El ansia de poder es consustancial al hombre, cosa que se
demuestra al comprobar cómo desde que se tienen referencias históricas, las
personas se han agrupado con el fin de acrecentar su poder, de tener más en
todos los ámbitos de la vida; curiosamente algunas de esas agrupaciones
nacieron como sistema defensivo, pero si perviven terminan por confluir en
aquel ansia. Mafias y sociedades, secretas o públicas, han venido sucediéndose
desde hace muchos siglos en la cultura occidental; así las pandillas, las
familias mafiosas, las órdenes guerreras, el Opus Dei, la Masonería o el Club
Bildeberg.
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Los tres últimos persiguen exactamente lo mismo: el control
y la manipulación de la población, mandar e imponer sus ideas utilizando no la
fuerza (o al menos no sólo), sino con métodos arteros y sibilinos y con el fin
de manejar a las masas a su antojo. Y los tres son lo mismo porque los tres
están integrados por el mismo tipo de personas, porque los tres sólo admiten en
sus filas a ricos y/o poderosos. Son auténticas sectas cuyos objetivos y medios
apenas difieren de los totalitarismos, del fascismo, aunque usen guante blanco.
Pero a diferencia del Club Bilderberg, donde entran todo
tipo de mentalidades (izquierdas, derechas, creyentes, ateos, capitalistas,
socialistas…, y donde por tanto se producen más discrepancias), en el Opus y la
Masonería imperan unas bases teóricas, ideológicas, a las que hay que adherirse
como condición previa e inexcusable (aunque siempre habrá un mínimo porcentaje
de discrepantes). En uno la raíz es la religión católica, mientras que en el
otro la base teórica es la idea de que la razón es el todo y todo lo explica;
aunque el enfrentamiento entre razón y religión es estúpido pues están en
planos diferentes, los integrantes de una y otra secta se obstinan tercamente
en enaltecer la pugna, esa especie de guerra. Pero en la práctica terminan ahí las
diferencias, pues los fines y métodos para alcanzarlos son idénticos en ambos
casos.
Escrivá de Balaguer, fundador del Opus, que al igual que la Masonería sólo admite ricos y poderosos. |
Lo que pretenden estas sociedades de ricos y poderosos
(suelen tener algún miembro de las clases obrera y media para enseñar), como ya
se ha dicho, es controlar y manipular a la población para que sus ideas se
impongan de modo uniforme; eso sí, con ellos siempre arriba. Y para ello
utilizan la misma metodología: la colocación de sus integrantes en los puestos
de poder de la economía y la política, ir subiendo peldaños en una y otra para
alcanzar los cargos más altos y, de paso, ir favoreciendo a los compañeros de
credo y, por extensión, a su secta.
El Opus, lógicamente, tiene su mayor influencia en ámbitos
cercanos al Vaticano y a los centros de poder de la Iglesia Católica, y con ese
apoyo lanza sus tentáculos en la economía (industria, finanzas, mercados…) y la
política, a pesar de que en este terreno siempre depende de la situación del
momento, por lo que actualmente tiene que conformarse con contar ahí sólo con
“simpatizantes”.
La Masonería, por su parte, trata de expandirse por los
mismos ámbitos, aunque siempre con posturas contrarias a la religión. Así, hay
masones medrando tanto en política como en economía, algunos abiertamente y
otros más en la sombra para que la cosa no cante mucho. Como curiosidad:
durante la II República Española apenas había en España unos pocos miles de
masones, sin embargo, muchísimos diputados del parlamento lo eran, y además,
muchas de sus propuestas coincidían punto por punto con declaraciones de las diversas
logias españolas. El gran Pérez Galdós los describe y ridiculiza (tanto por sus
ritos como por sus fines) en sus Episodios Nacionales, concretamente en
‘Memorias de un cortesano de 1815’ ,
‘La segunda casaca’ y ‘El Grande Oriente’ (Segunda serie).
CARLOS DEL RIEGO
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