OPINIÓN

HISTORIA

martes, 29 de enero de 2013

LA (PARA ALGUNOS) ESTIMULANTE VISIÓN DE LA VIDA AJENA A los programadores de una emisora de televisión se les ha ocurrido retransmitir bodas en directo, emisión que, como todo ‘reality show’, apela al sentimiento de bienestar que produce en amplios sectores de la audiencia el hecho de no ser uno el que esté ahí mostrando las entretelas

Contemplando las bajezas de otros el espectador del 'reality' se siente mejor y minimiza las suyas.

Las principales cadenas de televisión, de la tres a la seis aunque no sólo, compiten no sólo por la audiencia y los anunciantes como cualquier otra, sino que luchan encarnizadamente entre ellas para ver cuál ofrece el programa más grosero y vulgar, más zafio y soez, más bruto e ignorante…, en una palabra, utilizan todos los recursos a su alcance con el fin de proponer lo más mediocre. Y para ello, nada mejor que los ‘reality shows’, o sea, los programas que ofrecen la realidad con más o menos guión; los hay de todo tipo y variedad, en todos los países y en múltiples emisoras de televisión.

Lo que buscan principalmente esos espacios televisivos son tacos e insultos, ataques personales, violencia verbal e incluso física y todo tipo de situaciones escabrosas o morbosas, y a todo esto, sexo lo más explícito posible. Con esos mimbres los ideólogos y productores de los engendros consiguen lo que quieren, que es provocar escándalo a base de lo más tópico, lo más fácil: sexo y violencia, que son los recursos de los guionistas y productores mediocres y carentes del mínimo talento, de igual modo que los malos humoristas basan sus chistes en tacos y sexo.

La última genialidad de los fanáticos de los índices de audiencia (más falsos que Lance Armstrong) es retransmitir bodas en directo así como todos los preparativos previos, lo que significa poner en pantalla y darle así carácter de extraordinario a lo ordinario, a lo cotidiano. ¿Quién puede tener el mínimo interés en seguir las peripecias que terminan con la firma de unos contrayentes desconocidos?, no es que si éstos fueran célebres la cosa tendría más atractivo, pero al menos se entendería su seguimiento por parte de los admiradores de los novios. Sin embargo, lo cierto es que esos programas tienen abundante público, eso sí, un público con algo (o mucho) de cotilla, chismoso y correveidile, un público que disfruta contemplando las intimidades ajenas como quien tiene el privilegio de ver algo prohibido, tal vez solazándose al pensar que esos que salen ahí tienen más y mayores problemas que quien mira, y eso les hace sentirse mejor… A cuento viene recordar una anécdota en torno a la película ‘Freaks’ (en España ‘La parada de los monstruos’), dirigida por Todd Browning en el año 1932; trata de un circo en el que los artistas presentan enormes deficiencias auténticas, malformaciones y terribles taras físicas, sin efectos especiales (sólo en el plano final), de modo que hay un hombre sin brazos ni piernas que es capaz de encender un cigarrillo, varios microcéfalos (con cabeza de alfiler, ‘pinheads’, como la canción de Ramones), siameses, un tipo sin piernas que camina con los brazos, una mujer sin brazos que se las arregla, otra barbuda, un ser mitad hombre y mitad mujer…, pues el caso es que a lo largo del rodaje, los unos les tenían lástima a los otros, cada uno de ellos aseguraba que de padecer lo que cualquiera de los demás actores se suicidaría, ya que cada uno se sentía mejor observando las desgracias de los otros, cada uno estaba convencido de que lo suyo era poca cosa y una terrible desgracia lo que padecían los otros. Pues tal es lo que debe mover a las personas que se sientan a contemplar programas en los que aparecen personas que muestran lo más ordinario, lo más vulgar de su existencia: al mirarlos, seguro que los espectadores compadecen a esos que salen en la tele del mismo modo que compadecen a los chimpancés que en el zoo hacen lo mismo que los atrapados en el ‘reality’ (o sea, pelearse, copular, comer y dormir), y al compadecerlos, debe aumentar su autoestima.

Ese concepto de la telebasura se materializa a la perfección con aberraciones como la de retrasmitir bodas, que puede tener secuelas como televisar exámenes y oposiciones, juntas de accionistas, dar la cola para presentar la declaración de la renta, el cocinado de los huevos fritos, defecaciones varias o la espera del autobús en la parada…, divertidísimo, instructivo, ingenioso.

Es evidente que esas cadenas de televisión no van a reparar en moralidades con tal de ganar puntos en los índices de audiencia, más aún, harán lo imposible por ser la que más bajo caiga, la que muestre más ordinariez, chabacanería y bajeza.

CARLOS DEL RIEGO

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