David Gates, cantante, guitarrista, compositor y líder de Bread |
Desde el primer momento hubo lugar para la canción
melódica dentro del rock, de hecho sería difícil señalar algún grupo de este
estilo que no haya hecho nunca una lenta, una baladita, una pieza de ritmo
pausado y ambientación ligera. Sin embargo, a finales de los sesenta y durante
los setenta del siglo pasado surgieron un buen número de bandas que apostaron
por quitar peso al sonido, por suavizar la distorsión y ralentizar las
cadencias, por rehuir las letras trascendentes y, en fin, eliminar todas las
aristas, bordes punzantes e irregularidades que siempre caracterizaron al rock
en su más estricto sentido. Sí, las canciones de ambiente acaramelado han
existido siempre y muchas de ellas deslumbran por más tiempo que pase; sin
embargo, para que una canción pausada resulte ha de estar basada en una melodía
inspirada, ha de tener gracia y clase, y esa armonía que parece engarzar a
perfectamente con los correspondientes receptores cerebrales…, y esto es
francamente difícil, requiere mucho talento, ingenio y acierto a la hora de dar
forma a la idea; y si no es así se cae fácilmente en el saco de de la música
ambiental (del hilo musical) o, peor aún, en el vagón de los “miguelnosé”,
“alexlumbago” o “pabloalmorrán”.
A aquellos grupos que quisieron hacer rock sin rabia
ni mala leche se les inventó un término, soft rock o light rock, subgénero que
ha realizado una importante aportación a la causa de la música, con algunos
grupos excelentes y un puñado de canciones inolvidables. La lista puede ser
larguísima, pero se pueden mencionar nombres fácilmente recordables que
hicieron rock ligero, como Chicago, que comenzó más cercano al jazz-rock y
luego fabricó clásicos del soft, James Taylor, con su modulada y sugerente voz,
Carole King, autora de suaves delicias, Gilber O´Sullivan y sus tiernas
creaciones, los Bee Gees hasta lo del ‘sábado noche’, Al Stewart, que nunca dio
una voz más alta que otra, el Gran Chris Rea, The Carpenters e incluso Crosby,
Stills & Nash tienen espacio en este saco (cierto que casi todos trabajaron
también en otros campos con buenos resultados). Por cierto, aunque muchos lo colocan
en la misma estantería, lo que se llamó AOR (rock orientado para adultos), del
tipo de Toto, Steely Dan, Peter Frampton…, no es en puridad soft rock por más
que también ofrezca un sonido pulido y repeinado.
Pero tal vez sean los californianos Bread los que
más merezcan el título de abanderados del rock menos ruidoso. Aunque se
reunieron en alguna ocasión, su momento óptimo dura desde 1969 hasta 1972, con
cuatro álbumes muy recomendables, sobre todo si se sabe degustar la melodía
elegante y delicada. Algunos de los temas de Bread son verdaderas joyas por las
que no pasa el tiempo; se trata de canciones firmadas por el líder del grupo,
David Gates, un músico de formación clásica (su padre era profesor de piano) y
muy dotado para la composición que supo adornar sus canciones con una pizca de
sicodelia, sutiles matices folk, graciosas armonías vocales y comedidos
arreglos de guitarra, teclado, cuerda... Pero por encima de todo, lo más
valioso de su aportación, lo que realmente perdura, son sus melodías, a las que
el paso del tiempo no hace sino mayores.
En esos cuatro años mágicos Bread despachó una
docena de números uno, títulos que hoy siguen fascinando por la finura y
elegancia de sus melodías, el buen gusto de los arreglos, la clase y distinción
de los acabados y, en fin, lo fácil que resulta retener esas armonías. Entre
las canciones imprescindibles del cuarteto de Los Ángeles está la emocionante
‘Everything I own’, auténtica maravilla cuyo dulce estribillo mantiene su magia
y atractivo aunque hayan pasado cuarenta años; la enamoradiza ‘Baby I´m a want
you’ con sus cambios de intensidad y su característico toque de guitarra; ‘If’,
que comienza con un trémolo sicodélico y se abandona en la atmósfera más
relajada; la cálida, aterciopelada, acogedora ‘Make it with you’; ‘Look what
you´re done’, tan fácil de tararear; ‘Guitar man’, que a veces parece
arrancarse; la estupenda y más ágil ‘Too much love’ y su sutil acercamiento al
country-rock; ‘Let your love go’, que casi suena contundente, igual que ‘Down
on my kenees’; o ‘Modern freedom’, con la que recuerdan que lo suyo no deja de
ser rock.
Y es que este estilo no sólo admite el volumen
brutal, la distorsión ruidosa, los ritmos como estampida y, en fin, el sonido
más salvaje, sino que también permite las buenas melodías en ambientes
calmados, las voces y expresiones más educadas y acicaladas, la decoración
primorosa y exquisita.
CARLOS DEL RIEGO
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