De cuatro en cuatro, podrán darse la mano y compartir esfuerzos. |
Los Juegos Olímpicos de Invierno que se están
celebrando en la ciudad rusa de Sochi muestran pegas, datos sorprendentes y, en
fin, cuestiones discutibles desde el punto de vista deportivo. Se sabe que ha
habido enorme controversia con el asunto de las declaraciones y medidas antigay
(problema habitual cuando hay escasez de neuronas); y el personal ha hecho todo
tipo de chistes con las fotos de váteres comunales con hasta cuatro tronos
juntos y sin barreras entre ellos, de modo que permiten que quienes estén
reinando a la vez se cojan de la mano…, tal vez por aquello de que la unión
hace la fuerza. Ah!, también está prohibido orinar de pie (se supone que las
mujeres están exentas), vomitar o pescar en la taza del váter.
Prohibido orinar de pie, vomitar o pescar en la taza del váter. |
Hecho sabido es que Pierre de Fredy, el Barón de
Coubertain, quien tuvo la idea de restaurar los juegos y no paró hasta
conseguirlo, fue un declarado enemigo de la invención e instauración de los
Juegos Olímpicos de Invierno, pero si hoy volviera a la vida y se llegara hasta
aquella ciudad bañada por el mar Negro, terminaría por huir, horrorizado ante
la calamidad en que han convertido aquella idea. Y es que no deja de llamar la
atención que se pueda ganar una medalla olímpica en ‘half pipe’, o sea,
deslizándose sobre una tabla por una estructura en forma de medio tubo,
haciendo piruetas y acrobacias…; y de igual modo otros ‘deportes’ que carecen
de valores estrictamente deportivos (o sea, no importa cómo lo hagas si,
siguiendo las reglas, llegas antes, más lejos o anotas más) pero que poseen
valores artísticos (lo que cuenta es hacerlo bonito, con coordinación y
coreografía, ritmo y adecuación a la música), como ese baile sobre patines que
se denomina patinaje artístico.
Con tanta y tan íntima proximidad este puede ser el escenario de grandes amistades |
Por eso, que nadie se extrañe de ver en próximas
ediciones de Juegos Olímpicos sucedáneos como el fútbol sala o el fútbol playa,
soga-tira o hockey subacuático (ya existe), concurso de poesía o ‘chess-boxing’, modalidad nueva que exige a
los participantes medir su intelecto sobre un tablero de ajedrez, primero, y
luego sus puños en el cuadrilátero.
Por otro lado, en los últimos años se ha producido
el curioso fenómeno de atletas que, tras no ser seleccionados por su país,
buscan otro de menor nivel deportivo, solicitan nacionalizarse (seguro que con
buena recompensa) y en un par de meses están listos para defender la bandera de
un país que pisarán un par de veces en su vida y que no sabrán ubicar en el
mapa; y no se trata de que la tierra natal del prófugo hubiera sido colonia del
país receptor, sino de jamaicanos que se nacionalizan eslovenos,
estadounidenses que se vuelven rusos y macedonios, etíopes que corren como
qataríes o keniatas que lucen la bandera sueca. El COI lo permite todo mientras
fluya el numerario, como demuestra el hecho de designaciones de sedes sin
ningún criterio (¿qué criterio seguirían cuando llevaron a Berlín los de verano
del 36 y a Garmisch los de invierno, o a Pekín en 2008?).
Y ahí está el núcleo del asunto, pues en realidad
los miembros de tan importante comité sí que responden a un criterio, como
prueba el asombroso hecho de que el presupuesto de los presentes Juegos
Olímpicos de Sochi se eleva a los 40.000 millones de euros, cifra que dejará
boquiabierto a quien no sepa que el presupuesto de todos los juegos de invierno
celebrados hasta la fecha (el primero en 1924) es el equivalente a 35.000
millones de euros, según dato matemático desvelado por un historiador holandés,
Jurryt van der Vooren; por cierto, el presupuesto inicial era de siete mil
millones, de modo que hay que deducir que gran parte de la diferencia iría a...
Otro dato poco conocido de lo oscuro de las cuentas del COI y otros organismos
deportivos internacionales (que, dicho sea de paso, no pagan impuestos) es que
en los juegos de invierno de Nagano (1998) hubo denuncias de sobornos y
corrupción, pero casualmente los papeles, justificantes, presupuestos, gastos,
libros de cuentas… resultaron quemados antes de que nadie pudiera echarles un
vistazo. Asimismo, el escándalo de las competiciones amañadas para manipular
apuestas en Salt Lake City (2002) parece cosa de poco comparado con la presión,
amenazas e intimidación que la policía canadiense ejerció sobre quienes se oponían
a los juegos de Vancouver 2010.
El gigantismo descontrolado y los intereses
comerciales y económicos sobre los deportivos, así como la vulgarización y cotidianización
de los juegos están minando seriamente eso que ideó aquel aristócrata francés
que pensaba que el deporte serviría para unir.
En fin, el dato de los dineros de Sochi ha sido
escasamente difundido, pero el olor del dinero es tan fuerte que no hay manera
de disimularlo, y todos los asuntos del COI huelen peor que aquellos váteres
que permitían compartir esfuerzos.
CARLOS DEL RIEGO
No hay comentarios:
Publicar un comentario