Hay miles y miles como este en todo el mundo, y la cosa seguirá creciendo. |
A primeros de 2013 se publicó la noticia de que un hombre
había guardado toda la basura que había producido a lo largo de un año en una
única bolsa con un peso total de 10 kilos, es decir, el individuo logró
producir menos de un kilo al mes. El tipo recicló, reparó, recuperó, reutilizó
y procuró no consumir sin necesidad. Tal vez este animoso personaje se pasó y
su ‘hazaña’ no esté al alcance de todos, puesto que tampoco parece
excesivamente saludable estar todo el tiempo obsesionado con observar
escrupulosamente las reglas del ecologista perfecto. En contraposición, también
se sabe que cada español produce una media de 1,3 kilos de basura cada día,
cifra que es a todas luces un exceso; pero seguro que un estadounidense produce
mucho más, aunque un indio yanomami de la cuenca amazónica prácticamente no
produce basura, pues todo lo que necesita lo toma de la naturaleza y, por
tanto, una vez usado se reintegra en la naturaleza. Claro que este caso indigenista
parece difícil que se imponga en la sociedad actual (es imposible, inviable) mientras
que, por desgracia, el que sí es probable que se extienda es el de sus vecinos
del norte.
Sea como sea, el consumidor urbano (piénsese en las
monstruosas metrópolis asiáticas, en las megalópolis americanas o europeas…)
produce grandes cantidades de basura de todo tipo, restos que no se reciclan y
recuperan en cantidades significativas, lo que provoca que los vertederos
crezcan sin control y, por si fuera poco, se detectan continuamente muchos depósitos
ilegales de desperdicios sin el menor control. El problema es que no se puede
generar y verter basura hasta el infinito, no se pueden arrojar los miles de
millones de toneladas de residuos de todo tipo que cada día se van a los miles
y miles de almacenes de inmundicias sin tener en cuenta que el espacio
disponible a tal efecto tarde o temprano se desbordará (y eso sin contar los
problemas higiénicos y medioambientales que con total seguridad provocan). De
seguir así, llegará un día en que no habrá espacio para ubicar nuevos basureros;
de hecho, los regidores de las ciudades se las ven y se las desean para
encontrar quien les solucione el maloliente problema.
Que la sociedad seguirá fabricando y tirando parece un
futuro cierto, por tanto se van a seguir generando desechos más o menos
contaminantes en cantidades inimaginables. Sin embargo, como en todo, esto de
la basura es cuestión de medidas; así, si se reciclan todos los plásticos, todo
el papel y otras celulosas, vidrios y residuos electrónicos, y si además se
encuentra una forma barata de hacer algo con los restos orgánicos (sólo hay que
ponerse a ello con los recursos suficientes), la cosa cambiaría radicalmente.
Eso sí, hay que empezar por creerse eso del reciclaje, puesto que hay muchos
ciudadanos que no reciclan “porque me mandan reciclar, porque la sociedad me lo
quiere imponer, porque no vale para nada y, por tanto, yo no reciclo”; por el
contrario, aseguran que los más concienciados con la conservación lavan los
envases de yogur antes de tirarlos al contenedor correspondiente para que nada
orgánico caiga en el depósito amarillo.
Los excesos son propios de sociedades opulentas, y exceso es
el intento de producir más para que sea más barato y así vender mucho más,
consumir más y generar más desechos. La fórmula tiene un límite. Por cierto,
entre los productos que se arrojan a la basura hay grandes cantidades de
comida, que llega ahí tras hacer unos días de guardia en la nevera.
Aseguran quienes tratan de anticipar problemas futuros que
el agua será el recurso más buscado, pero el qué hacer con las cantidades de
basura que cada día fabrican las ciudades e industrias será uno de los grandes
problemas a escala global… Lo es ya. Lo malo es que la solución ni siquiera se
vislumbra y siempre encontrará oposición en todos los sectores.
CARLOS DEL RIEGO
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