Contemplando las bajezas de otros el espectador del 'reality' se siente mejor y minimiza las suyas. |
Las principales cadenas de televisión, de la tres a la seis
aunque no sólo, compiten no sólo por la audiencia y los anunciantes como
cualquier otra, sino que luchan encarnizadamente entre ellas para ver cuál
ofrece el programa más grosero y vulgar, más zafio y soez, más bruto e
ignorante…, en una palabra, utilizan todos los recursos a su alcance con el fin
de proponer lo más mediocre. Y para ello, nada mejor que los ‘reality shows’, o
sea, los programas que ofrecen la realidad con más o menos guión; los hay de
todo tipo y variedad, en todos los países y en múltiples emisoras de televisión.
Lo que buscan principalmente esos espacios televisivos son
tacos e insultos, ataques personales, violencia verbal e incluso física y todo
tipo de situaciones escabrosas o morbosas, y a todo esto, sexo lo más explícito
posible. Con esos mimbres los ideólogos y productores de los engendros
consiguen lo que quieren, que es provocar escándalo a base de lo más tópico, lo
más fácil: sexo y violencia, que son los recursos de los guionistas y
productores mediocres y carentes del mínimo talento, de igual modo que los
malos humoristas basan sus chistes en tacos y sexo.
La última genialidad de los fanáticos de los índices de
audiencia (más falsos que Lance Armstrong) es retransmitir bodas en directo así
como todos los preparativos previos, lo que significa poner en pantalla y darle
así carácter de extraordinario a lo ordinario, a lo cotidiano. ¿Quién puede
tener el mínimo interés en seguir las peripecias que terminan con la firma de
unos contrayentes desconocidos?, no es que si éstos fueran célebres la cosa
tendría más atractivo, pero al menos se entendería su seguimiento por parte de
los admiradores de los novios. Sin embargo, lo cierto es que esos programas
tienen abundante público, eso sí, un público con algo (o mucho) de cotilla,
chismoso y correveidile, un público que disfruta contemplando las intimidades
ajenas como quien tiene el privilegio de ver algo prohibido, tal vez
solazándose al pensar que esos que salen ahí tienen más y mayores problemas que
quien mira, y eso les hace sentirse mejor… A cuento viene recordar una anécdota
en torno a la película ‘Freaks’ (en España ‘La parada de los monstruos’),
dirigida por Todd Browning en el año 1932; trata de un circo en el que los
artistas presentan enormes deficiencias auténticas, malformaciones y terribles
taras físicas, sin efectos especiales (sólo en el plano final), de modo que hay
un hombre sin brazos ni piernas que es capaz de encender un cigarrillo, varios
microcéfalos (con cabeza de alfiler, ‘pinheads’, como la canción de Ramones),
siameses, un tipo sin piernas que camina con los brazos, una mujer sin brazos
que se las arregla, otra barbuda, un ser mitad hombre y mitad mujer…, pues el
caso es que a lo largo del rodaje, los unos les tenían lástima a los otros,
cada uno de ellos aseguraba que de padecer lo que cualquiera de los demás
actores se suicidaría, ya que cada uno se sentía mejor observando las
desgracias de los otros, cada uno estaba convencido de que lo suyo era poca
cosa y una terrible desgracia lo que padecían los otros. Pues tal es lo que
debe mover a las personas que se sientan a contemplar programas en los que
aparecen personas que muestran lo más ordinario, lo más vulgar de su
existencia: al mirarlos, seguro que los espectadores compadecen a esos que
salen en la tele del mismo modo que compadecen a los chimpancés que en el zoo
hacen lo mismo que los atrapados en el ‘reality’ (o sea, pelearse, copular,
comer y dormir), y al compadecerlos, debe aumentar su autoestima.
Ese concepto de la telebasura se materializa a la perfección
con aberraciones como la de retrasmitir bodas, que puede tener secuelas como televisar
exámenes y oposiciones, juntas de accionistas, dar la cola para presentar la
declaración de la renta, el cocinado de los huevos fritos, defecaciones varias
o la espera del autobús en la parada…, divertidísimo, instructivo, ingenioso.
Es evidente que esas cadenas de televisión no van a reparar
en moralidades con tal de ganar puntos en los índices de audiencia, más aún,
harán lo imposible por ser la que más bajo caiga, la que muestre más
ordinariez, chabacanería y bajeza.
CARLOS DEL RIEGO
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