Tal vez su renuncia se deba a que ha comprendido que nunca será presidente del gobierno, y como no puede llegar a la cima, abandona la escalada |
Esperanza Aguirre ha levantado un enorme revuelo tras
anunciar su abandono de la política, y en la misma medida ha disparado las
especulaciones en torno a la causa última de su abdicación. Tanto en las redes
sociales como en los pasillos y despachos donde se toman decisiones, todo el
mundo aporta su teoría, más o menos atrevida, disparatada o hilarante.
Las razones que aportó la condesa de Murillo no resultan
convincentes. Por un lado dice que se va porque ella siempre ha estado
convencida de que la política debe ser una actividad temporal…, pero se ha
tirado, entre pitos y flautas, tras alrededor de 40 años de cargo en cargo. Por
otra parte añade que también ha influido su problema de salud (parece que ya
superado) y la pérdida de seres queridos…, pero nadie abandona su trabajo o
actividad de cuatro décadas por reveses de ese tipo salvo que la enfermedad se
imponga. Y afirmar que quiere dedicar más tiempo a su familia…, un poco tarde
para jugar con los niños, acompañarlos al cine, compartir comidas, paseos,
televisión…
Después están las hipótesis que apuntan a causas de partido,
como discrepancias con el jefe en torno a casos de gran alcance o
enfrentamientos con otros peces gordos de su propio montepío de mandamases y
aspirantes (léase partido político). Pero aun se puede ir un poco más allá en
el terreno de la suposición y la hipótesis. Siendo como es la mujer en
cuestión, todo un carácter, tal vez haya sido que, después de comprobar por
dónde respira y respirará Rajoy, Esperanza ha perdido toda expectativa de ser
un día candidata a la presidencia del gobierno. Es posible que haya llegado a
la conclusión de que cuando el hoy presidente decida hacerse a un lado, no
pensará en ella como estandarte del partido de cara a las elecciones generales.
No es tan disparatado pensar que se haya convencido de que no podrá dar el
último paso en su carrera y llegar a la cumbre de la política, a ser presidente
del gobierno, de modo que ha tomado la decisión de abandonar la escalada ante
la imposibilidad de hacer cima.
Seguro que aquellas razones también han influido en el ánimo
de esta Grande de España, pero contemplando su trayectoria y su pasión y
fascinación por el juego político, sabiendo lo bien que se lo ha pasado en
medio de polémicas y trifulcas, teniendo en cuenta que prácticamente no ha
hecho otra cosa en su vida más que el cargo público, y sin olvidar su condición
y ambición profesional (si la política fuera una profesión, que desde luego no
lo es), no es descabellado llegar a aquella conclusión: lo deja porque nunca
será la jefa de todo. Sin embargo, tampoco es disparatado pensar que, una vez
bien descansada y refrescadas sus ideas e intenciones, vuelva a bombo y
platillo para disputar al candidato de su partido la opción de presentarse a
las generales como aspirante a la presidencia del gobierno.
Tiene toda la fuerza de carácter y la codicia de cargo
necesarias para competir. El tiempo dirá.
CARLOS DEL RIEGO
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