GRISELDA, LA REINA DE LA COCA |
La escena, por más trágica que fuera, no deja de tener un
matiz cómico. Una mujer y su marido se pelean en el domicilio familiar, pero en
el momento más caliente de la discusión no se limitan a darse puñetazos o a
lanzarse platos y jarrones, sino que se enfrentan a tiros, parapetados tras el
sofá y la mesa del salón. Al final, gana ella, que consigue meter tres onzas de
plomo en el cuerpo del consorte, quien, eso sí, acertó a la señora con un tiro
en la barriga. Así es como la colombiana Griselda Blanco acabó con uno de sus
maridos.
Hace unos días, saltó la noticia a todos los medios del
planeta: unos encapuchados bajaron de una moto, entraron en una carnicería
donde una mujer de 69 años compraba filetes y chuletas y le descerrajaron dos
tiros en la cabeza. Poco después, tal asesinato cobra sentido: “Ah, era
Griselda, la madrina, la viuda negra”, se explicaban los colombianos; la mujer
que había controlado el tráfico de cocaína en Estados Unidos durante años y
que, además, había enseñado el camino a otros narcotraficantes (el famoso Pablo
Escobar fue su discípulo aventajado) innovando en el sector de la droga, había
sido abatida mediante el método de los motoristas asesinos, formato inventado
por ella misma.
La historia de esta mujer es terrible, tanto que asustaría
al mismísimo Tony Montana. Hija de una relación de su madre con su patrón, fue
carterista, secuestradora, prostituta y asesina (mató a un niño de 10 caños
cuando ella tenía poco más) antes de alcanzar la mayoría de edad. Pocos años
después se casó con un especialista en la falsificación y, a su muerte
(cirrosis), amplió y diversificó el negocio. Para vengarse de un hombre que
había menospreciado a uno de sus hijos, ordenó su asesinato, pero los sicarios
erraron el tiro y mataron a su bebé de dos años; al enterarse sólo dijo que
“ahora ya estamos a la par”. A su segundo marido lo mató después de que huyera
con un hijo; el hombre, descubierto, corrió, pero varios tiros le alcanzaron en
la espalda.
Quienes la conocieron de cerca cuentan y no paran acerca de
sus gustos y procedimientos: que gustaba de enormes orgías de sexo y droga en
su casa de Miami (había que tener cuidado de no aludir a sus abundantes carnes
porque rápidamente obsequiaba al bocazas con un traje de cemento), que muchos
de los métodos de tráfico, contrabando y venta de cocaína utilizados en todo el
mundo fueron ‘innovaciones’ de la propia Griselda, que en el año 1976 consiguió
meter en Estados Unidos más de una tonelada de polvo blanco escondido en uno de
los barcos que participaban en los fastos del aniversario norteamericano, que
sus hijos fueron ‘baleados’ por bandas rivales, que ordenó el asesinato de dos
narcos en Miami al estilo Tony Montana…
Curiosamente, como éste en la película ‘El precio del
poder’, Griselda inicia su caída cuando empieza a consumir la mercancía que
vende.
Detenida en 1985, se pasó 20 años en la cárcel, y no fueron
más por tecnicismos legales; de todos modos, desde la trena (y gracias a la
colaboración de uno de sus muchos amantes), siguió dirigiendo el negocio. De
vuelta a Colombia trató de desaparecer, pero había dejado demasiados cabos
sueltos, demasiados muertos, demasiados narcotraficantes y mafiosos agraviados
por su ‘falta de respeto’, demasiado odio como para que todos la olvidaran.
Sólo era cuestión de tiempo que dieran con ella.
Cuando estrenaron en España la mencionada película muchos se
sonreían afirmando que era pura exageración, sin embargo, la vida de Griselda
contiene todo lo que exhibe la peli: descuartizamientos, asesinato de
familiares, venganzas violentísimas, ejecuciones de capos y pistoleros,
paranoia y locura (pensó que secuestrando al hijo de John Kennedy podría
chantajear a los tribunales estadounidenses), drogas y excesos… La Madrina
poseía millones en joyas y otros objetos de gran valor, así como los automóviles
más lujosos. No sabía conducir ni leer ni escribir. Eso sí, seguro que alguno
de los fanáticos de la igualdad de género
estará contento con el ascenso de Griselda: una mujer alcanzó la cima de uno de
los negocios más lucrativos del mundo que, además, es absolutamente
machista.
Esta persona, auténtico compendio de la maldad humana, no
podía morir de otro modo que no fuera en una ‘balasera’.
CARLOS DEL RIEGO
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