerebro…
Por otro lado, científicos de Estados Unidos han
anunciado que han detectado ondas que proceden de los primeros instantes tras
el Big Bang, es decir, ecos, restos fósiles de la explosión producida hace
13.800 millones de años. Admitiendo que la teoría del Big Bang es cierta (es
probable, pero sin demostración empírica seguirá siendo teoría, o sea, no puede
contestar a todas las preguntas), hay todavía muchos interrogantes sin
respuesta; por ejemplo, ¿cómo saber que esa radiación de fondo detectada
pertenece al Big Bang que nos interesa?, ¿cómo saber que no se debe a un Big
Bang producido hace menos tiempo en un lugar situado a 20.000 millones de años
luz?, de hecho, ¿cómo saber que el que nos interesa ha sido el único Big Bang
producido en la historia del universo?, ¿cómo saber que no se han producido
miles de Big Bang o se esté produciendo uno ahora mismo a 500.000 millones de
años luz? Los más avanzados radiotelescopios ‘sólo’ detectan hasta esos 13.800
millones de años luz, que es lo que se reconoce como universo conocido, sin
embargo, ¿alguien puede afirmar que el universo es finito o lo contrario?, si
es finito, ¿qué hay más allá?, si es infinito, ¿cómo encontrar explicación? Son
preguntas de imposible respuesta, a pesar de lo cual hay científicos que se atreven
a realizar afirmaciones sin pruebas concluyentes. Por poner un ejemplo
exagerado, esos científicos son como el niño que acaba de aprender a leer y ya se
atreve a dar su opinión sobre El Quijote o sobre Guerra y Paz echando un
vistazo a las portadas.
La fama, el prestigio, los premios, las subvenciones
llevan a algunos investigadores a ofrecer conclusiones espectaculares aunque
estén basadas en conjeturas, probabilidades, indicios, pero no en pruebas
concluyentes, irrefutables y demostradas empíricamente, única base que el buen
científico debe tener antes de llamar a los medios y reclamar cámaras y focos.
Afortunadamente, la ciencia siempre termina poniendo
a los científicos en su sitio.
CARLOS DEL RIEGO
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