La revolución bolivariana, el espíritu bolivariano, las
ideas del Libertador…, son expresiones que siempre tienen en la boca líderes
como el venezolano Hugo Chávez, aunque son muchos los que recurren a Simón
Bolívar como inspirador. No hay que olvidar que la figura del Libertador se
tiene en un altar en muchos lugares de Sudamérica. Pero si se examina
seriamente al idealizado personaje, se verá que sus no pocas virtudes tienen su
contrapeso, y éste está precisamente en sus ideas, en su verdadero sentir
respecto a la independencia. ¿Cómo era él en realidad y cómo el proceder de
Bolívar?
Simón Bolívar (1783-1830) era un criollo rico, heredero de
amplias haciendas con muchos sirvientes. Su padre (como el bíblico rey David)
encargaba trabajitos en lugares lejanos a los maridos o padres de las mujeres
que le interesaban para tener vía libre; como la práctica no hacía gracia a los
lugareños, denunciaron el hecho, pero no a las autoridades locales, sino a las españolas,
pues aquellas estaban en manos de los ricos aristócratas criollos y el pueblo
no se fiaba de ellos. Es decir, las clases pobres (indígenas) no confiaban en
sus señores, que son los que exigían la independencia a España; es más, los
indios veían dicha exigencia como algo ajeno, como algo entre los ricos de aquí
y los ricos de allí, y mucho tiempo y esfuerzo costó atraer a las clases
populares a la revolución. No hay que olvidar que lo que España tenía en
América no eran colonias, sino reinos (al menos tal era su consideración sobre
el papel), de modo que el reino de Nueva Granada era equivalente al reino de
Aragón, y ambos era reinos españoles.
El germen intelectual de las ideas revolucionarias surge en
las universidades (fundadas por España), y quienes las impulsaron no pretendían
hacer realidad conceptos como igualdad o reformas económicas o sociales, sino
que lo que pretendían era el poder, todo el poder en manos de las poderosas
aristocracias locales, poseedoras de tierras y ganado, minas, indios, negros… Y
fue precisamente esa desmedida ambición de poder la que movió los engranajes de
la revolución; es decir, los ideólogos de la independencia lo que en realidad
querían era hacer y deshacer a su antojo, sin tener que depender o dar cuentas
a la lejana Madrid… En fin, que la emancipación no tenía nada que ver con los
indígenas o los pobres, los negros o los mulatos, que no entraban en absoluto
en los planes de Bolívar, y sí con los blancos ricos. Uno de sus compañeros más
leales y gran protagonista de la emancipación, el mariscal Antonio José de
Sucre, le insistía que tanto los indios como los negros, pardos y mulatos
preferían el impuesto español que la pesada fiscalidad de los patriotas
americanos.
Retrato de Bolívar, por Juan Lovera |
Bolívar estaba en el centro de todas las tramas. Y así,
cuando él y el resto de teóricos de la independencia comienzan a hablar de conspiración,
él pregunta qué régimen se adoptará, le responden que democrático, pero Bolívar
contesta que él sólo tomará parte si se impone un gobierno aristocrático; sin
embargo, propone que, cuando vaya a tener lugar la reunión y votación de los
conspiradores, él se irá de viaje para no entorpecer. Esto demuestra dos cosas,
la primera es su concepto del poder, cercano al absolutismo, y la segunda su
flexibilidad moral, pues está en contra de lo que van a hacer sus compañeros de
conspiración, pero para no tener que expresar sus opiniones simplemente
desaparece, escurre el bulto, mira hacia otro lado.
Como sostiene el político, escritor e historiador Salvador
de Madariaga, Bolívar quería ser una mezcla de Napoleón y Hernán Cortés. Como
el francés, quiso ser emperador, pero siempre lo disimuló…, incluso ante él
mismo; aspiró a ser el único que detentara el poder, a ser el mando único, a
ser un “monócrata” (término acuñado por él mismo); en pocas palabras, Bolívar
quería volver a la Hispanoamérica española, pero bajo su mando exclusivo. Y del
mismo modo que Cortés trató de teñir de legalidad sus actos y se inventó un
pueblo para que lo votara y así ser la única autoridad, el caraqueño trató de
lograr el mismo propósito buscando siempre apariencia legal; en Angostura, en
Bogotá, en Lima…, con ostentosa grandeza, entrega al pueblo la espada de
soldado y la vara de juez, esperando que el pueblo se las devuelva con júbilo y
así logre lo que desea, el mando.
En el Congreso de Panamá (1826), Simón Bolívar quiso dejar
fuera a Estados Unidos y Haití por ser extranjeros, pero quienes conocían sus
propósitos, como el general Santander, exigieron que esos dos países fueran
incluidos, precisamente por la misma razón, por ser extranjeros; y es que el
Libertador quería ser el “monócrata” de Hispanoamérica, y Estados Unidos le
estorbaba. Y en ese sentido, declaro que “sin monarquía o ‘monocracia’ no se
puede gobernar América”.
Otro detalle que ilustra la contradicción bolivariana (deseo
de poder pero sin que lo note nadie, ni él mismo) se produce cuando proclama no
tener fuerza moral para aceptar una corona que sus partidarios le ofrecían…,
tras haber sido inducidos a ofrecérsela por el propio Bolívar; así, esos amigos
(como el ministro Restrepo) expresan su perplejidad e incluso su indignación
ante tan confusas maniobras de Bolívar. Sea como sea, no le importaba tanto la
emancipación de Sudamérica (lo secundario) como que él se convirtiera en
dictador (lo principal), pues insistía en que sólo un gobierno dictatorial con
él al frente garantizaría el éxito (ejemplo que han seguido muchos militares
sudamericanos en los últimos siglos); es más, el proyecto político que ideó
estaba diseñado para cumplir los deseos de las élites criollas, que eran las
que nutrían los ejércitos libertadores, de modo que gozarían de generosos
privilegios.
Simón Bolívar, como todos los protagonistas de la Historia
que han sido idealizados y subidos a los altares, pierden su imagen cuando uno
se asoma a la realidad histórica de la persona. Sus correrías de niño rico por
Madrid (donde se casó por primera vez y se corrió sonadas juergas), París
(donde llegó a enfrentarse en duelo por una mujer…, para luego de conquistarla
desaparecer), Londres (donde una mujer lo toma por homosexual y él, que no
entiende inglés, le ofrece dinero, ella grita, él sale corriendo…) o Roma
(donde le sobreviene el odio a España) son ilustradas por las palabras de su
maestro Simón Rodríguez, que dice que estuvo “despilfarrando su futuro en
frívolas necedades”. Tampoco es muy ejemplarizante el modo en que traicionó al
general Francisco de Miranda, al que entregó a los españoles entrando en su
habitación mientras dormía (muy al estilo Viriato); le acusaba de haber
entregado una plaza al enemigo, sin tener en cuenta que el propio parlamento
así se lo había ordenado…, y sin acordarse de que él mismo había entregado
otra, Puerto Cabello.
Al final, perseguido y desterrado, se refugia y muere en
casa de uno de los pocos españoles que habían escapado a la persecución
impulsada por el Libertador. Sea como sea, Simón Bolívar (determinación,
valentía, decisión, convicción, capacidad de trabajo, idealismo…, son algunas
de sus virtudes) es la figura más importante y de mayor trascendencia que ha
dado la América Hispana.
CARLOS DEL RIEGO
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