Tras 12 grises años en la NBA, Jason Collins (de rojo) no ha querido irse sin dejar huella, aunque por motivos ajenos al juego |
La noticia explotó hace unos días en la prensa de todo el
mundo: un jugador de la NBA declara a los cuatro vientos su homosexualidad,
pero sintomáticamente esa explosión ha sido como de gaseosa, pues Jason Collins
ya no es noticia. Muchos homosexuales han alabado el gesto en voz alta
destacando la valentía del pívot, pero en ‘petit comité’ no dudan en afirmar
que lo que este señor ha buscado es, en realidad, sus quince minutos de gloria.
Está a punto de terminar su carrera deportiva, en la que ha pasado por seis
equipos (casi todos segundones y alejados de finales), pero nunca había
obtenido ninguna repercusión mediática, no fue nunca MVP (jugador más valioso),
nunca se acercó a alguna final ni sus números tienen el menor brillo.
Echando un vistazo a sus estadísticas queda más que patente
que ha sido un jugador mediocre e intrascendente para sus equipos: 3,6 puntos
por partido (en sus mejores momentos no llegó a 7), 3,8 rebotes, 0,5 tapones…,
y ello a pesar de haber jugado una media superior a 20 minutos por partido,
aunque en los últimos años esos minutos han sido cada vez menos, hasta llegar a
los 4,8 de esta temporada en los Washington Wizzards; por hacer una comparación
deportiva, Paul Gasol (pívot como Collins y también con 12 años en la NBA)
promedia más de 18 puntos y más de 9 rebotes por partido. En fin, que rara vez
este 7 pies
(o sea 2,13 metros
de altura, por 2,15 de Gasol) fue uno de los destacados de su equipo, y nunca
paso de ser un jugador gris, totalmente apartado de los focos y los micrófonos,
algo que debe ser francamente duro, cruel, para un jugador de la potente liga
estadounidense. Jugadores con estadísticas similares son Kevin Kunnert, Randy
Denton, JaVale McGee o Joel Przybilla…, nombres con nulo peso en la historia de
la liga de baloncesto más poderosa y, por tanto, absolutamente desconocidos; y
Collins no quería dejar la NBA sin llamar la atención.
Y así, viendo cada vez más cerca el fin de su presencia en
la cancha sin haber disfrutado nunca de un poco de protagonismo, no quiso irse
sin esos minutos de fama a los que todo mortal tiene derecho, y como no ha
demostrado ningún mérito real para lograr esos deseados instantes, decidió que
lo mejor para cobrárselos era hacer una declaración que, sin duda, sería
noticia en todo el mundo.
Por otro lado, esa información que acaba de proporcionar el
pívot importa tanto al espectador como si revelara que prefiere las pelis del
oeste a las de zombies, o sea, a la gran mayoría de los que leen la prensa les
trae al pairo con quién se empareje ese señor, que muy pronto volverá al
anonimato…, salvo que ese momento de protagonismo lleve al bueno de Collins a
algún que otro contrato para hacer este o aquel programa, pues finalmente ha
conseguido la relevancia que tan adversa le fue bajo los tableros.
Es curioso cómo gran parte de los
homosexuales esgrimen como mérito su condición(no todos, pues hay muchos
ciudadanos de a pie con dicha opción que despotrican de los que están todo el
día agitando esa bandera), de manera que con una mano exigen normalidad y
aceptación pero con la otra tratan de diferenciarse y remarcar la diferencia.
Lo de tildar al jugador de
valiente es otra exageración, pues agresiones a homosexuales por ser tal no son
más que las sufridas por mendigos, negros, mujeres, niños…, o sea, los
prehomínidos dispuestos a la violencia y la discriminación necesitan muy poco
para ejercer de australopiteco; y del mismo modo lo de señalar ‘lo importante’
de su declaración, pues eso no va a cambiar la opinión que los descerebrados
tienen para con los que piensan o prefieren algo diferente.
En fin, Collins ha buscado lejos
de la cancha el protagonismo que no encontró en ella. Y afirmar tal cosa no es
“homofobia” (hay que insistir, homo significa igual, y fobia quiere decir odio
o miedo, por lo que homofobia significa realmente odio o miedo al igual, de
modo que tildar a alguien de “homófobo” es lo mismo que decir que odia o teme a
los que son como él, cuando en realidad se pretende decir todo lo contrario),
pues nadie ha pedido perseguir, discriminar o esconder a los gays.
Sea como sea, Jason Collins ha
logrado su verdadero propósito: minutos de fama.
CARLOS DEL RIEGO
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